Regresó Alianza
Un letargo inmenso; como si en alguna montaña lejana el monstruo hubiese dejado de invernar oyendo el grito de un pueblo. Ha sacudido su desgano y baja al llano con alas de protagonista.
Alianza Lima es esto. Disculpen el antojo, pero han sido tiempos de fastidio de ver como una tradición corría el peligro de extraviarse en recuerdos por el simple hecho de contar con un entrenador que no entendía la historia y que el cambio era necesario para recuperar la esencia, la mística, el sabor.
Porque Guillermo Sanguinetti y cualquier hombre de Alianza puede estar seguro de que este momento no se parece a ninguno de la era del charrúa -15 meses al mando-. Ni siquiera a ese interesante partido final del Torneo del Inca 2014 contra la Universidad San Martín, cuando se le dio vuelta al equipo de Julio César Uribe y se consiguió el título en el Callao.
¿Pero puede ver Susana Cuba cómo regresa la gente al estadio? Ayer Matute tuvo más de 15 mil personas bajo 35° de sensación térmica. El solo hecho de tener a un equipo que ruede la pelota y juegue como el hincha exige, es suficiente para ir contra las inclemencias del clima y cualquier obstáculo. Entiéndalo, la gente de Alianza necesita resultados, pero no tanto como la seguridad de llevarse en el corazón un fútbol que otros no pueden. Y a partir de eso ganar y ser campeón.
El pelotazo, según mi forma de ver, siempre fue un recurso alterno dentro de los cánones de cómo tiene que jugar Alianza. No su único argumento. Sanguinetti ha tardado demasiado en encontrar soluciones y en el camino el equipo ha sufrido derrotas inaceptables, papelones y lo expuso a la violencia. Lo suficiente para ser despedido, pero ciertamente quedó al filo y el remezón fue lo único que lo hizo reaccionar para modificar su concepción de este deporte.
En 15 meses, lo único que podría reconocer en Sanguinetti fue el cambio de cultura que quiso imponer en la primera parte de su trabajo sobre la recuperación de la pelota. Es algo que Alianza siempre adoleció. Había ferocidad por sacarle el balón al rival y asfixiarlo, pero ese estilo duró poco, se diluyó y Alianza se convirtió en un híbrido irreconocible. A veces ganaba, a veces perdía y siempre jugando sin convencer. Nunca quiso aceptar que quien juega bien está más cerca de ganar, definitivamente.
“¿Y qué es jugar bien?”, “El espectáculo es ganar”, “Jugar bonito no es jugar bien”, fueron premisas de escudo para frenar las críticas. Claro, encontró eco en advenedizos. Yo siempre pensé que la propuesta de Sanguinetti podía servir momentáneamente, pero no era una solución que se pudiera sostener en el tiempo. No aquella que consagraba exclusivamente a Guevgeozián para hacer goles de cabeza, a Walter Ibáñez para ganar de penal o a Luis Trujillo y sus tiros libres porque cuando dichos factores no se presentaran en los partidos, Alianza sería una oncena torpe y sin ideas, expuesta a la derrota como cualquier equipo sin grandeza.
Este Alianza me motiva a escribir otra vez sin la necesidad de saber quien será campeón. Hay una apertura de mente por parte de Sanguinetti que me llama la atención. Hay juego en el equipo y contundencia en el ataque con un cuarteto que es más allá que un conjunto de voces identificables. Hay un sistema concreto que funciona y que es más complicado para los rivales porque se basa en el talento, la inventiva y la creatividad.
Puede ser Cueva, Costa, Landauri y Noronha, pero tranquilamente pueden entrar a tallar Mimbela, Deza, Preciado. Con respecto a Mauro Guevgeozián sigue siendo un activo del plantel y Sanguinetti está en la obligación de alentar la competencia interna para que ninguno suba de peso ni caiga en la desidia e indisciplina. Ya le tocó probar cómo se le cayó el equipo en el 2014 después de ganar el Torneo del Inca. Este es el reto de Sanguinetti, quien ya tiene la experiencia, ya vio la película y ya sabe cómo son sus actores.
No sé si Alianza saldrá campeón, pero siempre estará más cerca de serlo jugando de esta manera que con argumentos altamente previsibles como el pelotazo. Ahora Alianza sí gusta y se lleva la taquilla. Si alcanza las semifinales y se las tiene que ver contra equipos de mayor peso y presupuesto, ojalá que no se aleje de esta manera de jugar y que en defensa se fortalezca.
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