Pisco y turrón de Doña Pepa, una alianza morada
Hace un año nació la idea que felizmente pusimos nuevamente en práctica este 2013: probar turrones de distintas casas con pisco de distintas bodegas (¿o fue el revés?). Aquella primera vez, unos ‘pisco lovers’ nos reunimos en Costanera 700 gracias a la hospitalidad de Yaquir Sato y su familia.
Este año repetimos la experiencia y el grupo se renovó con la presencia de nuevos ‘pisco lovers’. El anfitrión fue el Miraflores Park gracias a Tula Castañeda, gerente de Relaciones Públicas de la cadena de hoteles Orient-Express, quien nos acogió en la hermosa terraza iluminada con velas y calentadores que crearon una atmósfera realmente linda y acogedora.
Luego de algunos piqueos salados llegó el momento esperado.
Seis turrones: uno elaborado en las cocinas de nuestro anfitrión el hotel Miraflores Park, un clásico de la Pastelería San Martin, una novedad de Lorella Thorndike y Arábica, otro de Aurelia y el siempre esperado del Club Nacional. Los precios estaban más o menos parejos y oscilaban entre 28 y 32 soles el kilo.
Las parejas del baile eran: Bellavista Quebranta, Cholo Matías Albilla, Negra Criolla Torres de la Gala y Sobrayo, Inquebrantable acholado y quebranta, Don Amadeo Mollar. Sin querer queriendo casi fueron seis parejas, casi un pisco para cada turrón. Ahora el reto siguiente era encontrar entre ellos la pareja perfecta.
Como primer paso ordenamos la degustación de los piscos de acuerdo a la cosecha. Primero fueron aquellos de añadas más antiguas. Si me preguntan cuál es la razón, se las digo con mucho gusto: con los años los piscos suelen suavizar su textura, expresan mejor sus cualidades y se tornan más amables. Los piscos jóvenes tienen más frescura, son menos complejos y suelen ser más impetuosos. Ojo, cualquier similitud con la realidad es pura coincidencia.
El paso final fue servir una pequeña porción de cada turrón e ir probando con cada pisco. Antes probamos cada uno de los piscos para poder apreciarlos sin interferencias. Es que si se come algo, la boca queda impregnada de distintos sabores y de todas maneras impactará en el sabor de la bebida.
Lo que siguió a continuación fue una divertida y amena conversación e intercambio de opiniones. Las preferencias son inevitables, pero se trata de ser lo más objetivo posible. Si la masa era más o menos crocante, si tenía el punto justo de anís, si tenía la miel adecuada en cantidad y calidad, si las grageas eran pocas o muchas, si faltaban las estrellas o caracoles con mensajes… en fin.
No les voy a decir cuáles fueron mis favoritos para no influenciar en sus opiniones, solo quiero sugerirles que se animen a organizar esto en casa, con la familia, con los amigos. Si no desean probar con pisco pueden intentar con otras bebidas como el té de distintos estilos, café u otras.