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El misterioso episodio de los supuestos ovnis que cayeron en la costa y sierra del Perú en 1967: así lo contó El Comercio
La gente que los vio caer en Cañete (Lima) y Concepción (Junín) pensó primero que se trataban de “naves extraterrestres”; luego los medios indicaron que podían ser restos de algún “satélite artificial”. La respuesta definitiva la dieron días después los científicos del Instituto Geofísico del Perú.
Las noticias del lunes 23 de enero de 1967 eran para estremecer a cualquier lector. Desde las que llegaban de Hong Kong, con las feroces luchas entre los bandos de la China comunista que pugnaban por llegar al poder y sacar de él a Mao Tse-Tung (hoy más conocido como Mao Zedong), quien actuaba a sangre y fuego contra los “traidores a la revolución”; hasta las que provenían de Helsinki, en Finlandia, que daban cuenta de un hombre que había permanecido 170 horas en un ataúd a dos metros bajo tierra…Y aún vivía. Era un mundo de violencia y locura, pero también de sorpresas espaciales, como la jornada que se vivió el día anterior, el domingo 22 de enero de 1967, en Cañete, al sur de Lima, y luego en Aco, en la provincia de Concepción, a pocos kilómetros de Huancayo (Junín).
Desde hacía 10 años por lo menos, el mundo sabía que podían construirse “satélites artificiales” y llevarlos al espacio sideral. De hecho, el primero de ellos fue el ‘Sputnik’, construido en la URSS y que fue lanzado al espacio el 4 de octubre de 1957. Al año siguiente, en 1958, los EE.UU. lanzaron su propio satélite. Así empezaba esa larga y agotadora carrera espacial.
En medio de esa tensa competencia de satélites e incipientes vuelos alrededor de la Tierra y la Luna, que duró varios años, es que sucedió algo extremadamente raro, sorprendente aquella mañana del domingo 22 de enero de 1967, en pleno Valle de Cañete, una de las provincias al sur de la capital peruana.
CAÑETE FUE TESTIGO DE ALGO EXCEPCIONAL: LA CAÍDA DE UNA ESFERA METÁLICA
Esa mañana cruzó el cielo cañetano un veloz objeto incandescente y desconocido.Los titulares periodísticos calificarían el extraño artefacto como una “esfera metálica”, al menos en un inicio. Los testigos que vieron caer el fragmento ese día no podían ser más expresivos: vieron un “bólido encendido al rojo vivo”, cuya velocidad era como la de un rayo o más veloz aún. La esfera enrojecida se convirtió en la comidilla de los vecinos cañetanos, y en la preocupación de los científicos que, casi de inmediato, buscaron acercarse para examinar el curioso objeto.
"Los titulares periodísticos calificarían el extraño artefacto como una 'esfera metálica', al menos en un inicio"
Uno de esos testigos fue Domingo Cuzcano. Él vio caer el objeto a muy poca distancia. Eran las 11 de la mañana de ese tranquilo domingo, cuando el comerciante transitaba con su camioneta en las inmediaciones del ‘Fundo Roldán’ (San Juan de Roldán), en el actual distrito de Quilmana, en la provincia de Cañete, departamento de Lima. El comerciante estaba en ese fundo, ubicado a una distancia de 20 kilómetros de la ciudad de Cañete.
Desde ese punto vio que caía del cielo “un bólido encendido al rojo vivo, el que hizo impacto en la tierra a unos doscientos metros del lugar en que se encontraba”, así resumía el momento el diario El Comercio. Podemos imaginar la impresión del primer testigo ante tal sorprendente hecho. Lo primero que pensó, y así lo contó a los medios que lo entrevistaron, es que eso era lo que alguna vez había escuchado decir en las radios de la época: es decir, que era una “nave extraterrestre”.
Cuzcano, superando ese inmenso temor que empezaba a hacerle temblar el cuerpo, se acercó paso a paso al lugar donde había caído el extraño objeto. Cuando llegó al punto, pudo ver el pequeño cráter alrededor de la esfera de metal que se había hecho por el impacto.
Entonces vio la esfera empolvada, pero aún brillante. El objeto medía como dos metros de circunferenciay aún estaba incandescente, rojísimo. El Comercio explicó que eso era así debido al efecto de la fricción del artefacto con la atmósfera. De él emanaba un ardiente calor, ya que estaba a una altísima temperatura.
