No me gusta un chico, me gustan dos
Ese que dijo que cuando uno deja de buscar encuentra, tenía razón. Pero por favor, ¿no podrían meter a estos dos en una licuadora, agregar Splenda y hielo (un poquito de linaza), y servirme al chico perfecto? Antes era una persona muy indecisa. Ahora solo lo soy cuando me siento insegura. Sin embargo, este no es un caso de indecisión. No se trata de elegir con quién salir el sábado por la noche. Sería demasiado fácil, el viernes con uno, el sábado con el otro.
Pero si lo pienso bien, recién me estoy volviendo a reinsertar en la vida aquí. Bueno, en lo que era mi vida. He vuelto a casa después del mejor verano de mi vida. Extraño un poco el silencio y la lejanía de absolutamente todo. Echo de menos escuchar el mar de día y de noche. Extraño mis martes de topless, correr mirando delfines apenas el calor me sacaba de la cama, hacer yoga con la brisa en la terraza agradeciendo cada día (en esa posición flor de loto que creo que solo es para contorsionistas, a mi aún no me liga), trabajar en bikini, leer mucho y andar descalza por todos lados; las noches de estrellas, mis interminables chapoteadas en el mar (lo extrañaré Sr. Salvavidas, perdón por hacerlo trabajar de más), esperar sentada en las rocas el atardecer todos los días y escribir como nunca he escrito en toda mi vida.
En resumen, ¿creen que toda esa tranquilidad la voy a cambiar por un revolcón emocional con un pata?
Si, lo reconozco, la atención externa es un punto para la vanidad, el flirteo es divertido, tener a alguien “ahí” se siente bien. Sin embargo -no sé si alguien me crea esto que voy a escribir pero-: no los necesito. No voy a seguirle el juego a alguien solo porque es el único hombre que me da vueltas como una mosca. No. Me he convertido en Ironwoman. Mentira, nadie es de fierro. Yo menos. Pero me puse metas; metas para mi relación conmigo, justas y necesarias, que trato de cumplir todos los días.
He vuelto a ser una fiel creyente de la filosofía: “quiere a alguien por lo que tú quieres que te quieran”, no porque apareció un candidato por reacción espontánea.
Sin embargo toda esta pequeña reflexión comenzó cuando tenía encima de mí a dos patas totalmente dispuestos a salir conmigo y que, toreando todas mis excusas y negativas, han puesto la pelota en mi cancha. Existe un premio a la persistencia ¿no? Mi novio del 2007 logró estar conmigo después de afanarme once meses. Ahora no nos hablamos, pero esa es otra historia.
Sé que eventualmente saldré al ruedo, cancha, coso, arena, como quieran llamarle. ¿Qué tan malo sería un preview?
Los pongo al tanto.
Soltero número 1.
Lo conozco hace ya un tiempo. Unas tres veces al año coincidimos en las reuniones de un grupo de amigos que tenemos en común.
Tenemos la misma edad y profesiones totalmente opuestas. Esto es un hit.
Me gusta. Es innegable. Y cuando me contaron (además, se notaba) que yo le recontra gustaba, me gustó aún más. Es más, un día fui una vanidosa mala y lo tuve de barman trayéndome copas de cava. Además, cuando nos dejamos de ver por unos meses y de pronto: bang!, lo veo, así de sorpresa, la sonrisa se me pega con Triz en la boca. Con razón al día siguiente, siempre me duele la mandíbula.
Cada vez que lo veo, siempre quedamos en salir pero por alguna razón que no conozco y ni me explico, jamás da el siguiente paso. Una noche en la playa, soñé con él. Así que le mandé un mensaje diciéndole exactamente eso: “he soñado contigo, ¿no es extraño?”. No se imaginan que respondió: “Yo solía soñar contigo, pero despierto”. Un poco Arjona la frase, pero bueno, pensé que era un piropo a fin de cuentas. ¿Qué paso después? Nada. No volví a saber de él. Eso fue en marzo.
No sé aún si es Mr. Mira cuánto gano o si sólo me quiere impresionar cuando lo veo.
