Cuando se publico el libro “Travesuras de la niña mala” de nuestro nobel Mario Vargas Llosa, allá por 2006, parte de la sociedad peruana más conservadora se escandalizó por los pasajes eróticos y amorosos de una pareja consumida por una relación tormentosa. Los más jóvenes, tentados por la inmoralidad, buscaban leer una copia del texto, aunque estuviese prohibido para los menores de edad.
Uno de estos curiosos adolescentes fue Rowi Prieto, actor peruano que hoy estudia Dirección de Cine en Buenos Aires. Sin esperarlo, la noticia de que VIX+ (la plataforma de streaming de Televisa y Univisión) estaría realizando una superproducción homónima inspirada en el libro, le llenó de emoción. Su personaje, el ‘gordo’ Paul Escobar, es el mejor amigo del protagonista Juan Pablo di Pace, lo que le ha garantizado un rol estelar en la producción.
De este modo Prieto, se une a una serie de actores peruanos que conforma este proyecto, como Vanessa Saba, (“Ella y él.” “Locos de amor”), Javier Dulzaides (“Al fondo hay sitio”), Mauricio Abad (“Luis Miguel, la serie”), Nidia Bermejo (“Nacida para triunfar”) y Nicola Porcella (“Ven, baila, quinceañera”). En entrevista con El Comercio, nos comenta los detalles de la producción, su rol como asesor cultural en la serie y la controvertida posición política de su personaje.
Es la historia entre Ricardo (Juan Pablo di Pace), un hombre atrapado en la rutina y su amor de adolescencia (Macarena Achaga), una mujer inconformista y aventurera que lo sacará de su marco realista.
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—¿Cómo fue que llegó el proyecto a tus manos?
Yo estaba tranquilo estudiando Cine en Buenos Aires, y me escribe una amiga, Alexandra Graña, que también es actriz. Fue un día cualquiera, eso de las nueve de la noche, y en eso me pregunta: “Rowi, ¿estás gordo?” Y yo desconcertado le dije que lamentablemente sí. Tenía unos kilos más de los que habría querido, y luego me pidió enviarle fotos donde salga incluso más gordito. Yo no entendía, pero después me dijo que era para un casting. No pasa mucho tiempo y me escribe alguien de Televisa para grabar un proyecto en Londres y París. Yo afortunadamente solo me dedicaba a estudiar y estaba libre, por lo que hice mi casting por zoom y a las dos semanas ya estaba seleccionado con un pasaje directo a México para empezar la preproducción de la serie. Fue como ganarse la lotería. Realmente la noticia llegó a mí como una noticia que cae del cielo. Desde ese momento hasta el último día de rodaje, ha sido un regalo. Estoy alucinado con la experiencia que estoy viviendo, porque no es tan simple acceder a ese tipo de oportunidades.
—¿En qué momento te enteraste de que la serie era una adaptación del libro de Mario Vargas Llosa?
Yo lo sabía desde el comienzo. Yo había leído el libro a medias y a escondidas cuando estuve en el colegio, porque cuando salió yo no tenía edad para leerlo; aun así leí algunas partes a escondidas, fue fuerte. Ahora que lo releí lo entendí mejor y es un orgullo, que haga este proyecto inspirado en mi compatriota. Este es una producción mexicana, entonces yo estaba ahí representando al Perú, eso también fue precioso.
—Tu personaje se caracteriza por tener matices contradictorios. ¿Cómo hiciste para acercarte a él?
Sí. Cuando leí el personaje en el guion yo pensé que se habían equivocado, porque su descripción y las escenas que tenía que realizar, hacía parecer que eran dos personas totalmente distintas. Yo interpreto al gordo Paul Escobar, un líder militar del MIR del movimiento de izquierda revolucionaria. En los textos él es muy duro con sus palabras y por otro lado, en su descripción, él es un hombre feliz de una sonrisa eterna; una persona encantadora. Entonces encontrar el balance fue interesante. Después, el director me dijo que fue mi propuesta lo que más lo había convencido de darme el papel.
—¿Y físicamente?
Yo engordé un montón de kilos. Cuando hice el casting estaba un poquito pasadito de postres, pero al leer la descripción hablaban solo de lo “gigante” que estaba y cómo le costaba respirar. Así que empecé a comer desenfadadamente y debí subir más de 30 kilos. No se lo recomiendo a la gente, pero yo sentí que el personaje lo necesitaba y debía sentirme más incómodo con mi cuerpo. Comer sin límites no me fue difícil, evidentemente, sin embargo, me costó más prepararme mentalmente.
