Angie Schlegel: "Un tango en Lima" - 3
Angie Schlegel: "Un tango en Lima" - 3
Redacción EC

Maritza Noriega

Empezó a hacer ropa para sus muñecas a los 8 años, grabó dos discos en Argentina, viajó a la Patagonia y ahí se encontró con un amor que la trajo a Lima. Aquí ha pasado de restaurar casonas antiguas a tener uno de los atelieres más concurridos por las novias limeñas. Al próximo Lifweek llevará una colección inspirada en el baile emblemático de su país.

Angie Schlegel ha tenido una mañana de locos y ha dejado a su perro aullando en casa. Faltan días para que empiece la semana más intensa de su año. Pero una vez que se sienta a conversar, ella deja los problemas atrás, se concentra y abre todos sus recuerdos. Entonces desborda su atelier de Miraflores con sus historias y todos -fotógrafo, la escuchamos ensimismados. Angie nos deja ver a una mujer que se apasiona con cada nuevo proyecto, a una joven que pese a sus 31 años ha reunido miles de experiencias, a una chica encantadora que sueña con seguir creciendo en el mundo de la moda y también con formar una familia.

Nació en Argentina, en el seno de una familia de inmigrantes europeos. Lo que nunca imaginó es que un día ella también emigraría y vendría a vivir al Perú, donde encontraría el amor y abandonaría su carrera de Turismo para trazarse una nueva en el diseño de modas. No estudió nada para vivir de la moda, pero es algo que le apasionó desde niña, cuando jugaba con su maquinita de coser de Snoopy y hacía vestidos para sus muñecas; cuando observaba a su abuela coser por las noches y ponerse trajes lindos de día, cuando creó un showroom de ropa en su propia casa y vendía su marca a tiendas de provincias argentinas. En alemán, su apellido es sinónimo de martillo pero también de empuje, de la misma fuerza y tenacidad que emplean los herreros para forjar el acero. La joven Schlegel honra su apellido con ese mismo empeño.

¿Por qué viniste a vivir al Perú?

Por amor. Yo estaba de vacaciones en La Patagonia y conocí a Luis Felipe, peruano, mi futuro marido y con quien llevo ya seis años de convivencia. Él es comunicador y fotógrafo documentalista, así que estaba sacando fotos para su portafolio. Yo acababa de terminar una relación muy larga y no quería saber nada con nadie, pero curiosamente estaba leyendo un libro que transcurría en el Perú y, en el medio de la montaña, encontré a Luis Felipe. Un mes después vine al Perú con un pasaje por tres meses, supuestamente para recorrer el Perú, pero no lo hice y me quedé a vivir.

¿Alguien te dijo que era una locura?

Ah, me acuerdo que cuando el avión estaba dando la vuelta por el Callao, antes de aterrizar, me pregunté qué hacía aquí. Pucha, me respondí, estoy loca. Pero una vez que bajé del avión, mis ideas se ordenaron y me sentí muy segura. No habíamos empezado una relación allá, vine a vivir en su casa, con su mamá, como amigos. Al segundo mes en el Perú ya tenía trabajo y al tercer mes regresé a Buenos Aires a recoger el resto de mis cosas.

¿De qué se trataba tu primer trabajo?

Fue ayudando a restaurar una casona antigua en Barranco.

¿Cuándo estudiaste diseño de modas?

Nunca lo hice. Yo estudié Turismo y después me especialicé en Historia del Arte y he trabajado restaurando obras de arte y casonas. Diseño de modas es algo que siempre he hecho, pero al momento de escoger una carrera esto no estaba tan bien posicionado como ahora. Mi abuela, que era actriz, música y artista, pintaba cuadros maravillosos, cosía su propia ropa. Dormía de día y cosía y pintaba de noche. Yo la miraba con fascinación. Ella murió de cáncer y hasta el último momento tuvo su peluca espectacular, sus uñas pintadas y alguna cosa linda que se ponía. Tenía un sentido de la estética no superficial, sino que parte de su espiritualidad consistía en sentirse bien consigo misma. Aunque la conocí poco, creo que saqué mucho de ella. Y mi mamá es coquetísima, regia y saqué de ella la tenacidad y la constancia.

