Don Alfredo Kato siempre tuvo claro que sería periodista, incluso las tres veces que -por complacer a su padre- postuló a la facultad de odontología de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, y no ingresó. “Hasta ahora me pregunto si no aprobaba a propósito o era tan tonto que no sabía resolver un examen. Creo que era lo primero”, reflexiona.
“Mi papá decía que como periodista me iba a morir de hambre, pero el asunto no es que uno ambicione ganar dinero sino hacer lo que le gusta, y yo toda la vida quise estudiar esa carrera. Gracias a Dios, he vivido de lo que me gusta”, añade.
Pese a las objeciones de su progenitor, Kato Todio nunca dejó de perseguir su vocación ni de disfrutar del arte ni de relacionarse con afamadas estrellas nacionales e internacionales. Estudió en la Escuela de Periodismo de la Universidad Católica, donde, asegura, tuvo entre sus docentes a Alfredo Vignolo Maldonado, José Velásquez Neyra y Alfonso La Torre.
“Siendo alumno de la escuela de periodismo, en 1961, participé con unos amigos y un montón de chicos de diferentes universidades en un concurso que lanzó don Pedro Beltrán, fundador de Última Hora y La Prensa. Iba a sacar un nuevo tabloide vespertino llamado El Diario para impulsar su campaña presidencial y fui seleccionado junto a Alejandro Sakuda, Ricardo Müller, Eduardo Torrejón y otros amigos más. Pero como el medio no tuvo aceptación, se emitieron solo 100 números. Al quedarme sin trabajo toqué algunas puertas, fui a La Crónica y a Expreso, pero querían que trabaje gratis, y yo no estaba para eso”, explica.
Cansado de tocar puertas equivocadas, don Kato, apasionado del séptimo arte, decidió ingresar al cine Olimpo, de La Victoria, para pasar un buen momento viendo una comedia de uno de sus directores predilectos. “Ingresé contento porque creí que era una comedia de Vittorio De Sica y resultó ser de otro Vittorio. Me equivoqué”, recuerda entre risas. “Pero al salir del cine me encontré con Guillermo Thorndike, quien había sido uno de los que dirigían el diario donde había empezado. Me preguntó qué estaba haciendo, le dije que estaba buscando chamba, entonces me ofreció trabajar en La Prensa o en Última Hora. Elegí el primero”, recuerda.
Salto a los espectáculos
Durante un año, don Alfredo Kato trabajó en La Prensa como redactor de turno, cubriendo las noticias que no estaban asignadas en el cuadro de comisiones, luego pasó a la sección de espectáculos, donde ocupó el lugar del escritor, periodista y cineasta Armando Robles Godoy, quien dejaba el diario para dedicarse de lleno al cine.
“Cuando cumplí un año en el diario, pedí vacaciones para viajar a México con mis compañeros de la universidad, visité teatros, estudios de filmación, conocí a mucha gente, entrevisté al artista mexicano Julio Aleman, también a Sergio Bustamante, quien en ese entonces era pareja de la reina de belleza peruana, Ofelia Grabowski. Envié a La Prensa como diez notas con fotos, y cuando me reintegré, me preguntaron si me gustaría hacer espectáculos. Acepté feliz de la vida, era lo que más quería. Fue un regalo de Dios”, asegura.
Además de las páginas de espectáculos, el destacado hombre de prensa tuvo a su cargo las de culturales, y la columna de crítica televisiva llamada “Quién TV” del suplemento “7 Días”.
En 1984, después de 22 años de ininterrumpida labor, don Alfredo Kato renunció a La Prensa para integrar las filas de El Comercio, que en aquella época daba el salto a la modernidad con una nueva rotativa offset y un sistema computarizado. En el decano de la prensa peruana publicó “El Mirador”, su célebre e influyente columna por la que obtuvo gran respeto y cariño, aunque también algunas críticas mordaces.
─”El Mirador” tuvo gran impacto, fue una de las columnas más leídas del diario...
Mucha gente la leía. Un día, el doctor Alejandro Miró Quesada me dijo: “¿Sabe qué es lo primero que lee mi señora mientras desayunamos? Su columna, me la lee en voz alta”. Me alegró muchísimo que me dijera eso.
─¿En aquel entonces, el periodismo de espectáculos también era mal visto?
Era completamente diferente, muy distinto a lo que es ahora.
─¿Cuál es su mirada sobre el periodismo de espectáculos de hoy?
Lo que ahora vemos en televisión no es un periodismo correcto, está bien que existan los programas de chismes, pero deberían ser más trabajados, como pasa con los programas americanos, de una forma no grosera ni vulgar.
─¿Cómo se puede hacer periodismo de espectáculos y mantener a los amigos?
Siempre pensé que mis palos no eran tan fuertes, pero los artistas decían que sí. Felipe Sanguinetti, un comediante de “Estrafalario”, amenazó con golpearme cuando nos encontramos en una fiesta de Radio Programas, en el hotel Crillón. Como estaba borracho, le dije que me buscara cuando estuviese sobrio, y me fui. Fue el único artista que reaccionó así, los demás sí comprendieron que mi tarea era hacerles ver que estaban mal o equivocados, por eso pude hacer muchos amigos, como Julio Iglesias y Rocío Dúrcal.
