El amor jamás duele así
ES MOMENTO DE ROMPER EL SILENCIO Y DECIR: ¡NO!
Una mañana de domingo tomaba desayuno con mi mejor amiga. Leíamos el periódico entre cafés. De pronto, en el suplemento del diario, encontré un artículo sobre el maltrato emocional (ojo, no físico), seguro debido a que en esos años era el tema que se debatía en España por la cantidad de muertes reportadas de mujeres a mano de sus parejas. Creo que fue la primera vez que escuchaba esas dos palabras juntas. Lo más curioso es que venía con un test para detectar si uno era una mujer u hombre maltratado. Las dos lo hicimos a manera de broma, intercambiando pequeñas burlas sobre nuestras relaciones, pero cuando terminamos nuestras caras no eran las mismas. Los resultados nos decían, casi nos gritaban: son mujeres maltratadas psicológicamente.
¿Yo? Pensé, yo no soy de “esas” mujeres y casi me molesto con la revista, pero en una muy rápida segunda reflexión me di cuenta de que los resultados tenían toda la razón. Hay espejos en los que uno no puede evitar mirarse y reconocerse, por más maquillaje que le pongamos a la situación. Por eso cuesta mirar al lado, ver que esa persona a la que amas está haciéndote daño, y ni cuenta te das, porque piensas que lo mereces. Y ¿sabes? No lo mereces. Nadie lo merece. Ahí va mi parte de la historia.
La única cachetada que había recibido en mi vida había sido de parte de mi padre un día en el que pensó que lo desobedecí cuando tenía 16 años. Si alguien me hubiera dicho que ese golpe iba a ser un chancay de a medio años después, no hubiera llorado tanto esa noche. El día de ese desayuno con Alejandra, me costó levantar el rostro, me costó respirar. Las dos estábamos enamoradas de nuestros respectivos novios, y por supuesto que no los queríamos dejar; pero había algo que se había metido entre ellos y nosotras: la verdad. Yo tenía 28 años y no lo digo con orgullo, sino con vergüenza (y mucha), pero igual lo voy a decir: he sido una mujer maltratada y para eso ni siquiera necesité recibir un golpe. Ahora, que el 25 de noviembre es el Día Internacional de la No Violencia Contra La Mujer, digo: y los otros 364 días que restan del año ¿qué? ¿Qué hacemos? Mi historia no es bonita, ni divertida, pero a mí me sirvió romper el silencio. Y ese, sí que es un primer gran paso.
Estas semanas he hablado con especialistas, con amigos y con personas a las que no veía desde la infancia, la adolescencia; y me he encontrado con la ingrata y cruel sorpresa de que las estadísticas del maltrato (además de ser el pan de cada día), son las mismas que las del silencio. ¿Saben qué es lo peor de la violencia psicológica? que no se nota, a veces, ni si quiera en la intimidad. Y lo más maquiavélico aún es que esa es la estrategia del agresor.
La psicóloga clínica Vega Funes en un estudio sobre cómo detectar el maltrato psicológico dice:
A mí me han dicho: “Deja de coquetear, zorra” (¿desde cuándo no puedo saludar a mis amigos?), “qué rica que está fulanita” (por Dios, ¿qué pata con dos dedos de frente no piensa que la única consecuencia de ese comentario es hacer sentir insegura a la mujer que tiene al lado?), “tus amigos son unos idiotas” (bueno, y los tuyos ¿qué?), “¿te vas a vestir así?” (sí, yo me visto como me da la gana, pero, claro, no se lo dije a él, únicamente lo pensé camino al ropero a buscar una alternativa a un polo demasiado apretado),” ¿qué es eso?”, me preguntó un novio con cara de asco al ver los rollitos que se formaban en mi barriga (se llama grasa ¿y? ¿Te has mirado tú primero a un espejo antes de rebajarme de esa manera?), “eres una bruta” (si eres tan inteligente, ¿qué haces tú con una novia bruta?), “no quiero hablar contigo” (yo sí, ¿acaso eso no importa?), “no me toques” (¿desde cuándo te convertiste en una especie de Buda? Mejor pregúntame a mí si yo te quiero tocar), “yo siempre tengo la razón” (ah ¿sí? ¿Quién te mal informó al respecto?), “tú tienes la culpa de todo” (la única culpa que tengo es la de estar acá parada dejándome humillar), “siempre la cagas” (repito, ¿qué demonios haces conmigo?), “ ya no te soporto” (entonces ¿por qué no te vas?), “no llores” (yo lloro cuando me da la gana y casi siempre cuando estoy en realidad triste), “siempre el mismo drama” (debe ser, porque tenemos un problema que tú no quieres encarar porque te faltan los oídos y los cojones), “te encanta sufrir ¿no?” (¡POR SUPUESTO QUE NO!), “¿quieres tirar? Eres una ninfómana” (no, soy una mujer con un deseo sexual normal), “si no quieres tirar, eres una frígida” (sí quiero tirar, pero no contigo), “hoy no quiero verte” (¿me has preguntado si yo quiero verte a ti, o es que para ti soy tan nula que mis deseos no existen?), “tú nunca me vas a dejar” (¿cómo sabes que un día no voy a abrir los ojos?), “nadie más te va a querer” (¡ja!), ”siempre me pones de mal humor” (¿desde cuándo tus emociones son mi responsabilidad? Me basta y sobra con las mías), “pareces una loca” (seguro, por seguir contigo), “yo te aviso cuando quiera volver a verte” (manya, ¿y yo tengo que esperar a que tú decidas llamarme?), “me malograste el día” (y mi día ¿no cuenta?, mejor dicho, y mi vida ¿no cuenta?)… pero eso sí, mi amor, te quiero. Ah ¿sí? ¿Me amas? No pues, no me quieres un carajo. ¿Sabes porque?, porque no me respetas.
