Los policías están redoblando esfuerzos para que los peruanos entiendan que el coronavirus no es un juego. (Foto: Andina)
Los policías están redoblando esfuerzos para que los peruanos entiendan que el coronavirus no es un juego. (Foto: Andina)
Victor Garay

Son las 5 de la mañana. Inicia un día más de la cuarentena en el Perú por culpa del . Los rayos del sol comienzan a aparecer y mientras una gran mayoría aún sigue durmiendo, el suboficial de tercera Cristian Marchan Laura evita despertar a su familia, se persigna y deja su barrio en San Felipe – Comas para partir rumbo a Ventanilla.

Es otro día más de trabajo para Cristian que le toca cuidar todo el perímetro del Mercado de Mi Perú. Desde que comenzó todo este problema, él y sus compañeros no saben lo que es descansar. Las instrucciones la saben de memoria: a este nuevo enemigo, al , no hay que darle tregua.

Muchos creen que los policías son personas que tienen que resistir de todo porque son los encargados de velar por nuestra seguridad. No se equivocan. Lo hacen porque así lo decidieron. Pero hay que entender que también son seres humanos. En días donde todos se quejan por estar en casa, ellos sueñan que todo se termine para poder estar junto a sus familias.

Así termina una jornada para el suboficial de tercera Cristian Marchan. (Foto: Facebook).
Así termina una jornada para el suboficial de tercera Cristian Marchan. (Foto: Facebook).

Hoy ese abrazo o beso de mamá o papá, que hace algunas semanas era repetitivo en casa de Cristian, ha sido cambiado por un mensaje de texto: “cuídate mucho hijito”. Trabaja desde las 6 de la mañana hasta las 5 de la tarde y el riesgo de contagio es muy alto. Por el momento es preferible evitar el contacto.

“Son días difíciles. Sabemos que estamos expuestos pero es nuestro deber cuidar a todos los peruanos. Sin embargo, no voy a negar que mi estado de ánimo y el de mis compañeros se vino abajo. Quizá sea el cansancio de tantas horas acumuladas, de tanta tensión escondida detrás de un traje”, cuenta Cristian con toda la sinceridad que lo caracteriza.

Los policías redoblan esfuerzos para que la gente se quede en su casa.
Los policías redoblan esfuerzos para que la gente se quede en su casa.

Residirse no está en su vocabulario. Hay momento donde quizás está asustado, como tú o yo. Se le hace un nudo en la garganta cada vez que agarra su celular y ve como la gente comparte en su redes sociales estados en familia, mientras él la pasa cuidando a una familia que no es la suya.

“Los policías también queremos ganar esta guerra porque extrañamos a nuestras familias. Este enemigo, el coronavirus, es invisible. La única forma de ganarle es quedándose en casa y seguir al pie de la letra lo que dicen los médicos. Por eso pedimos que nos hagan caso. Que también luchen con nosotros”, dice Marchán.

A mal tiempo, buena cara. Cristian espera que se termine todo esto para volver junto a su familia.
A mal tiempo, buena cara. Cristian espera que se termine todo esto para volver junto a su familia.

Lo que más cansa a los policías y soldados son ese grupo que no hace caso. Le dicen que solo salga uno a hacer las compras pero van al mercado en familia y hasta en carro. Les dicen que se queden en sus casas y buscan la forma de sacarle la vuelta a estas reglas.

“Por el Mercado Mi Perú hay personas que siguen haciendo su vida normal. Les decimos que no salgan en grupo pero no hacen caso. Desde el día uno venimos repitiendo lo mismo “quédense en sus casas” pero son poquitos los que entienden. Además tenemos que lidiar con los mototaxistas y taxis informales que siguen circulando. No podemos entender su testarudez”, agrega Cristian.

Cristian Marchan junto a dos de sus compañeros en plena labor.
Cristian Marchan junto a dos de sus compañeros en plena labor.

Marchán es uno de los encargados de la Oficina de Participación Ciudadana. En cada turno hay como 120 efectivos tratando de generar conciencia y suplicando a las personas que cumplan las reglas. En Mi Perú la gente creen que el virus no va a llegar hasta allá. Habría que decirle que el coronavirus no entiende de clase social.

A sus 26 años, Cristian no va a parar hasta que, junto a sus compañeros, gane esta pelea. Prefiere cambiar el agua, las galletas o hasta los almuerzos que le da la gente por una sola cosa: comprensión. Te lo agradecerán los miles de peruanos que están en las calles tratando de que mañana podamos darle el abrazo a esa persona que tanto extrañamos.

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