“En la vida hay dos momentos claves, el día que naces y el día que descubres para qué naciste”. Para Vanessa Vásquez, lo segundo ocurrió cuando tenía 33 años y cayó gravemente enferma al otro lado del planeta, en Asia. Sin tener a su familia al lado, distintas personas se fueron presentando en su camino para cuidarla y brindarle ayuda, lo que para ella significó un quiebre en su vida. ¿Cómo es que sin conocerla, podían quererla tanto?
De regreso en Lima, la peruana continuaba con esa premisa en la mente. Había logrado vencer la enfermedad que dijeron la mataría, y ahora necesitaba encontrar la manera de retribuirle a la vida lo bondadosa que había sido al permitirle una segunda oportunidad. Este, sería el inicio de una labor que hasta el momento ha beneficiado a cientos de peruanos. Labor, que le ha permitido conocer a profundidad la situación de su país, y de los peruanos que la conforman. Cuidar a los demás como en su momento ella fue cobijada.
-¿Cómo fue que nació ‘Juguete Pendiente'?
Juguete Pendiente nace a consencuencia de una enfermedad que tuve. En el año 2013, yo sufrí una serie de sucesos inesperados. Creo que nadie podría pensar que esa clase de situaciones puedan suceder tan juntas. El detonante fue la septisemia que sufrí mientras me encontraba de viaje en Asia. Tuve una infección generalizada en la sangre y me desahuciaron, porque llegué súper mal al hospital. Me dijeron que me quedaban solo 48 horas de vida.
Paralelo a eso, me enteraba que le habían detectado cáncer a mi abuela. Yo era muy cercana a ella, así que en mi mente dije: ”no pues, yo no me puedo morir, porque tengo que cuidarla. Eso seria inconsebible, no puedo”. Le dije al doctor que me iba a curar, que me ayudara y me diera todas las medicinas necesarias. También tenía que hablar con mi papá porque había la probabilidad de que muera, porque estaba muy mal.
-¿Qué edad tenías cuando pasaste por todo eso?
Treinta y tres. Recuerdo que pasaron las primeras 48 horas que eran decisivas y logré estabilizarme un poco. De ahí pasaron 36 horas y empecé a ingerir alimentos. Luego 72, y así sucesivamente hasta los 10 días. Mi seguro viajero ya se acababa y tenía que regresarme como sea. En este viaje de regreso, yo estaba con el riñon bastante lastimado, por lo que tuve que regresarme en silla de ruedas. El vuelo de regreso era de aproximadamente 36 horas, entre que vas y vienes, cambias de avión y todo. Como yo estaba con poca movilidad, perdí una conexión, y me puse a andar con la silla de ruedas, de un gate a otro. Llegué como a las cuatro de la mañana y mi vuelo salía a las 2 de la tarde de ese mismo día, faltaban muchas horas. Estaba con mi silla de ruedas en el aeropuerto y me encontré con una señora peruana que estaba limpiando los pasillos. Se me acercó y me preguntó cómo estaba, a lo que respondí bien y seguí avanzando. Ella me dijo, espera, esto es para ti, y me dio una lata de Coca Cola. Esa lata cambió mi vida. En ese momento pensé: estoy tan mal, que alguien que trabaja un montón para poder vivir en un país extranjero, es empática y compasiva conmigo con lo poco que tiene. Guardé la lata y no la tomé, la tenía como un amuleto.
-¿Qué más ocurrió ese día?
Como a las 8 de la mañana me dieron un voucher para que pueda ir a un hotel dentro del aeropuerto. Cuando llegué al hotel, me recibió otra peruana. Ella me vio tan mal que me bañó, me cuidó, me alimentó y me embarcó. Yo tenía verguenza al principio, pero ella fue muy amable e hizo hincapié en que si me veían mal no me dejarían abordar el avión. Esas dos mujeres cambiaron mi perspectiva.
-Ahí fue que empezaste a formular tu idea de ayudar a los demás...