Yo pensaba que estas pequeñas cosas que me hacían sentir tan mal eran parte de una pelea o de las altas y bajas de una relación. No lo son. Son maltrato. Y no hay más vuelta que darle. Y por supuesto que dije un millón de veces “… él es así”, “debo ser una loca antipática para quitarle la paz a este señor”, “me lo merezco por ser como soy”, perdón, pero nadie vale tan poco como para no ser escuchada. Todos merecemos una explicación, una conversación, poder expresarnos y ser escuchados, aún más, cuando sentimos que alguien nos está maltratando. Es como si en el colegio un profesor de matemáticas me hubiera dicho alguna vez: “No, señorita Bisso, no le voy a explicar cómo se saca una raíz cuadrada porque no me da la gana y además Ud. es una mediocre que no se merece nada” . Entonces, ¿por qué dejamos que pase en nuestra vida emocional?
Y sí, habrán muchos y muchas que dirán: “qué tonta”, “yo que ella/él me hubiera separado al toque”, “¿por qué no se lo dijo a nadie?”, “ella tiene la culpa por cojuda”. Pues no. Así no es la cosa. Es más fácil denunciar y reclamarle a un padre abusivo, a algún otro familiar, a un amigo o a un desconocido, que mandar por un tubo a una pareja. Porque simplemente no es una cuestión de valentía, porque curiosamente uno de los daños que causa este tipo de maltrato es el silencio porque la persona maltratada es una persona que se va anulando con el tiempo; es una persona temerosa que ve su autoestima socavada cada día; es una persona que siente que “esto” solo le pasa a ella. Y la verdad, uno termina sintiéndose tan poca cosa que cree que se merece al pobre inseguro, ególatra, malvado, cruel que tiene al costado y que nadie más la va a querer.
Yo pensaba eso y me han amado después mucho más que en esos años. Pero ahí estaba, al lado del agresor, por no querer estar sola, por estar enamorada, por miedo al que dirán, por mantener las falsas apariencias, porque no quería que mi familia o amigos lo odiasen, porque da vergüenza admitirlo, porque lo queramos o no vivimos en una sociedad a la que le gusta esconder la basura debajo de la alfombra.
Y ya basta de putear a escondidas, de llorar a solas, de hablar sin que nadie escuche, de no estar informadas, de no pedir ayuda, de sentir que somos las culpables de que todo “eso”, que ni sabemos explicar, somos nosotras. Las relaciones son de a dos. El 50% es responsabilidad del otro, aún cuando este/a manipulador/a te diga lo contrario. El maltrato es sistemático y te deja hecha harapos. Tengo que decir, además, que el maltrato no tiene sexo, pero las estadísticas se van para el lado de las mujeres.
Sin importar si les ha pasado o no (espero de corazón que no), mientras escribo pienso cuántas y cuántos están pasando por algo así o peor, porque el maltrato psicológico solo es el tobogán para llegar a la violencia física. Les quiero pedir algo, hagamos una pequeña cadena para romper el silencio. Ese maldito silencio. Si quieren dejar un comentario, compartir una experiencia, desahogarse en el anonimato, también digamos: ¡NO! Yo voy a ser la primera.
Este humilde post está dedicado con mucho amor a mi amiga Sofía.
Canción para saber que no estás solo
EL AMOR NO EXISTE CUANDO HAY MALTRATO. LES DEJO UNA ESCENA DE LA PELÍCULA (muy buena, además) “TE DOY MIS OJOS” DE ICIAR BOLLAÍN.
Y PARA CELEBRAR QUE NO ESTAMOS SOLOS EN ESTO Y QUE SIEMPRE HAY UNA SALIDA, UN VIDEO PARA PONERLE PLAY TODOS LOS DÍAS.