“Hace poco, en julio, nuestro guardaparque contó 228 parabas barba azul (Ara glaucogularis) en un solo dormidero. Estas aves llegan a una isla de bosque que no tiene más de 50 por 50 metros en medio de una pampa [llanura] completamente abierta”, cuenta Tjalle Boorsma, director del Programa de Conservación de la Asociación Armonía, que busca conservar las aves de Bolivia y sus hábitats mediante el fortalecimiento organizacional de comunidades locales.
La cifra entusiasma a Boorsma. “Es el conteo más alto que hemos tenido de esta especie en un solo lugar chiquitito”, asegura sobre este monitoreo que realizan en la Reserva Natural Barba Azul, un lugar de 11 mil hectáreas de extensión ubicado en los Llanos de Moxos, en el departamento del Beni, dedicado a la conservación de esta ave endémica de Bolivia que alguna vez se consideró extinta pero que aún hoy se encuentra En Peligro Crítico (CR) de extinción según la Lista Roja de especies de la UICN.
No es el único lugar en el que los esfuerzos por evitar la extinción de esta especie están dando resultados. En la Reserva Laney Rickman, también en los Llanos de Moxos, la instalación de cajas nido durante casi dos décadas ha tenido como resultado el nacimiento de 113 pichones desde el año 2005.
Según los cálculos de Boorsma, la población actual de la paraba barba azul supera los 500 ejemplares, un aumento que según el científico es significativo considerando que en el censo realizado en el 2015 se contabilizaron 455 parabas. “Pienso que con esta información podemos decir ahora que la población de la paraba barba azul debe estar entre 500 y 550 individuos”.
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El nacimiento de mas de cien pichones
En el 2005, la Asociación Armonía instaló las primeras 20 cajas nido en la zona donde ahora se ubica la Reserva Laney Rickman, que en ese momento eran ranchos privados. Ese año se llenaron todos los nidos con diversas especies de aves —recuerda Boorsma—, solo en uno había paraba barba azul, pero no nació ningún pichón.
Fue en 2006 cuando apareció el primer polluelo de paraba barba azul. Boorsma cuenta que tuvieron que ir modificando las cajas nido para que no fueran ocupadas por otras especies de aves. Ahora, casi dos décadas después de la instalación de las primeras cajas nido, el resultado del proyecto de conservación ha sido el nacimiento de 113 pichones, 8 de ellos en el 2022.
Otra buena noticia llegó con estos polluelos: la mayoría de parejas que ahora llegan a las cajas nido para reproducirse son aquellas que nacieron hace algunos años en esos mismos espacios. “Casi todas las parejas que ahora están usando los nidos tienen el anillo que les colocamos a los pichones que salen de nuestras cajas nido”, explica Boorsma.
“Es una buena noticia para esta población pues tener un poco más de 100 polluelos en 17 años significa un aumento de entre el 20 % al 25 % de toda la población de la especie. Y esto indica que el programa está dando resultados”, señala Holly Torres, investigadora de Rainforest Trust, una organización que promueve la conservación a través de la creación de reservas en los bosques tropicales.
La paraba barba azul habita solamente en los Llanos de Moxos, extensas sabanas del departamento del Beni y se consideraba extinta luego de que su población decayó drásticamente debido a la pérdida de su hábitat, la caza para el tráfico ilegal de mascotas, y el uso de plumas en danzas tradicionales. Sin embargo, fue redescubierta en 1992, cuando investigadores observaron un grupo de aproximadamente 50 ejemplares en las sabanas del departamento del Beni.
Desde entonces se iniciaron esfuerzos de conservación para esta especie, considerada una de las aves más amenazadas del mundo. Boorsma señala que el tráfico ilegal internacional a la que estaba sometida en las décadas de los setenta y ochenta empezó a reducirse desde su inclusión en el apéndice I de la Convención Internacional sobre el Tráfico de Especies Amenazadas de Fauna y Flora (CITES), grupo en el que se consideran a las especies con mayor riesgo de extinción y se prohíbe su comercialización. En cuanto al uso de sus plumas para danzas tradicionales, un proyecto de la Asociación Armonía logró que estas fueran reemplazadas por plumas artificiales.
No ha sucedido lo mismo con la pérdida del hábitat, pues la deforestación y los incendios forestales continúan reduciendo los pocos espacios donde viven estas aves. “El tema más grave es la pérdida de su hábitat. Ahora hay una amenaza muy grande que es el decreto supremo firmado en 2019 para aprobar el nuevo Plan de Uso de Suelo para el departamento de Beni. Y la paraba barba azul solamente se encuentra en el departamento de Beni, en los Llanos de Moxos”, comenta Boorsma.