Cuando estuve en todo el proceso de recuperación, porque cuando llegué a Lima me tuve que volver a internar aproximadamente como un mes o mes y medio, tuve una etapa muy introspectiva. Yo trabajaba en una agencia de publicidad y tenía el puesto que cualquier chica de mi edad quisiera tener que era organizar eventos, conciertos, fiestas, etc, pero sentía que ya no quería hacerlo. Trabajaba viendo marketing y publicidad para una cerveza y sentía que ofrecía consumo innecesario de alcohol y que mi trabajo dañaba a los demás. Hablé con mi jefe, le expliqué la situación y fue muy comprensivo. Recuerdo que ese día estaba con mi asistenta e indagando en internet vimos una frase que la recuerdo mucho: En la vida hay dos momentos claves, el día que naces y el día que descubres para qué naciste.
Ese mismo día en la noche encontré que en Colombia estaban desarrollando una iniciativa que se llamaba “Café Pendiente” y lo que buscaba era afiliar a las cafeterías, restaurantes y bares, para que ellos aceptaran que los comensales dejen comida prepagada. Me fijé si había algo parecido en Perú y no, así que dije: pues lo voy hacer y va a funcionar. Empecé a tocar las puertas de los restaurantes y justo en ese momento, mi mejor amiga de la universidad, Jessica, también tuvo un ‘break’ bastante fuerte en su vida, por un problema familiar y me empezó ayudar. Entonces éramos las dos. Poco tiempo después, entra a tallar el primer voluntario, Neil, que ahora es mi esposo. Éramos los tres contra el mundo.
-¿Y cómo pasan de Café Pendiente a Juguete Pendiente?
A Jessica se le ocurrió la idea de hacer Juguete Pendiente, porque en Argentina ya lo estaban realizando. La idea era brindar juguetes como regalo paliativo. En un principio nosotros quisimos llevarlo por el lado de las bibliotecas, pero nos dimos cuenta que habían muchas ONG´s que ya hacían este proyecto de manera increíble y que no era chévere canibalizarnos unas a otras, así que buscamos otras opciones. Para ese entonces yo ya tenía un tema muy fuerte con lo hospitalario, porque cuando estuve en Tailandia un doctor, una enfermera y un voluntario estuvieron todo el tiempo conmigo. Así fue que inicié trabajando como voluntaria profesional en la Fundación Peruana de Cáncer, en el albergue Frieda Heller. Así empezó a formarse el objetivo del voluntariado que hasta hoy tiene Juguete Pendiente.
-A lo largo del tiempo han apoyado a la población ante diferentes adversidades, tú recuerdas en particular el Fenómeno del Niño. ¿Por qué?
El Fenómeno del Niño, marcó un antes y un después en mi vida, y creo que en la vida de muchos. Este suceso me trajo una revolución personal y profesional, y también como ONG porque las empresas ya empezaban a fijarse en nosotros para ayudar, cuando en un inicio solo era una iniciativa de amigos y familia. Con el Fenómeno del Niño decidimos constituirnos como ONG, y decido dejar todo lo demás para dedicar al 100% en ello. Invertí en la ONG y me trajo buenos resultados. Empezamos a crecer, nos volvimos expertos en temas de ayuda humanitaria y me siento muy orgullosa de saber que tenemos una capacidad de respuesta bastante rápida.
-¿En qué otros momentos han estado presentes brindando su ayuda?
Hemos estado presentes en el Fenómeno del Niño, en todas las provincias, llevando ayuda, construcción y primeros auxilios. En el 2019, ayudamos a Arequipa por el tema de los huaycos. Este año, vino la pandemia y nuevamente tuvimos que sacar fuerza y pensar cómo atender una pandemia a nivel nacional. En este último caso hemos logrado recaudar bastantes bienes y servicios para abastecer a muchas personas que lo necesitaban. Yo creo mucho en el poder de la articulación. Para llegar a todo el país con la ayuda, tienes que tener buenos aliados que estén muy alineados a lo que tú quieras. Es importante saber con quién vas a trabajar, quienes serán tus brazos derechos, tus brazos izquierdos, tus ojos, tu nariz, tu boca, tus orejas. Todo.