─¿Cómo nace su amistad con Julio Iglesias?
Fue en 1971, en un hotel de Buenos Aires, durante la premier mundial de “La hija de Ryan”, película del director británico David Lean. En ese lugar, el representante de Julio Iglesias nos presentó. Julio fue muy amable conmigo, me dijo que sabía una canción peruana, luego sacó su guitarra para cantar “La flor de la canela”. No vas a creer lo que pasó después: el botones le pidió que se callara porque estaba perturbando la tranquilidad de los otros huéspedes.
─¿Es verdad que Luis Miguel es el artista extranjero más engreído?
Algo así. Una vez nos invitaron a Jorge Henderson y a mí a un concierto en Las Vegas por el aniversario de México, y en esa celebración, Luis Miguel recibió de su disquera trofeos de diferentes países. Al recibir uno muy bonito de Taiwán, dijo: “No compraría un disco en chino”. Como yo era el único oriental, me puse de pie, y le pregunté: “¿Cómo explicas que los taiwaneses que no hablan español hayan comprado los discos que te han permitido obtener este trofeo?”. Luego me senté.
─¿Qué le respondió?
Dijo que estaba bromeando, pero cuando vino al Perú, nos encontramos en el hotel Sheraton y le hice recordar lo que pasó aquel día. Me dio la razón.
─¿Cómo fue escribir la edición de despedida de “El Mirador”?
Fue difícil, recuerdo que agradecí a la gente del periódico y a los lectores porque la convirtieron en una columna bastante leída. Tuve que dejarla porque llegué a los 65 años y en El Comercio eran bien estrictos con la jubilación, así que ya no podía seguir.
─¿Considera que se le pasó la mano con alguna crítica?
Una vez me excedí, a Augusto Ferrando le respondí fuerte en mi columna porque no me gustó que me llamara “canalla” en su programa. En El Comercio me dijeron que la había escrito con el hígado y no con la cabeza. Al leerla nuevamente me di cuenta que, efectivamente, se me había pasado la mano.
Programa controvertido
─¿Qué recuerda del Fuego Cruzado en el que participó como panelista, en el que supuestamente se le iba a rendir homenaje a Augusto Ferrando y se le terminó degollando en vivo?
Francamente no creo que haya dicho nada desagradable sobre él, pero algunos coleguitas sí se pasaron. Cuando me invitaron a ese programa, me dijeron que era un homenaje y resultó siendo una especie de emboscada, todo el mundo le dio duro.
─¿En ese entonces seguía enfrentado con Ferrando?
Lo gracioso es que nos llegamos a amistar un día que coincidimos en el programa de Gisela Valcárcel. También estaba Manolo Salerno, el periodista que más lo atacaba. Recuerdo que Augusto le dijo que no lo respetaba, que al único que respetaba era a mí.
─Magaly Medina, una de las críticas más mordaces de Ferrando en aquel Fuego Cruzado, ahora tiene un programa de espectáculos en TV. ¿Qué opina de este?
No me gusta nadita, ni lo veo, al igual que no veo los otros programas de ese mismo corte. Cuando Magaly escribía en la revista “Sí”, era muy buena, pero después degeneró completamente. Criticaba a Augusto por su trabajo y lo que está haciendo ahora es igual o peor.
─¿Cuál es el artista más grande que ha entrevistado?
Entrevisté a muchos, pero recuerdo a uno especialmente. Logré entrevistar a Mick Jagger de The Rolling Stones cuando vino al Perú, pero no te imaginas cómo. Cuando llegué a la habitación del hotel donde estaba hospedado, Keith Richards, el guitarrista de la banda, me hizo pasar hasta donde estaba Mick Jagger con una mujer en la cama. Así me dio la entrevista.
─¿Tiene imágenes de esa entrevista?
No me dejaron entrar con fotógrafo (Ríe).
─¿Cuál es la satisfacción más grande que le ha dado el periodismo?
Muchas, pero sobre todo la posibilidad de ayudar. Gracias a mi trabajo como corresponsal en un medio japonés, pude ayudar a que Juan Makino Tori, ‘El samurái del huayno’, encuentre a sus hermanos que habían sido enviados a Japón antes de la guerra y no sabía nada de ellos.
─Don Alfredo, ¿extraña las redacciones?
A veces las extraño, pero como escribo en Facebook y en Perú Shimpo, el periódico de la colectividad peruana-japonesa, no es tan duro.
─¿Qué es lo más valioso que le ha dado la vida?
Una familia hermosa y haber conocido a tanta gente y seguir disfrutando de su amistad, de su cariño. Siempre que me reúno con mis colegas, la pasamos bien.
─¿Ha pensado plasmar sus vivencias en un libro?
Estoy escribiendo uno, espero terminarlo pronto. Mis hijos son los más entusiasmados con ese tema.
─¿Cómo le gustaría que lo recuerden el día que ya no esté en este mundo?
Silvia Miró Quesada dice que le gusta mi sonrisa y mi sentido del humor porque pocas veces me han visto enojado [ríe a carcajadas]. Me gustaría que me recuerden de esa forma: feliz y sonriente.
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Por error se aseguró en esta nota que Sebastián Salazar Bondy y Jorge Puccinelli fueron maestros de don Alfredo Kato. Se corrigió el error el 23 de octubre de 2022.
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