El éxito de la sencillez
Muchos se cuestionan el tener que esforzarse para “vender” su imagen o la calidad de sus servicios profesionales. Otros encuentran que cualquier esfuerzo de “márketing personal” es en sí mismo negativo o, cuando menos, innecesario. Yo creo que el tema no es si hacerlo o no, sino cómo hacerlo bien, en su justa medida, con equilibrio, prudencia y, sobre todo, sin arrogancia.
Hace siglos Nicolás Maquiavelo decía: “Todos ven lo que pareces ser, ya que pocos ven lo que eres en verdad”. Ayer como hoy, esa es una realidad. Vivimos en un mundo donde la cantidad de información que manejamos refuerza nuestra tendencia a estereotipar a las personas porque no tenemos mucho tiempo para conocerlas.
Es más, la competencia es tan grande que no basta con ser buenos, también hay que parecerlo. Y creo que allí se inician muchos de los problemas. Todos conocemos personas que no paran de hablar de sí mismas, de sus logros, sus éxitos, sus victorias y posesiones materiales. Nadie quiere ser como ellas ni parecer arrogante, más aun sabiendo que nada daña más nuestra empleabilidad que la arrogancia. Keith Ferrazzi, autor del libro “Nunca comas solo” y experto en redes de contacto y manejo de marca personal, dice: “Los que son conocidos más allá de las paredes de su cubículo tienen más valor. Si escondes tus logros permanecerán escondidos, si no te promueves a ti mismo [¡con gracia, por supuesto!] nadie más lo hará. Tu éxito está determinado por cuán bien otros conocen tu trabajo y su calidad. ¡Promueve tu marca! Promueve tu carrera”.
Su mensaje es claro: debemos esforzarnos para dar a conocer nuestras contribuciones. ¿Pero cómo definiremos esa “gracia” que parece ser la clave para no caer pesado o parecer soberbio?
Ferrazzi la define como carisma: “Los exitosos, sencillos, con carreras sobresalientes, relaciones cálidas y un carisma impecable son aquellos que se entregan y no pierden tiempo o energía tratando de ser algo [o alguien] que no son. Carisma es simplemente ser uno mismo. El ser uno mismo es su poder”.
En el mercado laboral y en la vida profesional todas las personas quieren recomendar gente seria y muy profesional. ¿Qué es vital para estar en ese grupo? Ser leales, íntegros y honestos. Y que quienes nos conocen sepan que no caemos en la tentación del conflicto ético o de interés. Que respetamos nuestra palabra ¡siempre, sin excusas ni atajos!
¿Cómo desarrollar un halo de éxito que nos diferencie? Siendo genuinos, aprendiendo a escuchar, animando a los otros a hablar sobre ellos mismos e interesándonos realmente por las personas. Nuestra actitud, por supuesto, es clave: siendo entusiastas, hablando siempre en positivo y con pasión, y mostrando genuinas ganas de aprender.
Identificando el lado bueno de cada cosa. Dando apreciaciones honestas y sinceras. Siendo generosos en aceptación y aprobación. Y, como siempre y en todo, ¡dando primero lo que queremos que otros nos den!