-Debe ser complicado configurar todo un equipo de ayuda que esté conectado al propósito, sobre todo en el marco complicado de una pandemia...
Uno tiene que vivir y confiar en el propósito que tiene, porque representa a un grupo humano inmenso detrás. Para lograr nuestros objetivos, articulamos con diferentes empresas, ONG’s, dirigentes, y hacemos mucho trabajo de campo. Cuando salimos a buscar a quien ayudar, hay un equipo de gestión territorial que va y busca las comunidades, las conoce y formulamos una estrategia para entregarles ayuda. Hacemos un trabajo de hormiga, si nosotros fallamos en un eslabón de la cadena, todo falla. Es esencial investigar, tener datos numéricos, aunque parezca aburrido y tedioso. Luego viene la parte linda, que es ejecutar e ir a entregar la ayuda.
-¿Y de un equipo de cuántas personas estamos hablando?
Mira, nosotros somos, en la normalidad, antes de la pandemia, de 250 a 300 voluntarios que trabajan en paralelo armando algún proyecto. Por ejemplo, una campaña de heladas. Ahorita, que estamos en esta nueva normalidad (un poco extraña) somos en comunicaciones 3 personas, tenemos 2 fotógrafos y en territorio tenemos a 2 personas, más un chofer y su ayudante. Igualmente, cada uno tiene un puesto asignado y un perfil, pero todo hacemos todo, excepto salir al territorio. Al territorio solo salen esas dos personas que te comenté, más el chofer y su ayudante y los fotógrafos, son seis. El resto todos trabajamos en casa, por protocolos de seguridad.
-Aproximadamente, ¿a cuántas personas han podido ayudar en el marco de la pandemia?
Hemos logrado recaudar más de 7 millones de soles entre bienes, servicios y dinero, ayudando a un promedio de 168 mil personas, equivalente a 43 mil familias, con presencia en costa, sierra y selva, en departamentos como Arequipa, Trujillo, Piura, Cusco y Puno, por poner solo algunos ejemplos.
-¿Para llegar a estos diferentes puntos en el país, cómo se organizaron?
Todo se dio gracias al poder de la articulación. Por decreto del Estado no podemos movernos y es sumamente peligroso viajar. Nosotros podemos salir muy sanos de nuestra casa y de repente en el camino nos contagiamos. ¿Qué pasa si llegamos a una comunidad en Arequipa, súper chiquita y somos un punto infeccioso y contagiamos a toda la comunidad?. Entonces, lo que hacemos es aliarnos con distintos hospitales o ministerios, con otras ONG o con personas naturales de la zona, a las cuáles les hacemos llegar las donaciones. Por ejemplo, si se necesita comprar kits, hacemos transferencias bancarias, si necesitamos mandar balones de oxígeno, lo mandamos vía terrestre, o nos apoyamos mucho del Ministerio de Salud para poder enviar kits de salud. Es ver la forma de cómo hacerlo de una manera salubre y rápida.
-En paralelo a la labor de Juguete Pendiente, también ha logrado nacer la iniciativa de “Hogar Pendiente”. ¿De qué va?
Desde que apoyaba en el albergue Frieda Heller sentía esa iniciativa de querer iniciar un albergue, sobre todo para poder humanizar ese contexto. Considero que la humanización es algo que nos caracteriza mucho como organización, ya que no solo se trata de aquello que das, sino cómo lo haces. Debe ser un proceso muy humano y horizontal. Yo siempre soñé con crear este espacio para cuidar de otras personas, y, a raíz de la pandemia, se pudo concretar.
No muchos se han puesto a pensar en qué sucede con aquellos niños que vienen de otras regiones para recibir un tratamiento en la capital. En el contexto actual, los buses son un punto fuerte de contagio, así que no puedes estar yendo y viniendo, considerando también la poca liquidez económica que también ha traído consigo la pandemia. Así que me junté con mi gran amigo Jonathan Rossi, Director de Casa Ronald, y mi amiga Ariana, que pertenece a la Asociación San Gabriel, cuya familia también es dueña de Fútbol Plaza.