No tengo idea si tiene novia ahora o si sale con alguien, y la verdad pasar por el roche de: “oye, mamita, tengo novia por si acaso” no es algo que se me antoje mucho.
Ah, lo olvidaba. Nos besamos en una fiesta cuando teníamos quince años.
Soltero número 2.
Es más chico que y sí, es otro periodista. Cómo si no hubiera tenido suficiente con ese gremio, quitando a mi chico bueno de la lista negra.
Es el típico periodista-artista. No entiendo cuando engañaron o se auto engañaron esos chicos pensando que ya son líderes de opinión, los reyes de la verdad y gritones panfletarios de ideas ajenas que complementan con una dosis de Wikipedia.
Estaba a punto de mandar a Soltero número 2 a la bandeja de reciclaje (si a mí no me gusta, le puede gustar a alguien más, supongo) cuando me di cuenta que tiene algo que quiebra mis prejuicios contra ese tipo de periodistas. Este pata es honesto. Y eso si que me gusta. Claro, no puedo estar segura de que lo sea a ciencia cierta, pero al menos se ríe de sí mismo con facilidad, no es un “sabeloto” que se la pasa rajando de los demás, en especial, de sus colegas y no se la pasa dándome clases de todos los temas de los que hablamos.
¿Punto en contra? Es menor que yo y la verdad mi experiencia con chibolos es de terror. Ni en mi peor pesadilla quiero encontrarme con otro acomplejado sexual, un resentido intelectual, un envidioso que se la pasa rajando de todo lo que le rodea (por su propia inseguridad claro, esa que esconde detrás de su falso ego) y que es un hipócrita que si le tiene que sonreír al diablo porque le conviene, y que por último, no sepa nada acerca de las relaciones emocionales.
Otro punto en contra, a diferencia del Soltero Número 1, nuestra relación se ha dado casi entera por Internet.
Punto a favor. Su entusiasmo me mata. Me gusta hablar con él, me río como con nadie y terminar escuchando las mismas canciones en mi Ipod cuando corro, si alguien se cruza conmigo por el Malecón podrá comprobar la sonrisa de idiota en mi cara. Eso sí, antes de llegar al kilómetro 4, ahí si estaré concentrada en llegar al 5.
He dicho muchas veces, y es verdad, que la plata no me importa pero tampoco quiero ser la Pensión Soto otra vez. No quiero salir con un pata que en la segunda cita me pida cinco soles para un taxi, que me deje en la bancarrota cada mes y que al final de la realción me deba plata.
Es guapo y lo sabe. Y de paso, lo sabe medio mundo. Lo que lo hace ser coqueto a donde va.
Este es el panorama, señoras y señores. No tengo la más mínima idea si las regalas del coqueteo son las mismas para ambos casos, ni estoy segura de con cuál me iría mejor en una primera cita.
Tengo ganas de salir, pero tengo desconfianza. Como le decía a una amiga el verano pasado nos dejó un sabor a limón podrido que nadie quiere repetir. Salir con alguien es ponerte a prueba, es estar dispuesta a la posibilidad de una sorpresa no siempre grata, a construir ilusiones que alguien puede patear sin previo aviso. Pero claro, también está la posibilidad de terminar con muchas ganas de verlo otra vez y chapártelo contra la puerta.
Así que cuidado con sus sugerencias. Espero sus apuestas y sus tips. Le toca a ustedes. Colabórenme, pues.
Y les quiero pedir disculpas por la demora (una vez más). Mi reinserción al mundo real, me tomó un poco más de tiempo. Ahora hago yoga en mi sala-comedor-cocina, corro por el Malecón y el sábado después de la fiesta de cumpleaños me eche en mi cama a comer sandía picada. Ja. Se nota que ya estoy aquí.
He estado obsesionada por la música y la moda de Coachella 2012. Acá les dejo una de mis favoritas. El próximo año estoy ahí, sí o sí.
Adoro a Bon Iver. Esta es la genial Beth.
Por favor, vean este video del último CD de The Shins, es demasiado paja. Igual que la canción.