Espacios de conservación
En 2018, luego de más de una década de manejar el proyecto con cajas nido en predios privados, la Asociación Armonía compró uno de estos ranchos donde, según el monitoreo, había la mayor cantidad de ocupación de los nidos. Dos años después, la zona reservada, a la que llamaron Laney Rickman, se expandió hasta llegar a 2000 hectáreas.
“En algunas ocasiones se han creado áreas protegidas en lugares donde encontramos una especie que creíamos extinta y, cuando eso sucede, se presenta una nueva oportunidad para salvar una especie”, señala James Lewis, vicepresidente de Conservación de Rainforest Trust, organización que en el 2020 participó en la expansión de la reserva Laney Rickman.
Lewis señala que cuando se redescubre una especie que se creía extinta —como sucedió con la paraba barba azul— proteger su hábitat es un paso importante, pero también es necesario la conservación ex situ de la especie, es decir, fuera de su entorno natural. Se mantienen algunos individuos en cautiverio con el fin de crear una población que luego pueda ser reintroducida a la vida silvestre.
“Es un proceso muy complejo, pues si encuentras una especie que se creía extinta, llevar esa especie a cautiverio es controvertido”, agrega Lewis.
Como parte de los programas de conservación de la paraba barba azul en la reserva Laney Rickman, Holly Torres de Rainforest Trust menciona que la Asociación Armonía está trabajando en un proyecto de instalación de cámaras trampa para estudiar y monitorear el comportamiento de las especies depredadoras de la paraba. “Aunque hay muchas parabas barba azul usando las cajas nido, no todas tienen éxito porque algunos animales intentarán comerse los huevos que están en estos nidos”.
Un reporte de julio de 2022, elaborado por la Asociación Armonía sobre la situación de las parabas en esta reserva, indica que el sistema de cámaras trampa instalado para monitorear los nidos activos ha registrado la presencia de monos capuchinos extrayendo los huevos. Estos monos pueden moverse fácilmente entre las ramas altas para llegar a los nidos. También se registró cómo otras especies de aves depredan los huevos para apoderarse de la caja nido. En uno de ellos hubo una disputa entre la paraba barba azul y un pato silbador de vientre negro (Dendrocygna autumnalis) también llamado suirirí piquirrojo o pato pisingo.
Mientras tanto, en la Reserva Barba Azul, apenas se está iniciando un programa con cajas nido, pues en este ecosistema no hay presencia de la palmera Moriche (Mauritia flexuosa) —especie elegida por la paraba barba azul para sus nidos—, lo que hace más difícil la instalación de los nidos artificiales.
Hay otro tema que preocupa a Boorsma y es la pérdida de las islas de bosques en los Llanos de Moxos, donde se ubica la Reserva Barba Azul y donde están los dormideros de esta ave. “Son espacios de la época precolombina creados por los pueblos indígenas que vivían en la zona antes de la llegada de los españoles”. Boorsma explica que se trata de zonas elevadas donde habitaban los pueblos precolombinos pues los Llanos de Moxos es un ecosistema que se inunda por lo menos durante ocho meses al año. “En esas áreas elevadas crecen árboles porque no se inunda y eso ha generado que se formen estas islas de bosques por todas las pampas de los Llanos de Moxos”, añade.
El problema es que estas islas se han convertido en refugio para el ganado de los ranchos ubicados en los Llanos de Moxos —explica Boorsma— pues allí se protegen del sol y del viento. “El suelo está completamente compactado por la presión del ganado y la regeneración de árboles es prácticamente inexistente. Hay árboles de 60 a 80 años que, sin regeneración, dentro de 30 a 50 años caerán por la vejez”. Por ello, trabajan en un programa de ganadería sostenible donde también se busca la protección y regeneración de estos bosques.
“En el 50 % de esta reserva tenemos un rancho modelo y lo que buscamos es demostrar a los ganaderos que con un manejo sostenible se puede tener una mejor productividad con el ganado”, señala Tjalle Boorsma de la Asociación Armonía.
Imagen principal: Paraba barba azul Reserva Laney Rickman. Foto: Asociación Armonía
El artículo original fue publicado por Yvette Sierra Praeli en Mongabay Latam. Puedes revisarlo aquí.
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