Fútbol Plaza que antes era una cancha de fútbol, obviamente no puede operar durante la pandemia. Es así que a mi gran amigo Jonathan se le ocurre la idea de tomar la cancha de fútbol y al mejor estilo de campos de refugiados que ocurren en otros países, armar un campamento para que nuestros niños pudieran pasar una cuarentena tranquilos y tener un lugar dónde vivir mientras continúan sus tratamientos.
-Es importante recalcar ese sentido de humanidad, de dar con el corazón...
Si, claro, en Hogar Pendiente buscamos acoger a las personas de manera humanitaria. Uno no puede liderar un albergue como quiera, debe considerar que brindar un hogar es también hacer sentir a las personas en casa, en familia. Por ejemplo, nosotros nos dirigimos a ellos hablando de nuestro hogar, nuestra familia. Yo siempre le digo al equipo que cuando nosotros impactemos en la vida de alguien, estás personas tienen que ser realmente felices, sea lo que sea lo que le demos. Desde la muñeca hasta la casa, desde el programa de educación hasta un programa de salud. Todo tiene que sentirse no como que se lo merezcan o que lo necesiten, sino que es algo que tú le das desde el corazón y desde la compasión positiva.
-¿Cuántos niños podrán albergarse en Hogar Pendiente?
Nosotros vamos a albergar a alrededor de 250 familias de julio a diciembre. El 15 de Diciembre este albergue cierra sus puertas, porque Fútbol Plaza tiene que operar en Enero. Sin embargo, nuestra idea es poder contar con un espacio seguro, para poder hacer que Hogar Pendiente siga funcionando de manera permanente, porque es necesario tener muchos albergues en Lima y en provincia, es algo que necesitamos como sociedad.
Es importante pensar en aquellos papás que traen a sus hijos a recibir tratamientos en Lima y no tienen donde quedarse. Si tú tienes a un papá desprotegido, lo más probable es que el papá en algún momento se canse y diga chau tratamiento, se devuelva con su niño, y esta personita fallezca. Lamentablemente esa es la realidad. Muchos de ellos vienen de regiones en las cuales tiene con las justas postas médicas. Entonces no van a poder seguir con un tratamiento de cardiología o neurología. Es necesario que las autoridades trabajen en esto para salvar más vidas.
-¿A futuro, si más personas o empresas se quieren aliar a la ONG, cuál sería el proceso?
Yo siempre considero que un voluntario, no es necesariamente la persona que sale a la cancha a entregar cosas. Voluntario es aquella persona que te dice qué necesitas y en qué te puede ayudar, desde diseño hasta en redes sociales, o simplemente compartiendo nuestros post para llegar a más personas. Por el momento, sí recibimos voluntarios, pero no podemos salir con ellos a comunidad, por el tema de la pandemia. Sin embargo, hay muchas tareas en las que necesitamos ayuda, como hablar de Juguete Pendiente, de la misión y nuestros propósitos. Todos podemos ser voz de JP y ayudar a buscar nuevos casos que requieran ayuda.
-¿Qué es lo más reconfortante de trabajar ayudando a tanta gente?
Con Juguete Pendiente he podido conocer realmente a mi país, hablar porque lo veo y lo vivo. Es muy importante que, y esto es algo que siempre digo, si nosotros queremos empezar a opinar acerca de cómo estamos, está bien informarte con los medios de comunicación, pero no hay mejor manera de saber que es lo que pasa que yendo a los sitios y conociendo y conversando con las personas. Una manera muy fácil de hacerlo es viajar y dedicarte un día ir a comunidades, conocerlos y hablarles. También pienso, como para concluir, de que la solución también está en nosotros, porque si empezamos a conocer cuál es nuestra realidad, algún día podemos despertar con una idea que pueda funcionar y empezar a amortiguar todo lo que le está acontece en nuestro país.
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