Isla Decepción: un viaje gélido en el cráter de un gigantesco volcán
Nunca había sentido tanto frío.
Ni siquiera era frío; era dolor.
El viento venía de muchos lados: nos latigaba la cara, las manos. El zodiac se zarandeaba en el mar, y cada vez que sobrepasaba una ola nos bañabamos en agua a casi cero grados de temperatura. El frío mar de Lima baja a 15 grados en el invierno…
Ufff…
¡Qué frío!
Nunca había sentido tan de cerca la terrorífica posibilidad de estar congelándome.
He dicho muchas veces “me congelo”.
Nunca lo había dicho en serio.
***
La hipotermia y el congelamiento son cosas diferentes. Nos los explicaba días antes Anibal Llerena, el médico a bordo del BAP Carrasco, en una charla que dio a todos los que estamos embarcados en esta XXVI Campaña Científica del Perú en la Antártida.
El congelamiento de alguna parte del cuerpo puede ocasionar lesiones superficiales o profundas, todo depende del tiempo de exposición al frío extremo. Las lesiones profundas son tan peligrosas que incluso podrían dañar el hueso.
La hipotermia es la reacción del cuerpo ante la caída abrupta de la temperatura. Un ser humano entra en un cuadro de hipotermia cuando el termómetro le marca por debajo de los 35 grados.
Hay niveles:
Hipotermia leve (35 a 32 grados): el paciente siente frío y comienza a evidenciar escalofríos. Esta es una reacción natural del cuerpo para generar calor.
Hipotermia moderada (32 a 28 grados): Los escalofríos son más violentos. Hay dificultad para hablar y mucha confusión.
Hipotermia severa (menos de 28 grados): Desaparecen los escalofríos, y hay posibilidades de generar un paro cardio-respiratorio. Es muy posible que el paciente ya esté en un estado de inconsciencia.
Si caemos al mar, explicaba el médico, los rescatistas tienen menos de cinco minutos para poder rescatarnos antes de que entremos en un cuadro de hipotermia, que puede venir acompañado de lesiones por congelamiento. Si caemos al mar lo más probable es que salgamos muertos por frío.
La charla del médico Llerena concluyó con algunos consejos: si caemos al mar, no debemos intentar nadar. Lo más sensato sería calmarse, flotar, ponerse en posición fetal para no perder calor tan rápido. En ese momento solo toca esperar a que alguien nos rescate antes de los cinco minutos.
***
El lunes 11 de enero del 2019, el BAP Carrasco ingresó a isla Decepción, luego de navegar siete horas desde la base Machu Picchu (ensenada Mackellar, isla Rey Jorge, Antártida). La misión era dejar a Wai Long NG Cutipa, un geólogo peruano que debía quedarse en la base española Gabriel de Castilla, construida en 1989. El buque fondeó a cierta distancia de la costa y el traslado a la estación se haría en zodiac.
Isla Decepción es, en realidad, el cráter de un volcán en actividad que el mar no inundó por completo. Es uno de los volcanes inundados más grandes del planeta. Su nombre se habría originada cuando los primeros marinos que navegaron esta zona creyeron que era una isla inaccesible, pero se decepcionaron al encontrar que un canal hacia una espléndida bahía. A esa entrada se le conoce hoy como los fuelles de neptuno. Se dice también que el explorador Francis Drake escondió un tesoro en esta isla que los buscadores de tesoros nunca pudieron encontrar.
Esta isla es parte del archipiélago de las Shetland del Sur, en la Antártida. Las últimas erupciones de este volcán ocurrieron entre 1967 y 1970 y quedaron destruidas una base chilena y otra británica. Este lugar, desde principios del siglo XX, fue usado por las compañías balleneras. Ahora tiene zonas de protección de la fauna y el ecosistema. Hay dos bases antárticas abocadas a la ciencia.
En el zodiac iba junto a Wai Long y a tres marinos peruanos. El viaje que debió tomar cinco minutos demandó quince. Las ráfagas de viento corrían en varias direcciones, el mar se movía mucho y nuestra embarcación a motor se sacudía.
Nunca había sentido tanto frío.
Ni siquiera era frío; era dolor.
Uno de los marinos ayudó a colocarme los guantes sobre la marcha y a cubrirme el rostro con un protector del traje que me puse por recomendación del segundo comandante del BAP Carrasco, el capitán de fragata Renzo Whittembury. Raúl Mozombite, el piloto del zodiac, aceleró la marcha en el último tramo y el frío se acentuó. Él –lo pude ver- manejó esos últimos instantes agachando la cabeza para que el viento no le golpee más la cara. Quería llegar pronto a la orilla . Yo también.
***
La base española Gabriel de Castilla es acogedora. En la sala de estar del módulo principal hay una ventana con una vista excepcional del cráter inundado. Era posible observar desde ahí al BAP Carrasco fondeado. El mal tiempo nos obligó a quedarnos en esta estación.
Los españoles fueron muy corteses. “El tiempo no va a mejorar hasta la tarde”, nos dijo un oficial del Ejército de Tierra de España. Nos invitaron a protegernos del frío en la base y a tomarnos un café caliente.
Tuve tiempo suficiente para conversar con Mario Guzmán, el oficial del Ejército de Tierra de España que está a cargo de la logística en la estación. “Me encargo de todo el alojamiento, manutención y del servicio correcto de la base para los investigadores”.
Aquí –me cuenta Guzmán- vienen expertos a estudiar el cambio climático, el deshielo, la contaminación por microplástico y en especial la actividad tectónica de este volcán. “Para los vulcanólogos y sismólogos este lugar es un diamante en bruto”.
A veces se han malogrado los motores de los zodiac en medio del mar o la niebla atrapó a un grupo de expedicionarios en plena travesía, pero nada que no hayan podido resolver.
“Yo no diría que la Antártida es un lugar difícil sino diferente. De un momento a otro cambian las condiciones de navegabilidad. Pero estar aquí es único y no se puede contar. ¿Cómo le explicas a alguien lo que ves? Veo un cráter de agua dulce, una bahía, el mar abierto y al fondo unas islas muy cerca del continente antártico. Esto se tiene que vivir”.
En el radio del oficial Guzmán suena una comunicación del capitán de coberta Manuel Ruidías, desde el BAP Carrasco preguntando por las condiciones de navegabilidad. Se pide que nos embarquemos hacia al Carrasco. Nos alistamos para volver.
Desde la ventana de la base, el viento se ve menos violento y el mar con menos remezones.