(Foto: Agencia)
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“Sean cuales fueren los desacuerdos y las diferencias que puedan surgir entre Egipto e Israel, no utilizaremos más la guerra para tratar de resolverlos”, con estas palabras, pronunciadas en el parlamento israelí en 1977, Anwar el Sadat, el hombre que buscó la paz en el Medio Oriente, se sentenció a si mismo ante los extremistas del mundo árabe y de su propio país.

Este egipcio de bigotes y calvicie incipiente nació la Navidad de hace un siglo, una fecha de algarabía para los católicos y cristianos, y de un significado particular para los musulmanes, como él, que consideran a Jesús como uno de sus profetas.

Anwar siguió la carrera militar y se sumó a la causa pro independencia del Imperio Británico. Secundó a Gamal Abdel Nasser en su revolución y luego lo sucedió en el gobierno en el año 1970. Como presidente encaró la Guerra del Yom Kippur, que lanzaron Egipto y Siria contra Israel.

(Foto: Archivo El Comercio)
(Foto: Archivo El Comercio)

Sadat tuvo el valor de apoyar el fusil sobre el sillón de las conversaciones y cambiar el enfoque sobre la política internacional de su país. El primer gran paso, en ese agreste camino hacia el entendimiento, fue su criticada visita oficial a Israel, por la cual muchos de sus aliados árabes le dieron la espalda.

Un año después, en 1978, firmó en Estados Unidos el “Acuerdo de Camp David”, con su contraparte Menahem Begin. Luego rubricó el tratado de paz entre Egipto e Israel, el 26 de marzo de 1979. Ese día, quizás, sus victimarios decidieron echar a andar un plan para eliminarlo. Lo cierto es que al interior de su país la resistencia aumentaba cada día.

El 7 de octubre de 1981, las primeras planas de los periódicos del mundo abrían con la trágica noticia. “Asesinan a Anwar Sadat, en pleno desfile militar”, tituló El Comercio. Armados de granadas y metralletas seis rebeldes habían disparado al presidente egipcio desde un blindado que participaba en la parada.

Anwar el Sadat pagó con su vida la osadía de apostar por el diálogo, como tantos líderes que siguieron el mismo camino: King, Gandhi, Rabin y muchos otros. Así terminó la vida del hombre que hoy hubiese cumplido 100 años de vida.

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