Los lavados de cerebro a personas LGBT deben ser prohibidos
“Esta noche, en algún lugar de América, a una persona joven, digamos que a un hombre joven, le será muy difícil quedarse dormido, luchando a solas con un secreto que ha mantenido desde que tiene uso de razón. Pronto, tal vez, él decida que es hora de revelar su secreto. Lo que suceda después, dependerá de él, de su familia, así como de sus amigos, sus maestros y su comunidad. Pero también dependerá de nosotros – de la clase de sociedad que engendremos, del tipo de futuro que construyamos”.
– Presidente Barack Obama
La Casa Blanca tiene un sistema muy interesante para escuchar la voz de sus ciudadanos en los Estados Unidos. El sistema permite que cualquier persona origine una petición electrónica, la que si es aceptada, puede ser firmada por todos aquellos que están de acuerdo con dicha solicitud. El 3 de enero de este año, la persona A.W. de Princeton en Nueva Jersey pidió que se apruebe una ley para prohibir las nefastas clínicas de conversión de personas homosexuales, bisexuales y transexuales (LGBT).
Se define como “conversión” o “reparación” al intento que hace un profesional de la salud mental de buscar cambiar la orientación sexual o la identidad sexual de un ser humano. Esta práctica se hace generalmente en menores de edad, quienes carecen de la protección legal que les permita tomar sus propias decisiones. En otras palabras, esos menores de edad son llevados por padres mal informados, que creen todavía que sus hijos LGBT son “enfermos mentales” y necesitan ser “reparados”.
Después de recibir 120.958 pedidos (la petición ya ha sido cerrada), la Casa Blanca acaba de contestarla, manifestando claramente su rechazo a las llamadas clínicas de conversión o reparación de personas LGBT, y solicita que los gobiernos estatales legislen en ese sentido (un cambio para todo el país necesitaría ser aprobado por el Congreso). En la actualidad, los estados de California, Nueva Jersey y el Distrito de Columbia prohíben a los profesionales de salud mental que ejercen en esas jurisdicciones que presten ese tipo de “servicios” que causan serios daños a la salud mental de los menores de edad. Dieciocho otros estados tienen ya proyectos de ley en curso para prohibir también esa práctica que es rechazada por casi todas las organizaciones profesionales psicológicas y psiquiátricas de Estados Unidos.
La Asociación Psiquiátrica Americana retiró a la homosexualidad de la lista enfermedades mentales en 1998 y en una posición oficial dice que los tratamientos de conversión o reparación están en contra de los principios fundamentales del tratamiento psicoanalítico y que frecuentemente causan daño psicológico al reforzar las actitudes negativas ya dañadas por el previo maltrato recibido.
Otros grupos que se oponen a este tipo de clínicas de conversión son la Organización Mundial de la Salud, la Asociación Médica Americana, la Academia Americana de Pediatría, la Academia Americana de Psiquiatría de Niños y Adolescentes y la Sociedad Americana de Consejería. En América Latina, la Organización Panamericana de la Salud (OPS) ha sido también muy clara en su rechazo a las clínicas de conversión o reparación de personas LGBT.
Es interesante saber que la petición hecha a la Casa Blanca quiere que la ley lleve el nombre de “Ley Leelah”, por el primer nombre de Leelah Alcorn un adolescente transexual de 17 años, que se suicidó en Ohio en diciembre del 2007. Leelah, quien nació con genitales masculinos, les reveló a sus padres que se sentía mujer a los 14 años.
Los padres, cristianos muy conservadores, le dijeron que ese era un pecado y que iba a ir al infierno. Leelah, quien era un adolescente cristiano, sintió que Dios lo había abandonado, que lo odiaba y se sentía por tanto un completo fracaso. Los padres llevaron a Leelah a una clínica de conversión cristiana y “aconsejados” por los profesionales de salud mental que lo vieron, lo sacaron del colegio, lo aislaron durante cinco meses y lo obligaron a tomar altas dosis de Prozac, una medicina anti depresiva. El domingo 27 de diciembre del 2007, Leelah se dirigió a la carretera interestatal y se tiró a las ruedas de un camión. Para evitar que su muerte sea vista como un accidente, Leelah se aseguró de dejar un mensaje en su cuenta de Tumblr, en la que decía que ya no podía más y que se quitaba la vida atormentada por el sufrimiento causado por el intento de lavarle el cerebro. Tristemente, incluso después de su muerte, los padres no entendieron el transexualismo de su hijo.