Pese a todo, el señor Cuzcano no perdió la lucidez, y de inmediato percibió que, por su tamaño pequeño, era muy difícil que se tratara de una “nave marciana”. Luego de contemplarla por unos minutos, acudió al puesto más cercano de la Guardia Civil, en la localidad de Imperial. Prácticamente tuvo que convencer a los guardias de que no era un loco o un mentiroso. De esta forma, dirigió a un grupo de agentes policiales al lugar de la caída.
El Comercio describió así lo que vieron todos ellos: “Cuando llegaron la esfera ya se había enfriado lo suficiente para poder tocarla, por lo que la trasladaron al puesto policial”. Como si fueran unos expertos en “objetos voladores no identificados” (ovnis), los guardias civiles comprobaron que el objeto parecía estar hecho de un “metal sumamente liviano y resistente”.
Así se pudo saber que el objeto era hueco y presentaba dos orificios en los extremos opuestos (polos). Mostraba, además, “huellas ilegibles de inscripciones”, y en un lado de uno de los extremos (polos), en bajo relieve, se podían leer las siguientes impresiones: “AGC – UT4 – AGC – HTt4 – AGC – T – NO – 40 – 104 – AGC – P – T22A”. Asimismo, como era predecible, la esfera metálica revelaba una evidente “abolladura en el punto en que chocó con la tierra”.
"Cuando llegaron la esfera ya se había enfriado lo suficiente para poder tocarla, por lo que la trasladaron al puesto policial", afirmaban los testigos
La hipótesis de que hubiera caído de un avión fue rápidamente descartada por la contundencia de los hechos, ya que cuando ocurrió la caída no pasaba un avión ni de cerca. Sospecharon que, por la incandescencia del bólido, este no podía provenir de una altura menor sino de “varios miles de metros”.
La extrañísima esfera pasó la noche en una celda del puesto policial de Imperial; allí esperó hasta el día siguiente, el lunes 23, para ser examinada por los peritos técnicos de la propia policía. El Comercio anunciaba entonces que no se descartaba que el objeto fuera también examinado “por científicos y técnicos de la estación rastreadora de satélites artificiales de Ancón”. Tal fue la expectativa en Imperial, que grupos de vecinos se aglomeraron en las puertas de la comisaría para tratar de dar “una miradita” al extrañísimo visitante del espacio.
CERCA DE HUANCAYO TAMBIÉN CAYÓ UN BÓLIDO ESPACIAL, PERO MÁS TEMPRANO
Cañete no fue el único lugar en el Perú donde cayó un objeto desconocido del espacio. Unas horas antes que Cañete, según el corresponsal de El Comercio en Huancayo, exactamente a las 7 y 30 de la mañana de ese mismo domingo 22 de enero de 1967, otro artefacto extraño cayó a tierra. Ocurrió a 25 kilómetros al noroeste de Huancayo (Junín), en la provincia de Concepción, con más precisión en el distrito de Aco.
El corresponsal Benjamín Gutiérrez entrevistó a varios testigos y estos le detallaron los desconcertantes sucesos, muy parecidos a los de Cañete. Dijeron que se había precipitado del cielo “un raro objeto que despedía una luz roja, como bola de fuego”. El objeto se estrelló cerca del cerro ‘Uchuculo’, en Aco, y produjo un ruido, según los testigos, “más fuerte que el que produce la dinamita”.
La explosión se escuchó incluso en la ciudad de Concepción, a 12 kilómetros al este de Aco. Los primeros testigos fueron Gregorio Quinto Paredes, de 45 años, y un sobrino suyo. Ellos vieron atónitos cómo caía el artefacto, justo cuando andaban en sus faenas agrícolas.
El corresponsal del diario hizo la indicación de que Aco se ubicaba “prácticamente en la misma recta de Cañete, donde había caído también otro objeto; pero en Aco fue a las 11 de la mañana”. La bola metálica de Cañete y este de Huancayo estarían hasta ese momento relacionados por los medios de prensa con la idea de que eran partes de algún “satélite artificial”. Pero esa idea no era tan exacta.
El objeto de Huancayo -a diferencia del de Cañete, que era esférica- tenía forma rectangular, con dimensiones que iban de 1.45 m. de largo y 90 cm. de ancho. Así lo detalló El Comercio: “En su parte céntrica, alrededor de dos centímetros de espesor, disminuyendo hasta sus contornos que dan la impresión de ser ‘una hoja de cuchilla’. En el centro presenta siete remaches que parecen haber servido para unir dos piezas. Los contornos se habrían derretido”.
