Vete ya, tiranosaurio rex
Y no vuelvas.Hace mil años, bueno, en realidad once, me di cuenta al conversar con un psicoanalista que me encontraba en un periodo grave de indecisión. Pasaba por tal época de inseguridad –en la que mi autoestima habitaba en el inframundo– que me era imposible elegir hasta qué par de zapatillas comprar; menos podía decidir terminar con una relación con el peor hombre con el que me he cruzado en esta vida, Charles Manson, el único chico realmente malo con el que he estado (no era un “chico malo” sino una mala persona).
- ¿Terminar?, ¿yo?, -le pregunté al popular Dr. HV.
Él asintió.
- Pero si no quiero- continué- es más, no quiero ni puedo.
Mi mente siempre hiperactiva imaginó al instante un futuro sin el ególatra, egoísta, sádico, mujeriego, inseguro y acomplejado con el que andaba. Fue entonces la primera vez que vi en persona, en vivo y en directo, al más grande de mis temores. Era nada más ni nada menos que el Tiranosaurio Rex de la soledad abriendo unas fauces enormes sobre mi cabeza. Sentí su aliento helado en la cara, su baba cayendo sobre mi minúsculo cuerpo. Entré en pánico, un escalofrío me sacudió de arriba para abajo. No quiero, no puedo estar sola. Cerré los ojos justo antes de que el dinosaurio me tragara entera de un mordisco.
El terapeuta me dijo que respire, que no había por qué desmayarse en ese momento, que aún nos quedaban 16 minutos de consulta. Me aconsejó dejar a un lado al animal verde de la cola gigante y empezar por lo fácil, por lo superficial, como para ir entrenando. Entonces me sugirió que al momento de elegir hasta un caramelo tenía que ser tajante y veloz, sin dejar lugar a ninguna duda. El ejercicio sirvió. Quiero un chicle de menta, señor. Quiero una Coca-Cola Light helada. Hoy me quedo en casa. Quiero ese vestido pero en negro. Voy a ver esa película. Me voy a levantar a las 8 en punto todos los días. Voy a cortarme el pelo.
Así que después de practicar en el cine, supermercados, tiendas, bodegas, discotecas y conversaciones con mis amigos, decidí que ya estaba lista para tomar la decisión que había dejado en manos de la procrastinación y tanto miedo me daba: decirle buena suerte y hasta nunca a Charles Manson, y de paso decirle lo que siempre tuve atracado en la garganta pero que, por temor a perderlo, jamás le dije: (en esa época no hice una lista, pero como veo que resultan prácticas, lo hago ahora)
- No me haces feliz, Charles Manson.
- Salvo momentos aislados, jamás me has hecho feliz.
- Jamás has tenido ni la más remota intención de hacer feliz a alguien que no seas tú.
- Has aprovechado mi ceguera y es resto de mis debilidades.
- Estos meses contigo han sido una tortura china.
- Después de verte, siempre tuve miedo de no verte más.
- Después de verte, siempre tuve miedo de volver a verte… pero con otra.
- Utilizaste esos miedos para manipularme.
- Me dejé manipular por dos promesas vacías de amor a la semana.
- Temí que “otra” fuera mejor que yo.
- Tratar de ser “perfecta” para ti me ha dejó exhausta.
- Para no perderte, dejé de ser yo.
- Me olvidé quién era yo.
- Me tragué todos tus malos hábitos sin decir ni una palabra.
- Me tragué todos tus malos tratos sin decir una palabra.
- Cada vez que te pedí perdón, me sentí culpable.
- Nunca me pedí perdón por ser tan cobarde.
- La única responsable de no querer ponerle punto final a ese desastre de relación por miedo a encontrarme cara a cara con mi dinosaurio, mejor dicho, con la soledad, fui yo.
¿Si prefería quedarme con Manson? Claro que sí. Sola, ni loca. A fin de cuentas, para todo sádico hay una masoquista que espera feliz el siguiente latigazo. Esto pensaba, hasta que decidí tirarme por el barranco y hacer algo que jamás imaginé.
Un día en mi antigua oficina de trabajo, después del almuerzo, levanté el teléfono. Era una semana de esas en la que Manson había decidido que ya no quería estar conmigo (está de más decir que esto duraba hasta que él decidiera lo contrario).
- Aló, ¿Charles?
- Hola Alicia.
- Hola, te llamaba por…
- Mira, si me vas a decir que quieres estar conmigo ya te dije que…
- No, te llamo por otra cosa.
- …
(Tomé fuerza)
-Estaba contigo porque pensaba que eras un hombre especial, diferente, bueno, más que bueno, perfecto para mí… este…
- ¿Y…?- el arrogante Manson esperaba que yo siguiera lamiéndole el ego, seguro.
- No lo eres, nunca lo fuiste. Era yo la que estaba mal. Por que yo estaba mal estuve contigo. Por eso… por eso no quiero volver a saber de ti el resto de mi vida. Chau.
