Tres turistas llevaban más de una hora dando vueltas desnudos por las calles de Barcelona cuando el fotógrafo Vicens Forner captó la escena.
Eran cerca de las nueve de la mañana y los jóvenes (Forner asegura que de nacionalidad italiana) se acababan de bañar en la playa de la Barceloneta, un arenal urbano muy visitado por turistas.
Luego entraron sin ropa en un supermercado, ante la mirada entre horrorizada y atónita de los empleados. La publicación de la instantánea, hace poco más de una semana, coincidió con una ola de indignación entre los vecinos del barrio, que iniciaron una campaña de manifestaciones para llamar la atención del ayuntamiento de la ciudad.
Los vecinos protestan contra el conocido como "turismo de borrachera", asociado a los visitantes jóvenes que viajan a la ciudad en busca de fiesta, sol y desenfreno.
Aseguran que el barrio, tradicionalmente de pescadores y gente trabajadora, se ha vuelto "invivible". La cercanía de la playa lo ha puesto en el punto de mira del turismo masivo, que convive con restaurantes tradicionales y pintorescas escenas de ropa colgada a secar en los balcones.
"Entraron corriendo desnudos en el supermercado y los paquistaníes que lo atienden tuvieron que sacarlos a empujones", explica Forner a BBC Mundo. El fotógrafo retirado, vecino del barrio, está indignado con la situación.
"Vienen aquí a hacer lo que no pueden en sus países", se queja Forner. Los vecinos del barrio explican que los turistas alargan la fiesta hasta altas horas de la madrugada, hacen ruido y no respetan las reglas mínimas de convivencia.
AGENCIAS DE PISOS
Los habitantes de Barcelona están acostumbrados a los turistas. La ciudad, que tiene poco más de 1,6 millones de habitantes, recibió 7,5 millones de turistas en 2013.
"No estamos en contra de los turistas, pero queremos un turismo responsable, que se integre con la ciudad", dice Lourdes López, vicepresidenta de la Asociación de Vecinos de L'Òstia, en Barceloneta.
La ira de los vecinos se ha dirigido contra las agencias inmobiliarias que alquilan los pisos de forma ilegal. En Barcelona, para alquilar un piso a turistas es necesario obtener una licencia del Ayuntamiento. En el distrito del que forma parte Barceloneta, Ciutat Vella (el centro antiguo de la ciudad), las licencias están congeladas desde 2006.
Los vecinos de Barceloneta dicen que en el barrio solo hay 72 pisos registrados, pero en realidad funcionan cerca de un millar.
El problema del ruido se grava porque en los pisos suelen ser muy pequeños (de unos 30 metros cuadrados) y las calles son estrechas, lo que las convierte en cajas de resonancia.
Antonio Heras, de 70 años, ha visto a turistas mantener relaciones sexuales con las puertas y ventanas abiertas. "Tengo dos bloques turísticos enfrente de casa. He tenido que salir muchas veces a llamarles la atención", relata.
El gobierno municipal es consciente de las dificultades y cree que algunas quejas son "razonables". "Tenemos muy claro que hay que cuidar y mimar a los vecinos, que son los que dan alma y autenticidad al centro histórico", dice Mercè Homs, concejala del distrito de Ciutat Vella por el partido Convergència i Unió.
El gobierno aprobó en 2013 una normativa que obliga a los pisos turísticos a agruparse en un bloque, para concentrar la oferta y reducir las incomodidades de los vecinos.
Según Homs, los turistas con "actitudes incívicas" son una minoría, pero molestan mucho. "Es importante recordar que en Barcelona no vale todo y aquí no cabe todo el mundo", dice.
El ayuntamiento ha aumentado el número de inspectores para detectar los pisos ilegales, explica la concejala.
TENSIÓN EN OTROS BARRIOS
Por el volumen de turistas que recibe la ciudad, Barceloneta no es el único barrio con tensiones entre turistas y vecinos.
En Sagrada Familia, por ejemplo, los vecinos han organizado protestas por las molestias que les causan los autobuses turísticos con visitantes ansiosos de conocer la catedral de Gaudí.
Este tipo de problemas, por supuesto, no son exclusivos de la capital catalana. Pero sí hay algunos factores que complican la convivencia entre locales y foráneos.
"En Barcelona hay turismo de sol y playa, como en otras zonas costeras", dice Albert Grau, socio de Magma Hospitality Consulting, consultora especializada.
"Pero en muchas de esas zonas, el 90% de la población vive del turismo", añade. Eso no ocurre en Barcelona, donde el turismo debe convivir con la industria y una importante actividad económica.