¿Y en tu casa qué?
¿Y ustedes —nos preguntó mi amiga Luisa, una empresaria española que vive en el Perú— pagan el seguro social a sus empleadas del hogar? Los presentes nos miramos sorprendidos y la incomodidad de algunos se hizo evidente. Su perspectiva de extranjera desnudó lo que hacemos o dejamos de hacer los peruanos, inmersos como estamos en nuestras costumbres y la conversación giró en torno a la responsabilidad social individual. Hablamos de integridad, de valores y de coherencia. De lo que hacemos o dejamos de hacer en la intimidad de nuestras conciencias, empezando por casa.
Foto: arte_ram
Claramente es más fácil hablar de responsabilidad social en el entorno corporativo. Todos sabemos que la responsabilidad social es una manera ética de hacer negocios que ninguna empresa seria puede dejar de lado. Que el desarrollo ha hecho que los consumidores estemos muy atentos al comportamiento empresarial y, por ende, somos menos tolerantes con el doble discurso y con la inconsistencia entre lo que se predica y lo que se hace. Pero la pregunta clave es: ¿Somos igual de exigentes con nosotros mismos?
Asumiendo que quien puede pagar por ayuda en casa tiene un nivel económico que le permite mejores oportunidades de educación y cultura, esa posición de privilegio nos genera responsabilidades ineludibles con quienes dependen laboralmente de nosotros. Nada nos exime de cumplirlas.
¿Porque, además, con qué autoridad moral podemos exigir a las autoridades o a los empresarios que actúen correctamente si nosotros no cumplimos ese deber social que tiene tanto impacto en las vidas de quienes cuidan de nuestras casas o de nuestros hijos?
Aprendí de Luisa a hacer esta pregunta “incómoda” y hoy la hago siempre a los ejecutivos en proceso de recolocación, no solo para prepararlos a esa posible pregunta en una entrevista de trabajo, sino porque me permite inferir su línea ética y moral, clave para su empleabilidad. Es un indicador certero del respeto que sienten por las personas y por la sociedad. Además, una persona íntegra cumple su responsabilidad social individual incluso antes de cumplir la corporativa. De eso se trata la coherencia.