—La producción ha sido bastante elogiada por el acento peruano bien logrado por parte del elenco principal, los argentinos Macarena Achaga y Juan Pablo Di Pace. ¿Estuviste practicando junto a ellos?
Sí, claro. En los créditos, aparte de mi rol como actor, aparece mi verdadero nombre “Roberto Prieto Silva” y figuro como asesor cultural. Trabajé muy de cerca con ellos y de hecho, se han vuelto amigos para toda la vida. Incluso viví un tiempo con Juan Pablo en un departamento.
—¿Tal cual como sucede en la novela?
Tal cual. Fuimos roommates y el coach de acento peruano. Ambos actores tienen diferentes formas de trabajar, Juan Pablo es como muy chancón, estudia bastante; Macarena en cambio te necesita en el set para que le repitas y al toque lo agarra. Por suerte conecté muy bien con ambos.
—Y más allá de enseñar nuestros acentos, ¿cuáles eran tus funciones como asesor cultural?
Fueron tonterías que al final aportan muchísimo en la calidad y en la verosimilitud del producto. Por ejemplo, hubo una fiesta donde vi que le servían a los invitados un plato con causa, dos picarones al lado y aceitunas encima. Es un ejemplo tonto, pero le hablé al gerente de arte para avisarle, ellos creyeron que el picarón era salado. Claro, hicieron un trabajo de investigación alucinante, pero hay cosas que se les escapan. Otra vez, colocaron la bandera del Perú invertida, o usaron varios ponchos azules; que, aunque existen, por lo general nosotros tenemos pigmentos rojos, amarillos o más relacionados al color tierra.
—Deduzco que, por ese trabajo como asesor, estuviste muy presente en todo el rodaje.
Claro, no sabes todo lo que aprendí. Yo estudio cine y para mí fue como un regalo estar tres meses ahí metido donde revienta el cohete. Ganándome bastante tiempo con una súper producción de Hollywood. Fue alucinante.
—Yendo hacia la historia. Tu personaje Paul es muy complicado, porque por su posición de izquierda se topa con el contexto de Sendero Luminoso, un tema muy sensible para nuestra nación
Sí se toca este tema en la serie y tuve la oportunidad de hablar con los directores para cuidar muchísimo estos detalles. Mi personaje es un militante comunista que habla de la Revolución y hay discursos que podrían ser delicados en el Perú, todo eso lo cuidamos muchísimo por más que en toda Latinoamérica existan historias más o menos similares. Por más que la serie estaba hecha en México para un público internacional, sí hay algunos símbolos y algunas frases con las que no nos quisimos meter. Afortunadamente mi personaje aparece en los 60, mucho antes de la aparición de estos grupos subversivos en Lima y en el Perú. Entonces, por suerte, mi personaje directamente no hace apología de nada de eso. Él está lleno de ilusiones, es muy detallista y realmente cree en lo que profesa. Te puede parecer que está o no equivocado, pero no es una mala persona ni quiere hacer daño a nadie.
—Justamente ahora tenemos una coyuntura de protestas sociales donde florecen ideas de igualdad. ¿Cómo lo imaginarías dentro de este escenario?
Creo que si hay algo que tiene mi personaje, y que es lo que más me gusta de él, es que es idealista hasta el límite de saber lo que está mal. Es una persona que no está a favor de la muerte, y que, si bien puede morir por sus ideales, no mataría a nadie ni cargaría armas. Por eso tiene la particularidad de que nunca está armado. Él está convencido de lo que cree, pero con una moral, principios y valores sólidos, con mucho respeto por la vida humana y con mucho respeto por la democracia.
—Estás en nuestro país en estos días. ¿Te trae algún motivo más que las festividades?
Yo no estaba preparado para recibir la oportunidad de hacer esta serie, asó que no tengo un plan de acción a nivel marketing. Veré a mi hermana, a mis cuatro gatos, a mis amigos y a mi mamá. Tengo planes de volver a México para trabajar ahí, que es un poco mi idea. Tampoco descarto trabajar en Lima, aunque no he recibido ninguna propuesta. En mi mente estoy comiendo pavo, y el 2 de febrero regreso a Buenos Aires para seguir con mis estudios y lo que me depare la vida.