Consulta, diálogo y modernidad
Se necesitan gobierno dialogantes
Por: Dr. Francisco Miró Quesada R.
Director de El Comercio
Unos días antes de asumir mis funciones como embajador en Francia, me visitó César Morales Arnao, fundador del andinismo peruano. Me solicitó que hiciera gestiones ante el alcalde de Chamonix, hermosa ciudad francesa enclavada en el corazón de los Alpes, para hermanarla con Huaraz. Días después de instalarme solicité a nuestro agregado cultural que viajara para conversar con el alcalde de esa ciudad.
A su retorno me informó que la autoridad municipal no tenía ningún problema con el hermanamiento, pero que antes había que consultarle al pueblo. La consulta popular es una práctica democrática, que ha sido aceptada e incorporada en las constituciones modernas.
Una sociedad moderna, para ser tal, debe cumplir al menos cuatro requisitos básicos. Sistema político democrático, porque la dictadura es una mala herencia de las sociedades tradicionales, una sociedad de bienestar, que implique un estado de bienestar, como mixturas entre el interés particular y el social, desarrollo científico y tecnológico, pero sobre todo educación universal.
No hay pues ningún conflicto entre sociedad moderna (inversiones en la selva) y sociedad tradicional (comunidades de la selva), cuando se pide una consulta popular. El conflicto está en la cabeza de aquellos que solo entienden la democracia como un mecanismo formal y no real. Ello porque todavía en el Estado Peruano y en la sociedad peruana existe en muchos sectores una cultura autoritaria.
Por eso en política se imponen ideas y no se exponen, la autoridad manda, la autoridad no negocia, la autoridad no consulta, la autoridad no persuade, la autoridad no dialoga, solo por el hecho de serlo se impone y si no le hacen caso, utiliza la fuerza. Esta visión autoritaria del poder, constituye la mayor lacra contra el progreso y el desarrollo de la democracia en el Perú y demuestra todavía que muchos peruanos tienen miedo de vivir en libertad.
Pero existe otra visión, la de los peruanos democráticos que sí creen en el diálogo, en la persuasión, en la negociación, la participación y la consulta. Como bien acaba de afirmar Beatriz Merino, defensora del Pueblo, el diálogo es inclusivo, y en la mesa de diálogo que se ha instalado para encontrar una salida a la crisis no puede haber exclusiones. Además, bien ha planteado César Acuña, alcalde de Trujillo y presidente de la Asociación de Municipalidades del Perú (AMPE), que en dicha mesa deben estar los alcaldes, distritales y provinciales que conocen la Amazonía.
Esperemos que en la situación actual, se continúe por la senda del diálogo, es lo más democrático. Esto no quiere decir que dicho diálogo borre las responsabilidades políticas y legales, en los luctuosos hechos de Bagua.
El presidente de la República debe ser dialogante, muy dialogante. Está llamado a integrar y a empoderar al pueblo. El diálogo no es debilidad, aunque algunos lo crean, el diálogo es fuerza moral y espiritual, es la fuerza del entendimiento y de la razón. Un gobierno mientras más dialogante, mientras más inclusivo será bien visto por el pueblo, porque generará confianza en
la democracia, sus instituciones y métodos.