El novio, sus hijos, su esposa y yo
¿ESTARÍA DISPUESTA A UNA RELACIÓN DE A CINCO?
Llegó el día D y como siempre, lo hizo también la ley de Murphy. Apenas el espejo me dio el ok, no podía abrir la puerta de mi casa. Un camión de Coca-Sola (ironías de la vida) se había chocado con el árbol gigante que crece en la puerta de mi casa, este se había partido por la mitad y había caído justo en la puerta de mi casa. Mierda, dije yo, porque no tengo otra forma de salir. Las ventanas, tienen rejas. Me iba a volver loca si me quedaba atrapada y el pobre ex novio se quedaba pensando que lo planté por segunda vez en la vida. Así que me quité lo zapatos y ya me estaba colgando de la ventana de la ducha, que da a la casa de mi vecina, cuando mis nuevos ángeles de la guarda, los miembros del serenazgo del distrito en el que vivo, cortaron el árbol y pude salir corriendo hacia mi temido reencuentro con el pasado.
Llegué tan apurada y buscando con la mirada dónde podría estar mi cita, que recién me di cuenta de que parecía Alicia, “la huerfanita”, porque estaba despeinada, sudada y con las manos y el vestido sucio. Cuando un señor me lo hizo notar en la puerta del restaurante. Yo casi le digo: “¿Y a Ud. ¿qué le importa?”, pero me di cuenta que ese pata era mi ex novio haciéndome una broma. Sorpresas te da la vida, sí, pero creo que para esta no estaba preparada.
Qué cara tendría yo que él me dijo:
-Hola Ali, y me dio un beso.
-¿Eres… tú?. Eso le dio risa y acto seguido me acarició la cabeza, como si fuera el cachorro de un perrito.
-Vamos, he reservado una mesa.
Cuando dijo eso, pensé en quedarme muda por siempre, porque no solo no se parecía físicamente a mi chico de la foto, al que había querido tanto a los 23 años. No solo se le veía mucho mayor que sus 39, sino que además había cambiado de voz y de acento. Supuse que había vivido fuera y que no era de mi club (el de los que no perdemos el acento peruano). Además, no era el chico tímido que yo recordaba, sino que, para mi siguiente sorpresa, hablaba sin parar. Yo lo único que pensé fue: quiero una chela. Antes de terminar mi segundo vaso y un ceviche de conchas negras me enteré que se había casado con la siguiente novia que tuvo después de mí, que había vivido fuera del país desde entonces, que tenía dos hijos, niño y niña, y que se había divorciado el año anterior. La custodia la tenía “ella” y ahora tenía que viajar para poder ver a sus hijos. Me sentí en una especie de almuerzo de reencuentro con gente del colegio o la universidad, a los que no voy, con la que es inevitable intercambiar folletos informativos de ¿qué ha sido de tu vida? Felizmente yo no tuve que hacerlo porque de inmediato me recitó todo lo que sabía de mí. Y claro, sabía lo que cualquiera puede saber de alguien a través de Internet.
Yo todavía no me creía el cuento de tanta naturalidad entre dos personas que habían dejado de verse por diez años y que no habían terminado bien una relación de amor, entonces le pregunté lo que quería saber: ¿por qué me has buscado ahora, después de tanto tiempo? Ahí creo que recién puso su verdadera cara. Yo tengo una teoría de la que no voy a tomar crédito porque no recuerdo si alguien me la dijo o lo leí en alguna parte. Pero en los ojos se puede ver si una persona es triste. Los suyos estaban llenos de pena.
-Pensé que querías vengarte o algo así., le dije para tratar de hacerlo sonreír y lo logré.
-Sí, lo leí en tu el post -me dijo entre risas-, pero no es por eso. Te odié un tiempo, pero porque te quería. Pero no es por eso que quería verte. Nunca supe qué había sido de tu vida hasta que me enteré de tu blog por vivir fuera y me encontré en algunos posts, y pensé que tú tampoco me habías olvidado. Ahí casi me atoro. Quería aclararle que las veces que hablo del pasado lo hago para referirme a algún tema presente, pero lo que dijo a continuación me tapo la boca.
-Tú has hecho lo que querías, chiquita(sorpresivo flashback a nuestro pasado verbal). Siempre escribías en todos lados. Hasta me quedé con uno de tus cuadernos, el que me regalaste cuando cumplimos un año y en el que está escrita, como en una novela, toda nuestra historia y en la tapa decía: “Para que no me olvides nunca”. Se olvidó decir que a esa frase le seguía un recontra enamorado “te amo”.
Solo pude responderle: “gracias” y nos tomamos de la mano. Nos miramos a los ojos y no puedo negar que, aunque no reventaron chispitas Mariposa a nuestro alrededor, hubo cierta conexión hasta que el sonido de su iPhone nos hizo separarnos. Era su ex esposa que hablaba con él, me imaginé, quien luego le pasó el teléfono a ambos hijos, porque los llamaba por sus nombres y hablaba de cosas que recién me entero por mis sobrinas como quién es Dora la exploradora o Barney (yo pensé que había pasado de moda junto con las Barbies, pero parece que están en un revival o algo así).