¿Cuándo empezaste a coser?

Yo le hacía la ropa a mis muñecas. Me regalaron una máquina de coser de juguete, pero que cosía de verdad, a los 8 años. Mi abuela y mi mamá me enseñaron a bordar con bastidor. He hecho muñecas de trapo a mano, cojines, agarraba una blusita y le bordaba alguna cosita, siempre tenía mis hilos y mis agujas.

¿Y te salía bien lo que hacías?

¡No, me salía horrible! Pero yo creía que era increíble. Después, cuando mi hermana Verónica se casó, me regaló su máquina de coser semiindustrial. Yo tenía 14 años y entonces empecé a hacer cosas más avanzadas, sin que nadie me enseñe, sino porque yo desarmaba la ropa, era el dolor de cabeza de mi madre. Me hice mi vestido de 15 años a partir del vestido de novia de mi mamá. Lo desarmé y me compré una seda linda junto con mi mamá.

Ya para entonces coserías bien, me imagino, por eso te permitió desarmar su traje de novia.

Me lo permitió porque no tenía otra opción, yo era superrebelde.

¿Qué hacías antes de venir al Perú?

Había creado una empresa con una marca. Diseñaba para tiendas y tenía un showroom bastante grande armado en mi casa. También acababa de terminar de grabar mi segundo disco como solista.

¿También eres cantante?

Tengo mis facetas ocultas, ja, ja, ja. La música me apasiona tanto que creo que no podría hacer música y moda al mismo tiempo.

¿Tienes hijos?

Todavía no.

Pero tienes un perro..

Tengo un perro hermoso, un marinovio maravilloso.

¿Cuál es tu onda en el diseño de moda?

Ahora hago muchos trajes de novias. Pero me sigue gustando muchísimo el tejido y toda la línea prêt-à-porter.

¿Te llena el tema de novias?

Me llena un montón, porque es toda una experiencia. Conocer a una persona y ayudarla a cumplir un sueño es un desafío y siento que cada vez lo tengo que hacer mejor, eso me emociona un montón.

Muchas novias traerán sus diseños de revistas.

¡O de Pinterest, que es mi karma! Sí, algunas lo tienen clarísimo, pero trato de decirles: mira, si vienes acá para que yo te diseñe un vestido, aprovecha la oportunidad de que verdaderamente diseñe un vestido para ti. Luego trato de tener una idea clara de lo que quiere, sacarle algo de dentro para que el diseño sea realmente para ella. Pero a veces se me complica. Por ejemplo, en el último desfile cerré con un vestido de novia muy bonito, que ahora está en la vitrina, y ahora todas quieren ese modelo… ¡todas! Y yo no quiero repetirlo, claro, quiero que cada novia tenga su propio vestido.

¿Cuál es la tendencia en vestidos de novias?

En color, el ivory, el blanco ya no se usa. Se combina con detalles en rojo o negro o un tono pastel en degradado. En cuestión de telas, organza, seda. Tengo una línea superromántica, pero muy limpia, todo en seda o todo en raso, donde básicamente lo interesante del vestido es el corte y el diseño, no tanto el bordado de la tela ni el encaje.

Además de trajes de novias, ¿qué diseñas?

Hago los trajes para la hermana de la novia, la mamá, etc. También hago colecciones personalizadas. Hay gente que no quiere meterse a un mall, pero necesita renovar su clóset, o hay chicas que no saben qué es lo que mejor les queda. Me reúno con ellas, vemos qué colores les gustan, analizo sus cuerpos y les presento una propuesta de tela y, en base a eso, diseño una colección de piezas que puede combinar entre sí. En las mañanas ellas solo tienen que escoger una parte de abajo y una parte de arriba, punto. Es superbonito, porque he tenido clientas que se han descubierto como mujeres en ese proceso y lloramos, nos emocionamos, en las mañanas me mandan fotos por Whats App con lo que están llevando para trabajar. Son colecciones de 38 piezas por cliente.

¿Qué puedes comentarnos del próximo Lifweek?

