Karina Villalba dice mi madre cada vez que piensa que de sus siete hijos, cinco ya están casados y hace rato que volaron de casa. A ella, que ha dedicado toda su vida a criar niños, educarlos, cocinar, zurcir camisas, curar heridas y muchas otras tareas parentales le entristece que hoy, solo los domingos, pueda reunir en casa a todos sus vástagos. Pero se consuela repitiendo una frase que mi abuela siempre le recordaba, «es la ley de la vida». Y así es
Cuando los hijos crecen, buscan emanciparse. Abren sus alas y quieren volar. Es un proceso natural. Aunque nos apene, debemos comprenderlo y asumirlo. No podemos aferrarnos a la idea de que ellos nos van a necesitar toda la vida y que siempre estaremos ahí para ayudarlos. Parte de nuestra labor como padres es dejar que ellos vuelen y permitir que se caigan, metafóricamente hablando. Debemos enseñarles a levantarse, acompañarlos y alentarlos en sus nuevos emprendimientos.
En teoría, suena bien. Pero, en la práctica, ¿cómo hacemos para que la independencia de los hijos nos afecte menos?
EL SÍNDROME DEL NIDO VACÍO
El sentimiento de tristeza y soledad que invade a los padres, tras la partida de los hijos –para estudiar aquí o en el extranjero, mudarse o casarse– es denominado «síndrome del nido vacío». Afecta a todos los que tienen hijos, pero más a las madres –pues son ellas quienes se encargaron de preparar el nido cuando los hijos nacieron–, especialmente a aquellas que han dedicado toda su vida a los hijos y que después del vuelo, se ven a sí mismas sin ningún objetivo, obligación o utilidad.
SÍNTOMAS
El síndrome puede causar desánimo, ansiedad, trastorno del sueño, pérdida del apetito y, en algunos casos, depresión, que puede acentuarse si en casa ya no queda nadie más que el esposo que, por lo general, pasa muchas horas fuera del hogar. Tener otro hijo en casa o alguna persona que nos haga compañía, ayuda a reducir la nostalgia.
Aunque la mayoría de síntomas tienen un matiz psicológico, algunas personas somatizan la pena y experimentan dolores de estómago o de cabeza. Estos malestares pueden estar asociados a una depresión severa. En estos casos se recomienda visitar a un psicólogo.
PREPARASE ES LA SOLUCIÓN
Pasar horas frente a la tele viendo, repetidas veces, el video de cuando el bebe dio sus primeros pasos, balbuceó sus primeras palabras o vomitó su primera papilla, no es una práctica muy saludable, porque hace más evidente la ausencia y no aporta nada.
Los expertos recomiendan a los padres esforzarse en tener una relación de calidad con los hijos cuando aún están en casa. Así, llegado el momento, la transición será más llevadera.
Por otro lado, coinciden en que aquellos que practican algún deporte o que son parte de alguna asociación, sufren menos «la pérdida». Y aconsejan inscribirse en clubes o grupos con gustos afines para que se sientan útiles y darle un significado a sus vidas.
Finalmente, debemos pensar que el abandono es positivo y que si los hijos están listos para irse es porque hicimos un buen trabajo como padres.
CÓMO COMBATIR LA NOSTALGIA
1. Acepta la partida. Y comprende que la relación con tus hijos cambia, pero no termina.
2. Adáptate. Tómate el tiempo que sea necesario para acomodarte a la nueva situación. No te deshagas de las cosas que tu hijo dejó en casa, pero tampoco conviertas su cuarto en un altar.
3. Libérate. Ya no tienes que levantarte temprano para preparar el desayuno, ni quedarte despierta hasta tarde esperando que tus hijos lleguen. Ha llegado el momento para ti.
4. Comunícate. Mantén la comunicación con tus hijos, pero no los abrumes. Envíales un mail antes que llamarlos, para no presionarlos.