Me sentí rara y pensé que sería una buena idea irme al baño para darle privacidad. Sin embargo, creo que no la necesitaba pues cuando regresé seguía hablando con no sé cuál de sus ellos. Bueno, pensé, mientras siga agarrada a mi chela como si fuera una boya estaría bien. Pero luego de colgar, me hizo una repetición en vivo de lo que los niños que le habían dicho con imitación de voces y todo. Yo sonreí, pero mi risa se borró de pronto cuando soltó la pregunta, esa que he escuchado tantas veces desde que tenía no sé cuántos años: ¿Y tú? ¿Nunca quisiste casarte o tener hijos?
Y bueno, le dije en dos palabras que no es que haya querido o no, sino que no se había presentado la oportunidad, o mejor dicho, el chico correcto con el cual formar una familia, o que bien podría ser al revés: yo no había sido la mujer que mis ex novios eligieron para comprometerse y reproducirse; pero que no era algo que me ahora me quitara el sueño. Parece que no me escuchó bien o fueron de esas palabras que llegan en latín a las personas que no entienden por qué uno puede tener 35 años y no estar casada ni tener hijos, porque me dijo:
-Mañana vamos a ir todos a Cieneguilla a pasar el día en la casa de mi suegra. Me imagino que ese “todos” incluía a su ex esposa, claro. Pero eso no fue lo que me sorprendió, sino que dos segundos después me dijera: “Si quieres, en la noche podemos ir al cine”. Le respondí con un “puede ser” y una sonrisa fingida. Claro que a él su propuesta, le pareció lo más normal de mundo, porque para él lo es. Es su vida. No para mí, que reaparecía pronto pero en un territorio totalmente ajeno y desconocido.
Nunca me he casado, no tengo hijos pero aún así sé lo importante que es decidir tener una familia. No creo que la gente se case “hasta que el divorcio nos separe”, pero las sucesivas separaciones de amigos a los que vi comprometiéndose en un altar me hacen pensar lo contrario. ¿Existe el “hasta que la muerte nos separe”? Eso no lo sé. Si algún día me caso, podré decir que sí, porque jamás diría “sí quiero, pero solo hasta que tú y yo nos dejemos de querer”. Sé que suena bastante ingenuo de mi parte, pero es así. Aunque sí creo que existen personas que se casan por razones equivocadas, quiero pensar que sí hay gente para la que el matrimonio es una decisión, así como lo es el amor.
Y aquí viene el tema de la ex esposa. Él ya pasó por eso y la mujer que eligió, y que lo eligió a él, siempre va a ser no una ex, sino “la ex” y además, la madre de sus hijos. Yo siempre me pensé como la protagonista, no como la estrella invitada en la vida de nadie. La mujer que siga en su vida amorosa será por un buen tiempo ajena a la familia que una vez existió y no solo eso, va a ser la madrastra de sus hijos, porque madre ya tienen y ella también será parte de su vida; y a su vez, sus hijos siempre serán lo más importante y con toda razón. Es natural, es humano. Si yo tuviera un hijo estoy segura de que sería el primero en mi lista y estaría bien consciente de la persona a quien voy a involucrar no solo en mi vida, sino en la de mi familia. Y si ya es todo un paso presentar a un nuevo novio a los amigos y luego a los padres, me imagino que debe ser algo mucho más importante que tener en cuenta, por decirlo de algún modo, presentarle una potencial o nueva novia a los hijos.
Entonces pienso, cuando sales con alguien, ¿con cuántas personas terminas involucrándote? ¿Solo con él/ella? No lo creo. Así, ninguno de los dos haya estado casado, siempre hay alguien más. La o las ex, la familia, la suegra (gran punto), los amigos, los mejores amigos, los conocidos, la gente de la chamba; pero cuando esa persona tiene una familia, porque por más divorcio que haya habido: hay una familia y no entre ambos, sino en su vida y que, seamos francos, siempre va a estar primero.
Entonces, al grano. Sí, todos tenemos un pasado (y un presente porque “para bien o para mal”, la vida sigue con nosotros en ella, ahí sí, hasta que la muerte nos separe). Solteros, convivientes, casados, viudos o divorciados. Yo jamás pondría en una balanza qué es mejor: ser soltera hasta ahora (como yo) o estar separada, divorciada o haber tenido ya una familia. Creo que no va por ahí. Pienso que se acerca más a lo que ambos quieren en su vida hoy, sin dejar de lado el futuro. Así que en este momento, solo puedo decir que para dar ese paso tendría que estar enamorada y estar dispuesta o predispuesta a iniciar una relación aún desconocida para mí. Prefiero ir lento, caminar paso a paso. Es decir, primero ver si nos gustamos lo suficiente para dar el primero.
¿Ustedes qué dicen? Les paso la pelotita.
CANCIÓN PARA DECIDIR SÍ QUIERO
“Kramer vs. Kramer” es como “El campeón” (la foto de la entrada del post) películas que marcaron mi infancia cuando yo no sabía qué cosa era un divorcio, una separación o el nuevo tipo de familia, la que funciona (o no) dividida. Cada vez que veo esta escena, se me cae una lágrima. Igual me pasa con “La habitación del hijo” (siguiente foto), película en la que a esa familia no le queda otra que renovarse y conformar una nueva.
P.D.: ¡Ah! Me olvidaba ¡Este es el post número 100! ¡Qué chévere! Una canción para celebrar y cantar, si quieren.