Las estadísticas indican que los adolescentes transexuales tienen 60% más probabilidades de suicidarse y la semana pasada, Taylor Alesana, otro adolescente se suicidó en California porque sufría de incesantes ataques de “bullying” en la escuela.
El transexualismo consiste en identificarse con y asumir el rol del sexo opuesto al sexo biológico del nacimiento. En otras palabras, es el caso del varón (por la presencia de pene, testículos y testosterona en la sangre al momento del nacimiento) que durante su desarrollo se siente una mujer. También se da el caso contrario, es decir de la niña (por la presencia de vulva, vagina, útero, trompas, ovarios y hormonas femeninas en su sangre al momento del nacimiento), que durante se crecimiento se siente que es un varón. Es decir son seres humanos atrapados en el cuerpo biológico del sexo cerebral contrario.
Con tantas organizaciones científicas que rechazan los tratamientos de “conversión” o “reparación” de personas LGBT, resulta difícil entender como todavía pueden existir profesionales de la salud mental que traten de “curar”, “reparar” o “convertir” a un ser humano que es simplemente, biológicamente diferente. Pienso que algunas de esas razones incluyen convencimientos morales o religiosos o simplemente convicciones profesionales ya superadas por el tiempo. Es decir son profesionales que no están al tanto, o no aceptan, las recientes investigaciones que van demostrando la naturaleza biológica de las variedades humanas LGBT.
Al respecto, una reciente revisión de la literatura científica, hecha por investigadores de la Universidad de Boston concluye que el transexualismo no es un trastorno de la salud mental, sino más bien consecuencia de cambios biológicos producidos muy temprano en el desarrollo del embrión en el útero de la madre. Después de hacer una exhaustiva búsqueda bibliográfica, los autores concluyen que existen diferencias neuroanatómicas en la distribución de sustancia gris y blanca cerebral y diferencias genéticas en receptores hormonales cerebrales durante el desarrollo.
El Dr. Vilayanur Ramachandran, de la Universidad de California en San Diego y uno de los neurocientíficos más notables del mundo, escribe en un reciente artículo, un concepto que debería ser motivo de reflexión para todos, especialmente para los padres de familia que se dan con la sorpresa de que uno de sus hijos es LGBT.
El Dr. Ramachandran dice que “entre los dos extremos de la sexualidad humana – hombres y mujeres – descansa un espectro poco conocido y poco estudiado de identidades sexuales ambiguamente definidas, que desafían una clasificación rígida, pero que sin duda son parte de la condición humana”. Continúa diciendo que “las investigaciones de esas identidades sexuales ambiguas están esclareciendo la comprensión científica de lo que es el género, la representación del cuerpo y la naturaleza del yo”.
En resumen, la evidencia científica está cada día apuntando a que los seres humanos LGBT son biológicamente diferentes a las personas heterosexuales, y que el heterosexualismo es simplemente, como dice el Dr. Ramachandran, un elemento más del espectro normal de la sexualidad. Este es un concepto que lamentablemente no es, o no quiere ser, entendido por todas las personas. Muchos años a partir de ahora, la humanidad reflexionará con vergüenza acerca de la época en que era incapaz de entender tan básico conocimiento.
En ese sentido, a pesar de que el apoyo de los padres y la familia es fundamental para que el niño o niña LGBT desarrolle normalmente y se integre a la sociedad, convirtiéndose en un ciudadano responsable y que contribuya al desarrollo personal, de su familia y de la nación, ese apoyo no es suficiente.
El reto de una sociedad civilizada está, como dice el presidente Obama, en asegurarle a una persona LGBT los mecanismos legales para que su diferencia biológica no sea motivo de discriminación, de abuso o de sometimiento a “tratamientos” psicológicos que intenten lavarle el cerebro.
El lavado de cerebro a personas LGBT debe ser prohibido también en el Perú.