Pac-man camina a paso corto, mueve la punta de su cola y jadea mientras luce sus colmillos. De pronto se detiene y levanta ligeramente su pata izquierda trasera, sin tocar la hojarasca. Voltea y aparece Cam con un andar constante. El cortejo comienza. Ambos jaguares se pierden entre la vegetación de la Selva Lacandona, en el sureste de México.
El único testigo de ese momento fue una cámara trampa instalada en uno de los hogares del jaguar (Panthera onca) en México: el Área Natural Protegida de Yaxchilán, en Chiapas, localizada en la zona limítrofe con Guatemala. Ahí conviven alrededor de 115 jaguares. Por sus hábitos solitarios y nocturnos, es casi un golpe de suerte detectarlos.
La escena se captó en enero de 2019, como parte de los monitoreos a Pac-man, un jaguar juvenil de unos cinco años, 55 kilos de músculos y cuyo deambular se extendía a 400 kilómetros cuadrados —a través de Yaxchilán y Chan-Kin—, a veces cruzando el caudaloso Río Usumacinta. Esa fue la última vez que se grabó a Pac-man.
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Al jaguar lo mataron cazadores furtivos, a mediados de enero de 2019, convirtiéndose en el primer caso visible en México que podría relacionarse a una red de tráfico del felino que opera en Centroamérica y tiene conexiones con el mercado chino.
El particular modus operandi —que incluye el despojo de colmillos, garras, cabezas y genitales, cuyo costo alcanza de los 10 a los 20 mil dólares— ya se ha visto en países como Bolivia y Perú, donde pesquisas gubernamentales, investigaciones periodísticas y denuncias de organizaciones sociales han documentado que se trata de tráfico destinado al mercado asiático.
Debido a su elevado costo, este tipo de subproductos para uso ornamental o medicinal es especialmente codiciado por algunos integrantes de la élite china, de acuerdo con ex funcionarios de la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente (Profepa).
“Pac-man da la señal de banderazo del comercio ilegal chino en búsqueda del jaguar en territorio mexicano. Estamos viendo este comercio ilegal en todo el continente (americano)… Evidentemente es el crimen organizado”, explica el doctor Rodrigo Medellín, cuyo Laboratorio de Ecología y Conservación de Vertebrados de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) estudia a los jaguares en la Selva Lacandona. Uno de los ejemplares a los que le hacían seguimiento era Pac-man.
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De América para Asia
La investigación Illegal trade in wild cats and its link to Chinese‐led development in Central and South America, que por primera vez sistematiza el tráfico desde 19 países de Sur y Centroamérica a China, revela que las incautaciones de jaguares han incrementado con el tiempo y que la mayoría de las piezas de jaguar decomisadas fueron colmillos; el 34% de los informes estaban vinculados con China.
Además, los decomisos realizados entre 2014 y 2018 sugieren que los traficantes comercian partes de jaguar —así como de puma (Puma concolor) y ocelote (Leopardus pardalis)— para sustituir la demanda del tigre utilizado en la medicina tradicional asiática.
“Los países de origen con niveles relativamente altos de corrupción e inversión privada china y bajos ingresos per cápita tuvieron de 10 a 50 veces más incautaciones de jaguar que los países restantes incluidos en la muestra”, agrega el estudio científico publicado en junio del 2020.
No es la primera vez que el tráfico chino acecha a la fauna mexicana. La ruta México-China lleva al menos dos décadas consolidándose con especies que son, sobre todo, marinas, entre ellas la totoaba (Totoaba macdonaldi), el pepino de mar, el caballito de mar y el tiburón, según informes oficiales de la Profepa. Por ello, Medellín considera que urge legislar para que se considere como “delito grave” el matar a un jaguar; una bandera que asumió la Profepa durante la Conferencia Regional de Alto Nivel de las Américas sobre el Comercio ilegal de Vida Silvestre, celebrada en Perú, en octubre de 2019.
“Me preocuparía mucho que, en un país como México, en donde no es clara la reducción de la ilegalidad y el crimen organizado, empezara a crearse un mercado redituable para las partes de jaguar, porque ya vimos lo que sucedió con la totoaba y la vaquita marina (…) Se nos puede salir de las manos”, señala María José Villanueva, directora de conservación de WWF-México.
La medicina tradicional china ha sido una de las principales propulsoras del tráfico de especies. En un nuevo informe del 2020 de la Agencia de Investigación Ambiental (EIA por sus siglas en inglés) se demostró que 24 compañías farmacéuticas chinas incluían huesos de leopardo, felino que se encuentra en Asia y África, como ingrediente en sus medicinas tradicionales.
