En el día de los Derechos humanos
Un día como hoy, el 10 de diciembre de 1948, las Naciones Unidas proclamaron la Declaración Universal de Derechos Humanos y se inició una nueva era en la historia de la humanidad.
Este año la ciudad de Marrakech, en Marruecos, acaba de ser sede del Segundo Foro Mundial de Derechos Humanos en el cual he tenido oportunidad de participar invitado a título personal y no como representante de Estado alguno.
Este evento congregó a representantes provenientes de todos los confines del planeta, comprendidas personalidades del mundo político internacional, funcionarios del Alto Comisionado de Derechos Humanos de la ONU, representantes de las sociedades civiles y de las ONG especializadas en el tema de los derechos humanos.
Ejemplo árabe
El mensaje de su majestad Mohammed VI, rey de Marruecos, se refirió al progreso que se viene observando en la mayoría de países en torno al respeto y promoción de los derechos humanos y, en especial, a la evolución de su país.
Marruecos ha realizado una labor de interpretación y de exégesis religiosa que se ha proyectado en una Constitución Política que es ejemplo para el mundo árabe e islámico y le ha permitido una “primavera árabe”, libre de violencia y convulsión.
Mejor participación
Durante el foro se destacó que el desarrollo de todas las personas debe ser lo más parejo posible. De ahí la necesidad de que los estados y los particulares promuevan el acceso de todos a la educación, pues está ligada con el ejercicio de todos los derechos humanos.
Aunque la relación de la educación se aprecie con mayor nitidez más en unos casos que otros, el nexo es evidente con la salud, el trabajo, el progreso, la libertad de expresión y el acceso a los adelantos científicos y tecnológicos.
Con la educación el ser humano tendrá una mayor y mejor participación en la vida de la comunidad. Su preparación abre así el camino a hacer viables los otros derechos como el derecho al desarrollo o el derecho a la paz o el derecho a disfrutar de un medio ecológicamente sano y equilibrado.
Proceso constante
Se dijo también que la educación no puede limitarse a la niñez, sino que el proceso de educación de una persona no debe concluir nunca, pues forma parte del desarrollo plenamente evolutivo del ser humano.
El tema de la interrelación de las sociedades motivó más de una intervención.
Se precisó que a diario tenemos que enfrentar el desafío que deriva de la convivencia global de grupos humanos con variadas lenguas, religiones, razas y culturas, en un planeta donde existen millones de seres humanos congregados en ciudades y, al mismo tiempo, grupos de personas que optan por vivir en un aislamiento casi total.
Por ello, se dijo, la enseñanza debe estar enfocada en satisfacer las especiales necesidades de una sociedad global, donde hay altos índices de discriminación e intolerancia.
Una tarea de todo gobernante es conducir a las grandes mayorías hacia esa corriente, que supone el acceder, individual y masivamente, a todos los medios de información, factores imprescindibles para que el pueblo pueda auténticamente decidir democráticamente su propio destino y ejercer, por ende, todos los derechos humanos. De ahí la importancia que reviste el derecho a la educación.
Odio racial y religioso
Se recordó que la Declaración Universal de Derechos Humanos apela al hecho de que nosotros somos seres dotados de razón. Toda agresión a un ser humano es un acto irracional y constituye un grave atentado no solamente contra una persona individualmente, sino que afecta a la especie humana en su conjunto.
Asimismo, se expresó que el proceso de globalización o mundialización debe comprender el reconocimiento de valores diversos, marcados muchas veces por las convicciones religiosas que no siempre tienen una evolución pareja.
Estamos presenciando nuevos retos, como el incremento del odio racial y religioso. Una buena legislación internacional no falta. Ya la Declaración Universal se refiere, en su artículo 18, a la libertad religiosa y a que cada persona tiene libertad, incluso, para cambiar de religión.
Finalmente, se precisó que a veces el armonizar las ideas y culturas religiosas con la Declaración Universal no es tarea fácil, pero tampoco es imposible. En este sentido, es necesario que los líderes religiosos hagan esfuerzos para destacar los puntos que unen a las diferentes creencias.
* El autor participó en la redacción de la declaración del derecho al desarrollo adoptada por la ONU el 4 de diciembre de 1986.