El trabajo en equipo rindió sus frutos. Hoy Pedro Saragoza y Jennoaselle Alviarez viven tranquilos de tener en Lima a su hija Sofía y a sus perros Duke y Lola. Atrás Mónica Quezada, Charly Soria y Lely Bermúdez.
El trabajo en equipo rindió sus frutos. Hoy Pedro Saragoza y Jennoaselle Alviarez viven tranquilos de tener en Lima a su hija Sofía y a sus perros Duke y Lola. Atrás Mónica Quezada, Charly Soria y Lely Bermúdez.
Andrea Carrión

Cada vez que hay un desastre natural, una guerra, una crisis sociopolítica o cualquier otro evento que afecte la estabilidad de una región, no solo sufren las personas que viven en el área afectada, sino también sus animales.

Los venezolanos Pedro Enrique Saragoza y Jennoaselle Alviarez son un ejemplo del efecto que pueden generar dictadura, inseguridad, escases y división social. Así como ellos, hoy miles de venezolanos han optado seguir con sus vidas en tierras vecinas. Lamentablemente, muchas mascotas han cargado con las consecuencias... salvo algunas afortunadas excepciones.

Este fin de semana Pedro Enrique y Jen -como él la llama- pudieron darse el lujo de salir a pasear con sus perros por un verde y tranquilo parque en Miraflores. Pedro se mudó a Perú hace un año y después de 4 meses trabajando como adiestrador y paseador de perros, y vendiendo antojitos venezolanos en la calle, logró reunir el dinero para traer a su esposa. Una vez que ella llegó a Lima, comenzó otra odisea: hacer caja para traer a la hija de Jen, Sofía, y a sus otros 2 hijos: su Labrador Duke y su Pitbull Lola.

Pedro, Jen, Sofía, el pequeño Papu, Lola (Pitbull) y Duke (Labrador).
Pedro, Jen, Sofía, el pequeño Papu, Lola (Pitbull) y Duke (Labrador).

Este domingo, mientras le lanzaban la pelota a Duke, Pedro y Jen contaron a WUF todo lo que tuvieron que pasar en el último año. Primero enfrentar en Venezuela la falta de trabajo, de alimentos, de medicinas y los asaltos que dejaron su medio de transporte cuatro veces sin batería. Luego, una vez en Lima, las desveladas trabajando para poder reunir a su familia.

Para suerte suya no tuvieron que hacerlo solos pues un grupo de animalistas locales, motores de la cruzada ‘Uniendo corazones Perú- Venezuela’, empatizaron con su caso y apoyaron hasta el final.

Mónica Quezada, Giuliaana Rivas, Charly Soria, Lely Bermúdez, Mario Kawasaki, entre otros que ayudaron donando sus casas, comida, dinero, transporte y tiempo y vitrina en medios de comunicación y en redes sociales, pasaron meses recaudando fondos con la venta de arroz con pollo, papa a la huancaína, picarones, arepas, tizanas y rifas para sorteos de artículos donados.

En junio de este año ese grupo cumplió con su primer objetivo; el de traer a Lima a los 5 perros de , otra pareja de venezolanos que migraron al Perú. Pero aún faltaba completar la misión, la que finalmente festejaron el 21 de agosto en el aeropuerto Jorge Chávez cuando vieron llegar a Duke y Lola en sus caniles, transportados por la Aerolínea Avior.

Sofía, Duke y Lola a punto de dejar Venezuela.
Sofía, Duke y Lola a punto de dejar Venezuela.

Pedro se emociona y se le quiebra la voz cuando repasa todo lo ocurrido en estos últimos meses.

“Todo este esfuerzo ha valido la pena porque ellos son nuestra familia. Eran 4 perros y se murieron dos, Ashley y Luna, por no haber podido traerlos a tiempo (silencio)... eso es imperdonable para nosotros”, comenta y conductismo canino que trabaja en Lima haciendo sesiones particulares, paseando perros y ofreciendo talleres y asesorías con WUF(*), el albergue Voz Animal y Matchcota.

Después de casi un año separados, hoy la familia está completa.
Después de casi un año separados, hoy la familia está completa.

De hecho Duke, quien sufre de epilepsia, y Lola, que estaba extremadamente delgada, corrían el mismo riesgo, pero ahora están en franca mejoría. Pedro y Jen coinciden en que cada dólar recogido para traerlos valió la pena: desde los 500 dólares en certificados de vacunación y salud internacional, los 328 dólares en cajas transportadoras y los 100 dólares en viáticos, hasta los 230 dólares en trasportar por tierra a Lola de Maturín a Caracas, más los 831 dólares en pasajes de avión para Jen y los 20 dólares por cada perro.

Ya en Lima.
Ya en Lima.

No faltaron las personas que cuestionaron este esfuerzo preguntando ‘¿por qué traer perros de allá habiendo tantos perros sin hogar en Perú?’. La respuesta de Pedro y Jen es simple: “Si a ti te toca migrar, ¿qué harías con tu perro? Hay que ponerse en el pellejo de uno”.

“Y para quienes insisten con que por qué no adoptar un perro aquí si hay tantos... ahí está Papu. Tiene 12 años y lo adoptamos hace unos meses de un albergue en Lima. Nos gustan los animales y siempre pienso, si ellos se llevan bien, ¿por qué las personas no podemos? Ellos no están pendiente de la nacionalidad ni nada de eso. Si ellos no caen en ese rol, ¿por qué nosotros sí? Lo importante es ayudarnos unos a otros, salir adelante, vivir en armonía, hay espacio y trabajo para todos”, comenta Pedro.

Aquí el resultado del trabajo en equipo.
Aquí el resultado del trabajo en equipo.

Para Quezada, el tema es igual de simple, mientras haya amor de por medio, todo es posible.

“¿Por qué tanto esfuerzo para ayudar a esta familia venezolana y a sus perros? Hubo algo que fue clave: el amor que compartimos por los animales. Mientras haya personas que los amen y luchen por reunir a la familia, mi ayuda incondicional. Debemos ayudarnos sin importar la nacionalidad, y para mi fue suficiente ver que ellos querían tener a toda su familia junta”, comentó Quezada. “Y que esto sirva de ejemplo para todos aquellos que se llenan de excusas para abandonar a sus mascotas. La familia es hasta el final”, agregó Quezada, quien pidió a otras familias migrantes interesadas en traer a sus mascotas a Perú en averiguar bien los precios y trámites aquí y en su país pues varían mucho.

A un lado, Jen observa a su hija Sofía de 11 años lanzarle la pelota de tenis a Duke, mientras sujeta a Papu en sus brazos y acaricia a Lola, quien no se despega de sus piernas.

“Me queda darle las gracias a todas las personas que nos apoyaron, en especial a los muchachos que nos ayudaron de cerca, a los que siguen y los que ya no están, porque igual fueron parte del proceso. Me siento más tranquila y feliz con mi familia reunida, me siento completa”, agregó Jennoaselle.



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Asociación sin fines de lucro dedicada a la promoción de la adopción, el trabajo de concientización sobre la realidad de los perros en estado de abandono y la ejecución de proyectos que contribuyan a la construcción de un mundo mejor para todos los perros.
Para más información, visita wuf.pe

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