La única vez que les mentí
YO SOY “SOFÍA”.
Hoy, 24 de noviembre, es el día de la No violencia contra la mujer. Aunque para muchos esta sea una fecha desapercibida pues hasta ahora el tema de la violencia doméstica –a pesar de esfuerzos de diferentes asociaciones– no es más que material para tristes titulares de la prensa amarilla que llenan de morbo al lector, con cosas como: “le metió bala por celos del vecino”. ¿Por qué algo así vende periódicos y no genera algo más en quienes los leemos?
Las fechas están hechas para recordar lo que no debemos olvidar, mi día personal es el 14 de noviembre, el día en que la violencia desapareció de mi vida. Les pido disculpas si hace dos años me encubrí detrás de una persona inventada para hablar sobre mí misma. Mi única razón es que en ese entonces no podía. Ahora sí puedo y voy a hacerlo. Para entender mejor esta historia este es el link (no suelo hacer links a mis propios posts, y si lo hago es para ponerlos en contexto). La de la historia, Sofía, era yo, y la enferma que la escuchaba desde su cama era mi propio interior.
Cuando empecé a escribir este blog me prometí jamás mencionar a este hombre. Cumplí con mi palabra, pero me ardía tanto adentro en ese momento, allá por el 2007, que hablé de la forma que pude, utilizando a otra voz para abordar un tema que por lo general asusta cuando a uno lo toca de cerca, pero que cuando uno lo vive literalmente en carne propia, crea pánico.
La cosa va así. Ese hombre y yo nos conocíamos hacía más de diez años. Fuimos de todo. Empezamos como amigos, luego mantuvimos una retorcida “historia” de amor y nos dejamos de ver cuando le puse punto final con la ayuda de un terapeuta y me fui a España. Hasta ahí solo había sido una relación insana y nada más. Sin embargo, nos encontramos tres años después, nos hicimos amigos nuevamente y en mis idas y venidas a Lima siempre nos veíamos, nos contábamos la vida entera. Éramos compatibles en todo terreno. Él decía que yo le daba paz, yo le decía que el me daba alegría. Pasó el tiempo y convencidos de que él y yo éramos el “uno para el otro” decidimos vivir juntos a mi regreso.
Hablamos con mis padres, les dijimos que era un paso previo al matrimonio, amarramos un colchón que compramos en la avenida Primavera al techo de mi auto y, contentos, nos mudamos a un departamento en Miraflores. Ni por un segundo se me pasó por la cabeza que esa noche de setiembre iba a ser el comienzo del fin. Pasaron días bonitos. Entre películas y canciones, decoramos poco a poco nuestro hogar; él más que yo tenía en la mente un hijo que no debía tardar en llegar. Empezamos a compartir nuestro tiempo, nuestra vida y fue justamente ahí cuando los problemas llegaron como el invierno. Pero según nosotros, el amor mutuo podría con todo. La verdad no es así, nunca es así cuando llega la violencia.
Cuando llegó –eso ya lo escribí en el anterior post– yo no tenía idea de que eso me podría estar pasando. En los recuerdos confusos de la primera vez que él me golpeó, cometí el más grande error de todos. Callar. Hasta ahora me pregunto: ¿qué me faltó para salir corriendo a casa de mis padres, de algún amigo o ir a la comisaría? Me faltó valor, me ganó el miedo, me superaron las ganas de que nuestra supuesta historia de amor eterno fuera a terminar. Les aseguro que no es así. Nunca hay primera sin segunda.
¿Qué aprendí? Aprendí a callarme la boca, aprendí que “esas cosas” no se dicen a nadie, dejé que el silencio fuera mi cruel compañero. Aprendí a esconder con maquillaje mis heridas, a usar cuello alto en verano, a no quejarme al sentir dolor en alguna parte de mi cuerpo, a mentir cuando me preguntaba alguien: ¿qué te pasó en el cuello, brazo, boca, ojos, piernas? Eso era el exterior. En el interior esa mujer que llegó fuerte de Barcelona, que trató de aprender todo tipo de lecciones, se fue haciendo pequeña.
