La felicidad es un virus
Foto: luc legay
Me acuerdo de un amigo que tenía en la escuela. El muchacho era buena gente, tenía una risa contagiosa y encima tenía una cualidad maravillosa: era súper positivo y siempre paraba contento, siempre miraba el vaso a medio llenar y todas las cosas (hasta las “desgracias” que nos sucedían en la edad escolar) no le parecían gran cosa y siempre decía que todo iba a ser mejor.
El pasar un rato con él me dejaba siempre una sensación de “buena onda” y me acuerdo que siempre trataba de buscar su compañía. Siempre sospeché (quizás por instinto) que me convenía pasar buenos momentos con él, porque este amigo tenia la cualidad de “contagiar” su alegría y positivismo.
Esta semana, al leer los resultados de una reciente y excelente investigación de la Universidad de Harvard, me vino el recuerdo de ese antiguo amigo.
Según el estudio, la felicidad de una persona es capaz de “contagiarse” hasta alcanzar a los amigos e incluso a los amigos de los amigos.
Este revolucionario concepto ha sido demostrado después de seguir durante veinte años a casi 5.000 personas registradas en el famoso Estudio de Framingham. Durante todo ese tiempo se registraron las redes sociales de cada persona en el estudio, las cuales fueron luego analizadas.
Los resultados son increíbles: la felicidad de una persona tiene casi 30% de probabilidad de transmitirse a un amigo; y esa felicidad puede alcanzar al 10% de los amigos de ese amigo y al 6% de los amigos de los amigos del amigo.
En otras palabras, esta es la primera vez que se demuestra que, al igual que un virus, los sentimientos de una persona son capaces de afectar a personas que están alejadas hasta por tres grados de separación.
Lógicamente, los investigadores “corrigieron” o como se dice científicamente “ajustaron” sus análisis a otros factores que podrían explicar esa asociación (como por ejemplo el escoger amigos de similares gustos).
Este nuevo tipo de investigaciones, llamado de redes sociales, ya había demostrado anteriormente que es capaz de “contagiar” la tendencia a sufrir de obesidad y a ayudar en el deseo de dejar de fumar.
Es increíble pensar el cómo las actitudes y comportamientos humanos pueden ser “contagiados” o “trasmitidos” como si fueran microbios. Póngase a pensar cómo su alegría (y de repente también su tristeza) puede afectar al amigo de su amigo o a la prima de su novia. Sin duda que esto nos hace ser más responsables con los sentimientos que expresamos a diario con los que nos rodean.