Los errores que cometí
Foto: Antonio Martínez
Los errores que yo cometí fueron tan costosos que hasta hoy trato de evitar que otros los cometan.
Mi historia es como la de muchos. Frente a la sorpresiva noticia de que ya no habría cheque a fin de mes, entré en pánico. Casi no teníamos ahorros: estábamos remodelando la casa y la hipoteca era alta. Además, había que pagar tres colegios caros y yo no trabajaba. Guardábamos poco pan para mayo. ¿Para qué hacerlo? Éramos jóvenes, él estaba en el pico de su carrera, el cielo era el límite
Me costó mucho aterrizar, manejar la rabia, la impotencia y la desesperanza. Todo se volvió muy confuso y la incertidumbre invadió nuestras vidas. Pedir trabajo a los amigos no funcionó y ellos dejaron de llamarnos. Tampoco ayudó repartir currículum por doquier. Irnos de viaje para “descansar” no sirvió de nada, el dolor viajó con nosotros. Justificar “nuestra situación” culpando a otros no alivió la vergüenza (a diferencia de hoy, hace 20 años estar sin trabajo era un estigma). Decidir no trabajar más para otros (“no me la vuelven a hacer”) fue una reacción emocional costosa: sin un plan de negocio bien pensado fue como tirar el dinero por la ventana.Lo peor era mi angustia, que se tornó en presión con el pasar de los meses sin que el cheque mensual llegara. Eso desmoraliza a cualquiera. Se suponía que yo debía ayudar, pero no sabía qué hacer o cómo hacerlo. Y creo que sin querer contribuí mucho a empeorar las cosas. Fueron tiempos muy difíciles.
Pero esa crisis me dio la oportunidad de descubrir un nuevo camino: supe de la existencia de un proceso estructurado para apoyar al trabajador y a su familia a enfrentar el desempleo, y aunque lamentablemente llegó tarde para nosotros, ese proceso terminó siendo la misión y pasión de mi vida profesional desde hace 16 años.
Hoy todavía trato de enmendar mis errores ayudando a muchos a no equivocarse como yo me equivoqué. Y es que hoy entiendo lo que los sentimientos negativos asociados a la pérdida de trabajo pueden hacer en la autoestima y la autoconfianza. Sé de la importancia de enfocar la atención en la vida que hay “después de”; sé lo que la calidez, la aceptación y la estructura pueden ayudar para reconstruir la identidad profesional.
Hoy comprendo que las decisiones de carrera se deben tomar en función del mercado, lo que uno sabe y gusta hacer. Que uno tiene que desarrollar habilidades de empleabilidad y una estrategia clara para competir por trabajo. Sé de la importancia de mantener alta la moral, aunque muchas veces provoque tirar la toalla. Sé lo que es el apoyo con respeto y confianza. ¡Sé lo que la fe puede mover!
Por eso hoy, cuando una persona más, desafiando la crisis, halla su camino recolocándose o con un negocio propio, siento su triunfo como mío. ¡Y llego a mi casa sonriendo y mi familia sabe por qué es!