Terca y miedosa yo, pensaba que la convivencia era igual de seria que un matrimonio y que yo debía estar ahí, al lado del hombre con el que me había comprometido. Traté en un comienzo de hablar con él, de razonar sobre lo que estaba pasando, pero nuestros momentos de felicidad eran tan intensos que ocultaban como una venda o una curita los momento de terror y dolor. Ahora pienso, ¿le poníamos curitas a nuestra relación? Pues sí. Como todo victimario, controlador, celoso e inseguro, luego lo atacaban los fantasmas de su propia conciencia e iba a la farmacia a comprarme Hirudoid, para que no se me notaran los rastros de su violencia. Un día me fijé que en mi mesa de noche, estaba el teléfono, una lámpara, un joyero que mi padre me había regalado en Bélgica, una crema para la cara y un chisguete de crema para heridas, de esas que mi madre utilizaba cuando nos caíamos de pequeños. Creo que en ese momento lo empecé a dejar de amar.
Como la Alicia de la novela de Lewis Caroll, yo solo me empequeñecía. No quería más sexo (¿quién quiere sexo con una persona que agrede casi diariamente?), no quería más demostraciones de amor que pelearan esa situación (ya había sido demasiado), fingir se me hacía más difícil. Así pasó un año. Cuando salimos a celebrarlo me pidió matrimonio ¿se imaginan? La fecha: 22 de febrero del 2007. No sé a quién agradecerle que él decidiera dejarme por otra, alguna otra víctima seguro.
Agradezco a mis padres no haber hecho ninguna pregunta cuando regresé a su casa. Quiero a mis padres más aun por no juzgarme, y mucho más por respetar mi silencio. En esos meses el trabajo fue mi salvación, hasta trabajaba los fines de semana para huir de los recuerdos, de la tristeza. Pensé que el tiempo, la distancia de ese hombre que jamás volvió a dar la cara y a quién no he vuelto a ver, serían suficientes. Pensé que ya había pasado lo peor, pero al verme envuelta en una nueva relación me di cuenta de que había heridas ahora invisibles que no me dejaban querer, que si no hacía algo no me iban a dejar confiar en nadie más.
Pero no quería ser una más de esas mujeres que viven con una herida abierta y no se dan y le no dan a otro la oportunidad de amar otra vez. A pesar de pensar eso firmemente con mi lado racional, mi lado emocional no estaba muy de acuerdo, y me ha tomado mucho tiempo y esfuerzo rehacerme, retomarme como la protagonista de mi vida y pensar que sí, que la vida sigue y que no puedo seguir quejándome de la misma herida una y otra vez.
No pretendo generar sentimientos de lástima. Mi intención es solo contar mi propio testimonio para que así, como me dicen algunos lectores, no se sientan solos aquellos que han pasado por lo mismo. Ojalá alguien que por ahí está viviendo o vivió esta misma historia o siente las alarmas de comenzar a vivirla, pueda ver la señal de alerta y salir corriendo. Como yo lo debí hacer.
Un empujón es violencia, una lisura es violencia, el control es violencia, la humillación es violencia. Y si algo he aprendido es a no callar. Recuerden, el silencio es el peor compañero que pueden tener. Estoy segura de que todos tenemos alguien en quien confiar que nos puede guiar, no compadecer y punto, sino guiar a una solución, y la primera es hablar.
Ahora les puedo decir que con mucho esfuerzo me quiero otra vez como aprendí a quererme hace tiempo; que ahora no dejo que el maltrato ni la violencia entren a mi vida; que la vida sigue, que la vida no termina al separarse de un cobarde que no vale la pena. En serio, no la vale.
Ahora ya no estoy partida en dos, soy yo rehaciéndome cada día, volviendo a ser una sola todos los días, esa es mi tarea. No sé hasta cuándo, pero sé que no será por siempre.
Y por favor a todos los que están dispuestos a malgastar cinco minutos de su vida y que piensan sacar conclusiones estúpidas por esto que les cuento, no los voy ni a leer ni a publicar. Solo les pido perdón a los lectores por haberme escondido tras un personaje. Ahora ya puedo contarlo, ya me perdoné. A quienes también les pido perdón es a aquellos que me quieren y que les dolerá saber que fue duro estar tan triste. Alégrense, tengo una sonrisa en los labios, una vida que ya no espera porque la estoy viviendo. De nuevo. Y se siente bien.
Este post está dedicado a mis tres sobrinas Paula, Constanza y Catalina.
CANCIÓN PARA RE-HACERSE.
SE IRA CON VOS.mp3 – FRANCISCO BOCHATON
Como dice Lily Allen, no es justo. Pero ces´t la vie (cuando uno lo permite).
Lily Allen – Not Fair (Official Video) HQ
Cargado por wonderful-life1989. – Ver los videos de música recién destacados.
Y para todos los que seguimos adelante sin importar qué, una de la Piaf.