Cumpleaños sin buzón de mensajes
Foto: Judith Green
O cuando pasas tu día a miles de kilómetros
Estamos solos. Mis 29 años y yo. Nos hemos reunido en el cuarto de un hotel en la ciudad de Maturín, al oriente de Caracas (Venezuela). Minutos antes el recepcionista me advirtió (sin presentir lo que estaba haciendo) lo que al final se convirtió en una cruel paradoja:
-Esta noche no tenemos habitaciones simples, solo matrimoniales.
Era perfecto. Un escenario cálido y seductor (para dos), me daba de bofetadas a pocos minutos de las doce. Voy a cumplir 29 años y no hay nadie. No estás tú, tampoco el resto. Es la primera vez que cumplo años fuera de Lima y la primera sensación que tengo es que hoy es un día cualquiera. Sin llamadas, sin abrazos, sin brindis, sin velita soplada. Así no vale, quizá sea mejor. Así sentiré aún que tengo 28. Este cumpleaños no existió. No hubo testigos. Aún me mantengo lejos de los años treinta. Nadie dirá nada en mi contra, no hay pruebas.Maturín es una ciudad bonita pero muy rara, sus centros comerciales y de diversión están muy dispersos. El taxista, muy serio a pesar de su sorprendente parecido con Cantinflas, me explicó mientras me llevaba al hotel que las discotecas y bares están en el centro de la ciudad.
-No tienes pierde, mi pana, aquí por cada hombre hay diez mujeres.
Me caía bien este Mario Moreno con voz de Venevisión hasta que inició su manifiesto pro-Chávez. En esta ciudad petrolera quieren mucho a su presidente, fue la segunda ciudad que más votó por él en las últimas elecciones. Cuando terminé mi reconocimiento de cancha (disculpen los términos peloteros pero estoy cubriendo un campeonato de fútbol) decidí quedarme en el hotel. Al menos por ahora era la mejor idea, ya mañana vendrán dos buenos amigos de otros medios y conoceré un poco más a los colegas de aquí. Esta noche de no-cumpleaños habrá rumba. Pero rumba interior.
Cumplir años fuera de tu país es extraño. Ni siquiera diría que es depresivo, pero sí es un filtro. Lejos te das cuenta, por ejemplo, de quienes son los que clasifican a tu segunda ronda personal. Están los amigos inseparables del barrio o del colegio que siempre aparecerán al menos en un e-mail, están las amistades nuevas y sorprendentes y están los que te saludarán si haces una fiesta con tragos y posibilidad de ‘clic’. A esos no los distingues hasta que te vas a miles de kilómetros, por eso me gusta pasarla así. Alguna chica del pasado, quien no se manifestó ni por MSN este año, me dijo que yo le daba mucha importancia a estos días, yo le respondí que ocasiones como estas servían para saber quiénes se la juegan por uno (y es paja cuando eso sucede).
Recuerdo que tuve los mejores cumpleaños gracias a dos padres amorosos, los míos. Cumplí un año con el payaso ‘Cucharita’ (trabajó con Yola y el Tío Johnny), tuve una enorme piñata de ‘Spiderman’ a los seis y a los 10 hice un campeonato de Max Play con ricas hamburguesas a placer. A los 14 años me hicieron una fiesta con luces psicodélicas y a los 18 celebré sin cabello porque era cachimbo. La última vez que hice una fiesta fue cuando cumplí 24 años. Después decidí retirarme.
Odio hacer fiestas porque nunca llega la persona que espero. Siempre el primero en tocar la puerta es el más imprevisto (a veces deseado o no). Siempre llenan tu casa desconocidos que se toman tu trago y tienen la precaria osadía de afanar a tu hermana o, peor, a tu novia. Me estresaba tener que limpiar todo, tratar de quedar bien con esos reyes del paracaidismo que esta noche ni siquiera escribirán en mi muro del Facebook o en mi hi5 (gracias a quienes lo hicieron, de corazón les digo).
Este año zafé de esa casi obligación de organizar algo. Los más íntimos saben que ya estaba harto de organizar fiestas y reuniones. En los días previos a este, mi cumpleaños 29 (que aún no estoy seguro si existe), me mandaban correos y mensajes de todo tipo. Solo un buen amigo me entendió: quería que me festejen. Total, me iba a ir de viaje por casi un mes (si a Perú le va bien en el Sudamericano Sub 20), mínimo que me digan chau. Lo hicieron el último sábado que estuve en Lima y de la mejor manera. Casi los planto pero cuando llegué y confirmé que la mancha de siempre me había esperado por más de dos horas sentí que hubiera sido un imbécil si no me tomaba el taxi para irlos a ver.
¿Tú también pasas tus cumpleaños lejos de tu país? A miles de kilómetros aprendo a convivir con la única persona que me acompañará hasta la muerte: yo. Diciembre fue un mes convulsionado, necesitaba estar aquí. Aquí, en mi cuarto matrimonial para uno, bebo un vino y escucho como loco a Calamaro quien dice que “la moneda cayó por el lado de la soledad”.
Abro el vino pero la copa no está rota. No hay motivos para lamentarse. He traído a Maturín a un oso plomo que se muere de calor porque tiene bufanda. Miro al coqueto acompañante y siento que las cosas han cambiado, alguien me lo regaló y eso importa. Soy nostálgico, y qué. Me gustan los detalles, las sorpresas y puedo bajarte el pulgar por solo olvidarte de mi día (o por mandar un tibio mensaje que parece copiado de una tarjeta virtual, las cuales detesto). No recibí el mensaje de cumpleaños que más esperaba pero no importa, mi venganza será borrar ese correo misio y eliminarlo del facebook y hi5. Pocos saben lo mucho que aborrezco que me digan Pedrito o que te digan ‘saludos’ cuando esperas un ‘te extraño’. Ya empecé a renegar de nuevo.
Cumplo 29 años y en tres días, el 20 de enero, celebraba algo que ya no existe. Igual agasajaré lo que pudo ser y no fue. Estará el oso, el vino y los demás. Para ese día, el 20, ya estarán mis amigos en Maturín y allí me pondré al día.
Demasiada tranquilidad para tantos motivos, para tanto desquite. Ahora escucho a Los Auténticos Decadentes y ‘Los Piratas’. Son las cuatro de la mañana, y siento que cumplir años también es volver a mirarme, a entender de dónde vine. Voy a celebrar, claro que sí, me lo merezco carajo. Los verdaderos hombres de la noche no mueren, solo descansan. A pesar de estar lejos, señoras y señores, puedo decir que desperté. Como diría Héctor Lavoe, agárrenme que voy sin jockey: he vuelto, después de tanto tiempo.
¿Cuál ha sido el mejor cumpleaños de tu vida? ¿Tú también cumpliste años a kilómetros de casa? ¿También detestas como yo organizar fiestas? ¿Qué es lo más nostálgico de cumplir años?