¿Cómo hacer que mi jefe esté contento con mi trabajo?
Antes que nada, y aunque nos cueste, tenemos que reconocer y aceptar que los jefes son quienes representan a la empresa a la que le vendemos nuestros servicios profesionales. Y por lo tanto, mi jefe es mi principal cliente y como tal debo tratarlo siempre. Eso no significa que voy a darle siempre la razón – o que necesariamente lo considere el mejor jefe del mundo-, pero sí que debo preocuparme que esté contento con mi trabajo y que sienta que puede confiar en mí.
Para eso, lo primero es tratar de alinear expectativas. La idea es entender bien qué espera que haga, cómo quiere que lo haga, cuáles son los factores de éxito de mi posición y lo que espera que haga en mi trabajo y por él mismo. Es bueno tratar de realinearnos cada cierto tiempo, ya que todo cambia muy rápido. Es necesario preguntarle a mi jefe/mi cliente qué espera de mí para saber qué hacer y hacerlo bien.
Es muy importante también comprender bien de qué maner a prefiere mi jefe que nos comuniquemos, con qué frecuencia espera que le reporte la información o los encargos, que lo copie en los correos o que lo tenga bien informado de los eventos o noticias de la oficina o proyectos, etc.
Poca gente se toma el tiempo para alinearse con sus jefes y luego se expone a malos entendidos. Si el jefe no toma la iniciativa de alinearnos, la debemos tomar nosotros. Es muy profesional hacerlo, ya que se trata de encuadrar la relación y las expectativas del cliente para el cual trabajo. Ciertamente no todos los jefes son conscientes de la necesidad de alinearnos o no saben bien cómo hacerlo. Mayor razón aún para hacerlo. También parte de nuestro trabajo ayudar a nuestros jefes a ser mejores jefes. Lo mismo pasa con pedirles teedback.
En la relación con el jefe son muchos los errores a evitar y quizá los más importantes están relacionados con nuestra actitud hacia este. Por eso es sabio nunca subestimar jamás la capacidad del jefe y, menos, jamás despreciarla.
Despreciarlo es un error grave que pagaremos por el resto de nuestras carreras. No debemos olvidar que el efecto de las referencias que nuestros jefes realicen sobre nosotros nos acompañarán por muchos años.
Es muy común sentir que uno puede hacer el trabajo mejor, más rápido o con mejores resultados que el jefe. Pero es un error grave olvidar que la relación de subordinación existe y, por tanto, la palabra clave en la relación es el respeto. Y nada menos respetuoso e incluso agresivo que el desprecio, el que se manifiesta de muchas formas, actitudes e incluso gestos o miradas. ¡Cuidado con eso!
Sabemos que a los jefes se les llevan soluciones, no problemas. Nuestra tarea es ayudar a que el jefe brille y sea muy exitoso. Si nuestro jefe siente que lo apoyamos, que lo ayudamos a ser mejor y a destacar, y además que le somos siempre leales, ganaremos su confianza y creceremos con él. Tratar de competir o ganarle en todo al jefe es un error tonto que no nos lleva a nada y daña irremediablemente la relación. Ser amable y atento con el jefe no significa ser “sobones”. Hablar mal de él o criticarlo ante otros, así sea en privado con el grupo de íntimos, es un pecado imperdonable y un error muy grave de criterio que siempre se paga tarde o temprano.
Si creemos que nuestro jefe actúa incorrectamente o sin ética, es mejor alejarnos de ese ambiente y tratar de conseguir lo antes posible una nueva posición donde nos sintamos cómodos y felices. Luchar contra la incorrección es inútil y desgastante y no lleva a nada bueno.
Publicado el 28/10/2016 en América Economía
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