La colección que estoy preparando se llama tango. Al estar lejos de mi país y sentir melancolía, ese sentimiento de inmigrante, ha hecho que me inspire en el tango. Aunque no muchos lo saben, esta música empieza con los inmigrantes africanos en Uruguay, es una fusión de baile africano que se bailaba entre hombres. De ahí, la inmigración italiana, francesa, alemana y española le fue aportando cada una su instrumento, su melodía, etc. Las letras del tango son melancólicas, fuertes, muy intensas, hablan de un desamor, una pasión que no se concretó, de dejar atrás tu país, etc. Eso me inspiró, por mi propia historia de inmigrante y por la historia de mis abuelos, que vinieron escapando de la Segunda Guerra Mundial, de Alemania, Italia, Francia y Yugoslavia. También porque ahora abres cualquier diario y lees noticias muy tristes de Argentina, yo quiero que se  abra un periódico y vuelva a leerse algo lindo relacionado con mi país.

¿Y cómo pasas de esa inspiración en el tango hasta la ropa?

Mi proceso creativo comienza siempre con la investigación, sobre todo en la historia y el baile. Me inspiré en la relación del bailarín con su cuerpo. Tú ves a dos bailarines y sientes la pasión, la emoción, el deseo, la frustración a través del cuerpo. Ese lenguaje quiero transmitir a través de la ropa. Y la otra parte es la historia del tango, que tiene su época dorada con Carlos Gardel; tiene grandes maestros, como Mariano Mores; tiene la época de rebeldía total y renovación con Piazzolla y ahora la fusión con música electrónica, esa historia también se ha visto reflejada en el vestuario. La colección es un recorrido por la historia del tango, tanto en el vestuario como en la música que se va a escuchar en el desfile, además una sorpresa que no puedo adelantarte.

Te ha ido muy bien en los Lifweek anteriores que has participado...

Muy bien. Nunca en la vida imaginé lo que iba a pasar. Y ahora cada vez me pongo la vara más alta y el crecimiento de mi empresa ha sido descomunal, casi inmanejable. A dos semanas de Lifweek vienen todas las clientas y casi no puedo atender la demanda.

¿Cuál sería tu manera de crecer en un trabajo tan personalizado como el tuyo?

Tendría que aprender a delegar, contratar a un brazo derecho y ver las cosas desde un punto de vista más empresarial y con gente que me ayude a enfocar el negocio. Ahora me niego a perder este tema de atelier, de consulta personalizada. A todas las clientas las atiendo yo, en los talleres estoy yo, las compras las hago yo.

¿Haces toda tu ropa?

Sí, casi todo, pero también compro de otros diseñadores y cuando voy afuera trato de comprar cosas básicas, pero también me doy el gusto de comprar algo de diseñador.

Se dice que los diseñadores peruanos no son muy osados, que no arriesgan con el diseño.

Aquí todavía estamos en pañales. Tú vas a España y ves otra cosa, vas a Nueva York, Milán y ves otra cosa. Allá la gente no tiene prejuicios, acá la gente es muy clásica, le gusta seguir tendencia, pero no sobresalir. Para avanzar en diseño de autor y tener una propuesta más osada falta gente que compre. Pero yo estoy muy contenta acá con ser parte del proceso, del crecimiento. A veces también me preguntan por qué no hago cosas más arriesgadas, pero tengo que comer, juntar la plata para comprarme un departamento, etc.

¿Qué planes tienes a futuro?

Un montón, soy muy soñadora. En mi trabajo, si Dios quiere, estaremos mudándonos a un lugar más grande con un colectivo de diseño. Además, quisiera que siga creciendo mi empresa, tener un atelier de novias y una tienda de prêt-à-porter. Obviamente me gustaría estar en una pasarela internacional, en Nueva York, por ejemplo. Quiero llevar a esta colección de Lifweek a Argentina. Y en lo personal, necesito encontrar el momento, con Luis Felipe, de tener una familia, cosa que ahora no puedo porque mi vida es una locura. Pero mi sueño es tener mi hijo, mi marido, mi perro y estar siempre rodeada de la gente que quiero.

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