Colgué. Me quedé sentada en la silla mirando hacia una polaroid de la Vía Expresa que siempre me recordaba a nosotros. Pensé que iba a llorar. No lo hice, arranqué la fotografía del corcho y la tiré a la basura. No les voy a decir que comencé a dar saltitos en un pie de la felicidad, porque no es cierto. Lo que es verdad es que por primera vez en mucho tiempo sentí paz. Me había puesto frente a la bestia, me había tapado los ojos con las manos y había esperado lo peor. Sin embargo, ese dinosaurio hembra de nombre “Horrorosa” y de apellido “Soledad” no me tragó y me desterró al infierno de la desdicha.
Esta no es una historia de amor pero sí tiene final feliz. Una ruptura implica inevitablemente una pérdida. Así que recomiendo respirar hondo y aceptar que esto, por un tiempo, va a doler. Y mientras que eso pase (porque pasa, muchos lo hemos comprobado) ojo con las autometidas de cabe; recordémoslo siempre, a veces somos nuestros peores enemigos. Callemos esas preguntas que no nos llevan más que a volver a las garras de un asesino emocional en serie.
Analicemos.Todos nos saboteamos por nuestros miedos. Todos.
Aquí, algunas preguntas frecuentes para no tropezar.
¿Y si no encuentro algo mejor? ¿Alguien mejor que Charles Manson?, ¿cómo alguien no va a encontrar a alguien mejor que ese ególatra, egoísta, sádico, mujeriego, sexualmente poco dotado, emocionalmente enfermo, hablador y acomplejado con el que andaba? Lo encontré al poco tiempo. Pero más importante que el novio que llegó meses después fue el encontrar a una mejor persona para pasar el tiempo: yo. Debo agregar que hasta ahora somos inseparables.
¿Y si aún me duele? Claro que duele, no vivimos en el mundo de los robots. Una ruptura implica una separación de alguien a quien, así haya sido o sea una pesadilla viviente, en algún momento quisimos. Pero es mejor un dolor temporal (sí, es temporal) a una infelicidad sin fecha de caducidad.
¿Y si me quedo sola para siempre? A veces el trabajo me da regalos inesperados. Estaba hace poco coordinando las entrevistas en privado de Ricardo Darín cuando en eso un periodista le preguntó: “Ricardo, ¿el amor es la finalidad de su vida?”. Darín sonrió y le contestó algo así: “Vivimos en la sociedad del miedo. Desde chicos nos ha hecho creer que tenemos que encontrar el amor para ser seres completos, la verdad somos y seremos individuos hasta la muerte”. Casi me paro, interrumpo la entrevista, salto y lo abrazo. Mi profesionalismo me contuvo. Además de buen actor, buena onda, guapo e interesante, es inteligente. ¿Voy a evitar decidir algo por miedo? Nunca más.
¿Y que dirá el resto? Como cantaban Alaska y Dinarama, a quién le importa. ¿Alguien más va a vivir nuestra vida? Pues no. Esa es nuestra chamba.
¿Y si me equivoco? Bueno y ¿quién está libre de no hacerlo? Decidir es aceptar las consecuencias, ni más ni menos. Y les aseguro que es mejor arrepentirse de algo que uno decide para si mismo, que lo que alguien más decida para uno.
El encuentro con la realidad es el siguiente: Charles Milles Manson, conocido criminal estadounidense, fundador y líder de “La Familia”, un grupo que perpetró varios asesinatos, entre ellos, el macabro asesinato de Sharon Tate (la chica de mi muy admirado Polanski) y sus invitados en 1969. Cumple condena desde 1971.
¿Alguien quiere ser novia de Charles Manson? Claro que no, como tampoco nadie en su sano juicio quiere estar con alguien que no te hace feliz, al que le importa un bledo que estés contenta y que en resumen, no te da lo que quieres. Y no es necesario estar con un serial killer emocional, basta una relación mediocre, alguien con quién pasar el tiempo “mientras aparece algo mejor”, “un peor es nada” o cualquier persona lejos de lo que elegiríamos como pareja, para decidir tener valor y cortar.
Llegó el momento. A no hacerse bolas, solo dar el paso hacia atrás, al costado o adelante, lo que sea para moverse del lugar en el que ahora están, cambiar de pareja, de panorama, dejar al asesino en serie atrás, decirle adiós al temor de vernos las caras con nuestro tiranosaurio rex.
No voy a decir tampoco que jamás supe qué fue de la vida de mi dinosaurio. Ahora que olvido también, he visto su sombra por el rabillo mi ojo izquierdo (el más miope) y aunque no le tengo pánico, voy con cuidado.
Esta es la introducción. Pronto en sus pantallas: Cómo olvidar en 3 posts.
Una dosis de música. Idolo Bowie en acción. Para absolutos principiantes.