“Esto es solo la punta del iceberg”, explicó Aron White, quien forma parte de la organización EIA Wildlife y es especialista en China. “No se trata solo de leopardos. Desde septiembre de 2017, se han emitido al menos 46 permisos gubernamentales (a compañías farmacéuticas) para comerciar o usar partes de especies que se encuentran bajo los más altos niveles de protección”.
Según White, el jaguar no aparece específicamente en textos de medicina tradicional china, dado que es una especie americana, pero cabe destacar que el término “hueso de leopardo”, utilizado tanto en documentos de política como en trabajos de referencia de medicina tradicional china, es ambiguo y posiblemente podría referirse a cualquier especie cuyo nombre chino termine en el carácter de leopardo, como ocurre con el jaguar. Es decir, que un hueso de jaguar proveniente del continente americano podría pasar por un hueso de leopardo.
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Escena del ecocrimen
Los restos de Pac-man fueron hallados a unos 35 metros de la orilla del Río Usumacinta con zopilotes alrededor. En el lodo había evidencia de que lo arrastraron: no tenía cabeza, patas (a la altura de las muñecas), cola, ni genitales. Quedó reducido a un torso con la piel en las coordenadas 16.883218° N, -91.003076° O.
A su alrededor había pisadas de los cazadores. Así lo encontraron los vigilantes comunitarios, quienes avisaron a funcionarios de la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas (Conanp). Diálogo Chino corroboró lo anterior a través de un informe de la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat) y de la Conanp.
El hallazgo del cuerpo de Pac-man no se reportó en un comunicado de alguna dependencia ambiental. La Profepa tampoco interpuso una denuncia penal ante la Fiscalía General de la República, pese a que se trata de una especie En Peligro de extinción en México y a que sí lo han realizado con otros casos. A pesar que se buscó la versión de la Profepa, no se obtuvo respuesta hasta el cierre de edición.
De acuerdo con el artículo 420 del Código Penal Federal: cazar, traficar, capturar, poseer y transportar especies de flora y fauna silvestre, consideradas endémicas, amenazadas o en peligro de extinción, amerita una pena de uno a nueve años de prisión.
Los vigilantes comunitarios creen que, debido a que en esa época del año desciende el nivel del agua, Pac-man bajó por la noche a beber agua y los traficantes le dispararon a la cabeza desde una lancha cuando surcaban río abajo. “Por las huellas de dicho felino había bajado a tomar agua y ahí fue disparado por cazadores, supuestamente por gente de Guatemala (sic.)”, abona el documento, aunque no hallaron casquillos ni balazos en su cuerpo, por lo cual suponen que fue a la cabeza.
Otra versión proporcionada por los vigilantes consultados sugiere que lo mataron en Guatemala y lanzaron los restos a México.
Esta forma de operar es habitual en esa zona fronteriza. Los vigilantes comunitarios y guardaparques temen por sus vidas porque escuchan disparos todas las noches; y como no tienen facultades legales para detener o portar armas, los traficantes pasan frente a sus narices. “De Guatemala salen en las noches a cazar (…) Los compañeros llegan a escuchar disparos de escopeta, ya saben que de por sí entra gente a cazar en el mero campamento de vigilancia (…) los cazadores que se mueve a través del río van lampareando, muchos animales son nocturnos”, refieren las fuentes de la zona.
Los vigilantes acusan que se trata de traficantes oriundos de las comunidades guatemaltecas de La Técnica, Arbolitos y La Esperancita. La cacería —dicen— no responde a sustento familiar, sino a redes criminales. “Dichos cazadores han estado cazando animales en la reserva, por mencionar algunas especies tales como son: venado temazate, cocodrilo y el más reciente un jaguar. Estas actividades son realizadas dentro de las reservas y por las orillas del Río Usumacinta”, refiere el informe.
“Lo más fácil para ellos es cruzarse el río con su lancha y empiezan a depredar (…) Cabe aclarar que no todos los habitantes son personas ligadas con otras organizaciones que vienen más allá de esas aldeas. Está más ligado a redes de tráfico”, señala un vigilante ambiental.
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Tráfico que se extiende
La seña para identificar el cadáver de Pac-man fue una mancha, ubicada en su costado izquierdo, la cual se parecía al personaje del videojuego que se lanzó en la década de los ochenta. La bióloga Paulina Arroyo, encargada del Programa de Monitoreo Jaguares de la Selva Maya, fue quien lo bautizó. Ella también fue quien reconoció los restos.
El equipo del doctor Rodrigo Medellín —conformado por el doctor Antonio de la Torre; y las doctoras Arroyo e Ivonne Cassaigne— estaba consternado. Antes habían vivido ese amargo sabor de boca, pero eran por muertes que ocurren cuando campesinos o ganaderos se “vengan” de los felinos que se alimentan de su ganado; un problema que los científicos buscan controlar trabajando directamente con las comunidades, explicando la importancia de conservar al felino.
