Antes de ser mamá escuché que cuando las mujeres tenían hijos sus temas de conversación giraban todo el tiempo en torno a sus bebés. Eran casi siempre comentarios en tono de crítica, insinuando que las reuniones de amigas se volvían monotemáticas. Como si la maternidad las hubiera vuelto aburridas y menos interesantes. O como si las hubieran sometido a un molde inescapable de mamá chocha, haciéndolas abandonar sus antiguos intereses, chispa y pasiones.
Las pasiones que ocupaban mi mente y mi tiempo en la universidad eran aprender de grandes maestros como Luis Jaime Cisneros o Alberto Ísola, descubrir a Chomsky, a Freud y a Lacan, discutir con mis amigos sobre ética, derechos humanos y teatro, acudir a marchas por la democracia, expresarme y crear. Y al iniciarme en la vida profesional, intenté poner todo lo aprendido en movimiento.
En el último año, sin embargo, desde una posición un poco más contemplativa, me observo y descubro el gran interés que me despiertan aquellos temas que supuestamente no merecían tanta atención: los primeros sonidos de los bebés, sus horarios de sueño, cuáles son los primeros sonidos que balbucean, qué es mejor darles de comer, con qué frecuencia, ¿usa chupón o no?, ¿cuál es su estrategia para que aprenda a darse la vuelta solito?, ¿cuál es su sonido favorito?, ¿duele la espalda cuando te agachas para ayudarlo a caminar?, ¿te funciona el canguro?, ¿cuál es el mejor sacaleches?, ¿qué hacer si no para de llorar?, ¿cuántas veces por noche se despierta?, ¿qué haces si se come la planta de la maceta?, ¿protector solar no es lo mismo que pantalla solar?, ¿por qué nadie me dijo que tal marca de pañales es mejor que la otra?
Todos los días surge un nuevo tema, una nueva pregunta, algo obvio para tantas mujeres, pero de lo que yo no tenía idea. Y de pronto me encuentro hablando todo el día de temas de bebés, compartiendo fotos y videos con amigas y familiares, enterneciéndonos por muecas y soniditos simples, pero que para mí son maravillosos.
Y no me aburro ni un poquito. Lo encuentro todo interesantísimo. Interesante ser testigo del desarrollo de mi bebe, y de cómo ella va descubriendo todo a su paso.
Este estado me hace pensar en los enamorados. Cuando una pareja recién se constituye, los demás comentan lo bobos que se los ve. Acaramelados, mirándose con cara de hechizados, como si flotaran en las nubes. Quienes se burlan es porque han olvidado (o aún no conocen) la sensación de estar fascinado con alguien y que se note en la cara.
Escuchar a otras mamás y compartir experiencias de mi maternidad me coloca en otro lugar, me abre el corazón al mundo de mi hija y me da otra mirada sobre los procesos humanos. Es tierno descubrir que hay cosas que se repiten en otros niños, y en ese sentido ayuda mucho compartir y consultar. Pero al mismo tiempo disfruto descubrir eso diferente que hace que mi niña sea ella y no otra persona. Eso que la hace particular, única. Sus gestos, sus intereses, sus maneras, su voz, sus ocurrencias, lo que le da risa, lo que la asusta, lo que le gusta, lo que reconoce, lo que evoca, lo que reclama, lo que la hace buscar refugio en mí y lo que la atrae del mundo de afuera.
Entre mujeres los temas que nos ocupan, nos mueven y nos interesan son infinitos.
Abarcan desde la incansable lucha por la igualdad de género, la preocupación por la política y la seguridad ciudadana, hasta los conflictos matrimoniales, los pañales y las primeras palabras de nuestros hijos. Todos los temas son muy interesantes y responden a nuestras curiosidades, intereses y prioridades.