Quítate la ropa
Foto: Archivo El Comercio
EXISTEN MUCHAS FORMAS DE DESNUDARSE
Por supuesto, no voy a hablar del tema verano-bikini. No porque la estética playera no me importe, sino porque existen momentos aún más incómodos en la vida para desnudarse, y que, por lo general, no involucran arena, mar, una toalla o un protector solar.
La primera vez que, recuerdo, me avergoncé al quitarme la ropa fue, como en muchos casos supongo, el vestidor de chicas del colegio. Era sexto grado, creo. Recuerdo este año en especial porque fue cuando empecé a usar sostén. Ser de las “desarrolladas” de la clase no era algo de lo que me sintiese muy orgullosa, al contrario. Me avergonzaba el solo hecho de quitarme la chompa y que se trasluciera de entre los tirantes de la blusita blanca –parte del popular disfraz de rata, más conocido como el “uniforme único escolar”- el “formador”. Sin embargo, alguien debió advertirme que la “primera vez” que haces el amor, o sus preámbulos, es también la primera vez que te desnudas en realidad, con y frente a alguien, y no solo físicamente. El despojarse de lo que llevas puesto te deja en un estado completamente vulnerable. Expones tu cuerpo, y algunas cosas más importantes, ante la vista y tacto de otro.
Ahora todo pasa tan rápido entre dos personas que se conocen, se reconocen, se gustan de pronto o se descubren, que unas horas, a lo mucho, parecen ser parte de una especie de maratón de -sueño hecho realidad en- una noche de verano con guión incluido: hola, hola, me llamo X, yo soy Y, vine con una amigo, no tengo novio, ¿quieres bailar?, que guapo eres, que guapa estás, quiero besarte, quiero que me beses, yo me voy contigo de todas maneras, ojala no me diga que no, bésame, ya te estoy besando.
Creo que existen muchas maneras de desnudarse. Unas más bonitas que otras. Algunas, a la velocidad del rayo y otras, a paso lento, y pocas, realmente sorprendentes. Porque puede pasar que al mismo tiempo en el que levantas los brazos para que alguien más te quite la camiseta, o desabotonas una camisa en medio de esos improvisados campeonatos de cachascán de cama, sillón, carro o repostero, en el mismo momento que un cierre que no se quiere abrir o el broche del sostén que no cede a unas manos inexpertas, te da risa y la desnudez para de ser sexual a emocional. El sexo se convierte en intimidad, y lo que sigue es ya otra historia en la que el quitarse la ropa no suena más a un sexy y superficial “desvístete”, sino a un íntimo quiero verte, tocarte, conocerte, olerte, besarte, oírte, hablarte/ mírame, tócame, conóceme, huéleme, bésame, óyeme, háblame.
Felizmente la vida siempre da segundas oportunidades, porque mi primera vez fue de esas experiencias tipo mala película serie B (no solo por la inexperiencia, juventud, falta de información, mala compañía, entre otros) que, como diría mi madre, no se quieren repetir ni en pelea de perros. Fue mi segundo novio (que me engaño al decirme que no era su primera vez por hacerse el macho-man; después me confesó que sí lo había sido, el mismo día en que atribuyó su supuesta experiencia –yo qué iba a saber, si era prácticamente virgen- a su desmesurada afición al cine porno) con quien ir desvistiéndome no fue nada incómodo, sino todo lo contrario. Fue parte de ese cuidado, confianza y mucha de la inocencia que compartimos, las que hicieron que no solo me sintiera cómoda, sino también que me quitara la ropa, el pudor y hasta me sintiera, meses después, más libre, y por consiguiente, fuera más atrevida. Aprendí varias cosas debajo de sus afiches de Judas Priest y Kiss. Sin embargo, toda la intimidad que compartes con alguien desaparece cuando la relación termina. Quedarán buenos y malos recuerdos, y un cúmulo de relativa experiencia; pero se empieza de cero con una nueva persona, en el rubro de la intimidad.
A pesar de haber tenido un par de relaciones largas después, y una estadía, también larga, en otro país donde la conciencia del cuerpo es, digamos, menos prejuiciosa y en la que me atreví incluso a posar desnuda –claro, en medio de una multitud- un par de veces (experiencia que me quitó en las cuatro horas que duró cada sesión varios complejos y leyendas urbanas en relación a la belleza cuerpo: los cuerpos perfectos solo los tienen los y las modelos), sigo teniendo vergüenza de mostrar mi cuerpo a otro ser del sexo opuesto. Pudor que cede con el tiempo, pero que no puedo evitar. Solo me queda pensar que cada uno tiene su propia forma de desnudarse ante otro. A mí me cuesta, creo, a veces más de lo que debería.
¿Cuando fue la primera y la ultima vez que te sacaste la ropa de encima? Yo sé cuando lo hice por última vez, pero es secreto (lo que sí me atrevo a contar, y estoy segura de que sonreirá si lee esto alguna vez, es que yo le dije a él que me quite la ropa; toda una primera vez, sin lugar a dudas).
Canción para quitarse la ropa
Escucha aquí un extracto de “Naked if i wanted to” (original de Moby Grape) en la versión de Cat Power
Mira aquí una escena de la película 9 songs, en la que el sexo y el amor (juntos) no pueden ser más evidentes. No importa que la película no sea tan buena en conjunto.
P.D. Este miércoles 16 a las 9 pm estaré conversando telefónicamente, en vivo, con los blog-o-videntes de La habitación de henry spencer, en un programa que hemos denominado Pregúntale a Alicia. Estará divertido. Más info en la mencionada habitación.