El doctor de la Torre, quien coordina el estudio de jaguares en la Selva Lacandona, se preguntó: “¿Por qué no se lo llevaron completo? Ni siquiera la piel se la llevaron, ellos sabían lo que más valor tenía”.
En Estados Unidos, un colmillo de jaguar puede llegar a costar 1 500 dólares y 5 000 en China, al tiempo que el conjunto de piel, garras y genitales se pagan entre 2,000 y 3,000 dólares a nivel local, de acuerdo con una investigación periodística realizada en Bolivia en 2018, y la información revelada a la prensa por la Policía Boliviana y el Ministerio de Medio Ambiente y Agua; en Shanghái, China, el costo alcanza de los 10,000 a los 20,000 dólares.
“Este patrón de cortar la cabeza y las garras es parecido (…) Algunos reportes en Surinam nos hace pensar que esté asociado”, explica de la Torre, en referencia al reporte Exploitation of the jaguar, Panthera onca and other large forest cats in Suriname, publicado por la ONG ambiental WWF en 2010.
Los entrevistados recuerdan que en el Río Belice, en el vecino país de Belice, apareció un jaguar decapitado en enero de 2018. La autoridad ofreció una recompensa por información que llevara a la captura de los culpables.
La forma de operar en el tráfico de especies es subcontratar a traficantes de poblados cercanos a las áreas. Por ejemplo: los chinos contratan a los pescadores furtivos de la Península de Yucatán para extraer pepino de mar; lo mismo sucede en el noroeste con la totoaba. Esta mecánica la documenta el libro Tráfico de animales, comercio ilegal en México.
De acuerdo con ex funcionarios de Profepa, la subcontratación la realizan intermediarios asiáticos —principalmente de China— que se camuflan como turistas. Una vez que tienen el producto, hay dos posibilidades: se traslada vía terrestre a Ciudad de México para luego abordar el Aeropuerto Internacional capitalino, pues ahí es donde existe una red internacional hacia Shanghai, como ocurre con la totoaba.
La segunda es el servicio postal o de mensajería, desde el país origen, como ha reportado Bolivia a partir de un juicio a dos ciudadanos chinos por posesión de 185 colmillos en 2018. O también es vía redes sociales: una investigación del Fondo Internacional para el Bienestar Animal (IFAW, por sus siglas en inglés) revela que, con subproductos de jaguares, se venden en internet brazaletes, porta celulares, anillos, cinturones y licor medicinal.
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Un felino en riesgo
Conocidos científicamente como Panthera onca, los jaguares son el tercer felino más grande en el mundo, después del león y el tigre siberiano. Se distribuyen en 18 de los 21 países América Latina y, en toda la región, enfrentan las mismas amenazas: la reducción de su hábitat, la ganadería y la cacería ilegal.
A nivel internacional, la especie está considerada como “Casi Amenazada”, según la Lista Roja de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN); mientras que, en México, está En Peligro de extinción y su cacería está prohibida.
Para revertir este problema, se lanzó el Plan Jaguar 2030, conformado por 18 naciones junto con las organizaciones WWF, PNUD, WCS y Panthera. Según Villanueva de WWF México, busca proteger las áreas naturales, fortalecer los corredores biológicos, desarrollar políticas públicas que coexistan con el entorno natural, trabajar con las comunidades y combatir la cacería ilegal.
El Censo Nacional del Jaguar —a cargo del Instituto de Ecología de la UNAM, la Conanp y la Alianza WWF-Fundación Telmex Telcel— estimó que en 2018 había en México alrededor de 4 800 jaguares. Cada uno de ellos brinda “un equilibrio ecológico”, explica el doctor Heliot Zarza, vicepresidente de la Alianza Nacional para la Conservación del Jaguar: “No sólo se alimentan de animales enfermos, sino débiles, hacen esa limpieza sanitaria del ambiente”.
Los pasos de Pac-man fueron documentados por los científicos entre octubre del 2015 a enero del 2019. De Cam se tienen imágenes desde junio de 2016 a la fecha. Ella y posiblemente las crías que tenga se enfrentarán a un nuevo problema en la frontera que comparten México y Guatemala: uno encarnado por traficantes que rebasan en armamento a las autoridades, que operan a sus anchas sin que recaiga el peso judicial sobre ellos y sus financiadores, y que amenazan a guardaparques limitados por los recortes presupuestales que, en los últimos cinco años, han sufrido las áreas naturales en México.
El artículo original de Alejandro Melgoza Rocha (Diálogo Chino) fue publicado en Mongabay Latam. Puedes revisarlo aquí.
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