Tantas veces, Pedro
“Los Picapiedra” son un Clásico de Clásicos en el mundo de los dibujos animados. Dentro de su alma prehistórica se hicieron invulnerables ante la modernidad. Ni los “Supersónicos” pudieron con ellos.Tengo el mismo temperamento que él y camino por las calles liberando la misma esencia de alma prehistórica. Un renegón chapado a la antigua. Un cavernícola calentón. Si no fuera porque “Los Picapiedra” fueron creados hace más de cincuenta años podría decir que mi primer nombre es mucho más que una simple casualidad. Dice mi padre que me llamo Pedro porque fue un milagro que pueda nacer (hubo por ahí alguna complicación) y junto con mi mamá le rezaron al Padre Pedro Urraca que está en el santuario de la iglesia La Merced. Yo le agradezco la buena obra al todavía beato pero no puedo dejar de pensar que algo tengo que ver con mi tocayo de los dibujos animados. Ese señor bonachón, que se molesta cada que se siente incomprendido, a pesar de vivir en un tiempo tan pasado es mi mejor ventana para reflejarme en tiempo futuro.
Para los que fueron ‘chiquiviejos’ como yo, no había pretexto para dejar de sintonizar alguno de los más de cien capítulos de “Los Picapiedra”. Un rasgo indiscutible de los ‘niños-grandes’ es aburrirse fácilmente de lo obvio, de esa innecesaria forma de subestimar al público infantil. Un niño no tiene el corazón intoxicado como los más grandes pero tampoco es un tonto. Y las historias llegadas desde Piedradura tenían un matiz distinto. Más real y hasta trasgresor para su tiempo (nacieron en los años sesenta).
Salvando las distancias, y hagamos el esfuerzo de trasladarnos a esos tiempos cuando los Beatles aún se peinaban como Lionel Messi, en su mejor momento el buen Pedro Picapiedra debe haber sido una suerte de Homero Simpson de las cavernas. Honesto y doméstico. Un padre de familia sin photoshop. Un gordo bueno sin retoque. Los genios de Hanna-Barbera le añadieron a su trazo una exacta radiografía del hombre común y silvestre. Del vecino de enfrente, del amigo de la otra cuadra. Plenamente íntimo.
Me gustaban “Los Picapiedra” porque los argumentos de sus historias no circulaban en el insoportable mundo de “Pequeño Pony”. Sus capítulos llegaron hasta a tratar la conmovedora infertilidad de Pablo y Betty Mármol. Lo verosímil de sus guiones hacían por ratos olvidar el alucinante universo alrededor de construcciones de piedra, dinosaurios, pterodáctilos y otros seres que desaparecieron de la tierra hace cientos de miles de años.
Digamos que la vigencia de “Los Picapiedra” solo es comparable con fenómenos como el del ‘Chavo del Ocho’. Su naturaleza de irrepetible, de insuperable, los hacen sobrevivir sobre invulnerables cimientos. Así como el ‘Chavo’ no funcionó en una versión animada que casi nadie ha visto, los ‘Picapiedra’ no igualaron el éxito en una película noventera que pocos recuerdan.
Fue un trazo tan ideal el de estos dibujos animados que un dinosaurio podía verse como un alharacoso y zalamero perro (Dino). Su tocadiscos en versión de pájaro Dodo no parecía producto de una imaginación sino como un hecho que en algún momento debió suceder. Veo en Pedro Picapiedra también a un Al Bondy que iba a los bolos o que tenía su cofradía del tipo ‘Búfalos Mojados’. Pedro, tantas veces Pedro, fue una de las primeras versiones de esa cuestionada especie llamada: “Machos que se respetan”.
No sé si cada día me parezca más a Pedro Picapiedra pero si reconozco que me acuerdo mucho de sus personajes en momentos inesperados. Como cuando hace falta un verdadero milagro para solucionar un problema y miras a algún lado para saber si aparecerá un Gazú extraterrestre para concederte el más afiebrado deseo o como cuando quieres cargar a un bebé rechoncho y al saberlo tan pesado te preguntas si capaz estás frente al verdadero ‘Bam Bam’.
Hace menos de dos semanas entré a un Karaoke del distrito de Miraflores. Afuera llovía y dentro del local la calidez era impuesta por un grupo de señoras casi sexagenarias. Era el revivido club de fans de Leo Dan. Todas juntas celebrando el cumpleaños cuchumil de una doña pelirroja a quien le decían “la Tmía Tota”. Yo no las conocía pero quería estar a tono así que pedí una canción sesentera llamada “Dame Felicidad”. Lo gracioso fue que cuando tuve que llenar el ticket en lugar de escribir “Enrique Guzmán” casi pongo “Piedrique Guzmán”. Como el personaje que aparece en los ‘Picapiedras’ cantando “el rock de la cárcel”. Pedro Picapiedra también soy yo.
No creo que aparezca algo parecido a los “Picapiedra” en la televisión. Ni los modenos “Supersónicos” pudieron siquiera hacerle sombra a pesar de “Robotina” y “Cometín”. Rústicos pero originales. Prehistóricos pero eternamente contemporáneos. Hasta hace unos quince años, aún “Los Picapiedra” desfilaban en horarios súper estelares. Los sábados por la noche no había “Gran Show” pero sí un ‘Yabadabbadu’ para festejar la hora de salida. Ahora este visionario dibujo animado ha sido condenado al papel de reparto, a ser una comparsa matutina en la programación. Ojalá esto cambie pronto, ojalá alguien se anime a darle su lugar a los señores de Piedradura. Prefiero a “Los Picapiedra” que a casi toda la programación nocturna de la televisión peruana. Quiero reencontrarme a Pedro para saber si es cierto que estoy condenado a convertirme en alguien idéntico a él. Por lo menos ya existe una Vilma buena que tendrá la tranquila sinceridad de decírmelo todo.
¿Quién es tu personaje favorito de “Los Picapiedra”? ¿Tu capítulo favorito?
[El intro de “Los Picapiedra”. Un Clásico de Clásicos]
[La aparición de “Gazú”: el marciano cabezón que cumplía los más impensables deseos]
[La llegada de ‘Bam Bam’ a la familia de los Marmol. Uno de los capítulos más conmovedores]
PRESENTACIÓN EN LA FERIA DEL LIBRO
Hoy sábado 10 de marzo presentaré “El Joven Nostálgico-El Libro” en la Feria del Libro de Trujillo en la Plazuela Recreo (sala José Watanabe). La cita será a las cinco de la tarde en punto. Será muy bacán conocer a los nostálgicos trujillanos y del norte. Que sea una bonita reunión. ¡Nos vemos!
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