El informe del corresponsal era tan detallado que especificaba el color plomizo del artefacto y el material que se parecía al aluminio, “aunque sumamente oscuro”. Llamaban la atención las partes derretidas por la fricción atmosférica, lo cual le daba a estas zonas una impresión de “papel roto, aunque su dureza es extrema”. El peso era de 40 kilos, aproximadamente, y el corresponsal no dejaba de precisar sus impresiones: para él, el objeto había sido más grande, pero se habría ido consumiendo conforme cruzaba la atmósfera hasta caer a tierra.
"En su parte céntrica, alrededor de dos centímetros de espesor, disminuyendo hasta sus contornos que dan la impresión de ser ‘una hoja de cuchilla’. En el centro presenta siete remaches que parecen haber servido para unir dos piezas. Los contornos se habrían derretido"
Como en Cañete, donde esperaron a que el objeto se enfriara para tocarlo, Gregorio Quinto en Aco también pensó lo mismo para acercársele y moverlo con un palo. Luego se lo llevó a su casa, nada menos. El estruendo llamó la atención de otros campesinos que se acercaron al cerro ‘Uchuculo’, y merodearon insistentemente la casa de Quinto.
El artefacto espacial pasó todo el día y “durmió” en la casa del vecino del cerro, y solo al día siguiente, el lunes 23 de enero de 1967, el alcalde del distrito de Aco informó del inusual hecho a las autoridades provinciales de Huancayo; de inmediato, estas coordinaron con la Policía de Investigaciones, la cual se llevó el objeto de origen desconocido a una base militar, al Batallón de Infantería Nº 43. De allí sería enviado a Lima por el Jefe de la Segunda Región Militar.
HABLÓ LA CIENCIA: SE DESPEJÓ EL MISTERIO DE LOS ARTEFACTOS ESPACIALES
El jueves 26 de enero de 1967, los peruanos pudieron saber por medio de El Comercio la verdad de estos extraños objetos. El informe de los científicos del Instituto Geofísico del Perú (IGP) fue muy claro: no, no eran “naves extraterrestres”, como pensaba el testigo en Cañete; ni tampoco fragmentos de algún “satélite artificial” concreto de la URSS o de los EE.UU. Aunque sí tenían que ver con la potencia estadounidense.
Se trataban de “dos piezas metálicas” (tanto la de Cañete como la de Aco) que habían sido parte de la estructura de un cohete Delta de la NASA, el cual había sido lanzado el 14 de diciembre del año anterior (1966), para colocar en órbita el satélite BIOS-A, que se dedicaría a estudios biológicos.
Los expertos del IGP, cuyo director ejecutivo era entonces el ingeniero Alberto Giesecke, estudiaron el caso, confrontaron los datos y cruzaron la información necesaria para dar con el origen de los extraños artefactos que había impresionado tanto a la ciudadanía peruana.
Las piezas que cayeron en el Perú, así como en zonas de África y en el océano Pacífico (la mayoría cayó allí), pertenecían “a la segunda parte del cohete Delta, que se utilizó para lanzar el satélite BIOS-A, que es el primero de su clasificación”, indicaron así a la prensa nacional.
La esfera metálica que cayó al sur de Lima, por ejemplo, tenía todas las características de haber operado dentro del cohete “como un elemento de almacenamiento de gas, posiblemente helio”. El IGP confirmó que el rectángulo metálico de Aco (Concepción, Junín) eran unas “piezas laminadas”, que tenían las siguientes dimensiones física externas: “1.20 m. de largo por 1.50 m. de ancho y 4 cm. de espesor”.
Pero, ¿por qué los testigos señalaron diferentes horas para las caídas en Cañete y Huancayo? La respuesta a esa incoherencia horaria también provino de los científicos deI IGP. Según ellos, la segunda parte del cohete Delta al quedar en órbita habría explosionado, arrojando sus piezas a diferentes distancias, para quedar en órbitas propias hasta que entraron dentro de la gravedad de la Tierra.
“La diferencia de órbita dio lugar a que las precipitaciones de las piezas se efectuaran también en diferentes factores de tiempo”, dijeron y solo así pudo entender bien lo que ocurrió con la bola de metal de Cañete y la pieza laminada que aterrizó en el centro del país. Los especialistas del IGP terminaron informando que las dos piezas capturadas serían aun estudiadas con más detenimiento por ellos en coordinación con la propia NASA.
La historia de los supuestos “objetos voladores no identificados” (ovnis) terminó de esta forma en medio de una seria y detallada explicación técnico-científica, acabando con la desbordante fantasía o el miedo de los vecinos cañetanos y huancaínos.
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