¡Todos los trabajos son una aventura!
Publicado en la revista América Economía (Latam), el 27/08/2018
Si pudiéramos encontrar un estado de ánimo ideal para encarar el mundo del trabajo, creo que ninguno sería mejor que el de un sano espíritu de aventura. De hecho, esa sería la actitud ideal, ya que todos los trabajos son con mucha frecuencia verdaderas aventuras: uno nunca sabe qué Pasará, cuánto durarán y menos cuándo terminarán, a quién conoceremos, qué aprenderemos. Así, nada más positivo que mirarlos siempre con ese buen espíritu, tratar de aprender lo máximo posible y dejar un legado claro, estar muy abiertos a muchos cambios e incertidumbres, y, sobre todo, estar siempre listos y preparados para el siguiente trabajo.
Sí, sé que esto último puede sonar algo negativo y que la mayoría soñamos con un trabajo que nos dé relativa seguridad y tranquilidad de espíritu para planear a largo plazo, pero lo cierto es que absolutamente todos los trabajos son temporales y no duran para siempre. Por eso es vital focalizarnos en siempre estar listos para cambiar, aprender mucho, cada vez más rápido, y siempre cosas nuevas y diferentes, incluso cosas que creemos que no nos sirven de inmediato o en temas que no somos afines, y que luego puedan servirnos de mucho en las siguientes aventuras.
Nada como retos nuevos que nos estimulen, que nos desafíen, que nos saquen de nuestra zona de confort y que nos demuestren que sí podemos hacer más de lo que imaginamos. Tal cual las aventuras, donde uno nunca sabe qué pasará después ni cómo saldremos adelante, lo que nos reta nos hace crecer. Son experiencias y de eso está hecho el crecimiento personal.
¿Qué dejamos a cambio en un trabajo? Un legado. Algo que podemos responder con facilidad a la pregunta: ¿qué es lo más importante que hice? ¿Cuál fue mi aporte principal? ¿Cómo se benefició la organización, los clientes, mis colegas, el accionista, la sociedad? ¿Por qué me recordarán con cariño? ¿Qué hice de bueno? ¿Cómo cumplí? Los trabajos nos dan la oportunidad de contribuir, de hacer cosas por nosotros y por muchos otros. Por eso también la importancia de registrar nuestros logros, contribuciones y avances, tal cual una bitácora de viaje en una aventura de vida.
De lo mejor que nos dejan las aventuras son las personas que conocemos en ellas. Y mientras más diversas y diferentes a nosotros, más enriquecedoras son las experiencias que compartimos. Cada una trae consigo a nuestras vidas un complejo mundo lleno de oportunidades de crecimiento y aprendizaje. Hacer toda clase de contactos inesperados nos abre las puertas a nuevos mundos, nuevas ideas, y quizá a nuevas fuentes de oportunidades para nuevas aventuras.
Disfrutar el trabajo es para muchos un contrasentido. Y ciertamente hay trabajos que no nos gustan, que pagan mal y que no son positivos, por decir lo menos. Pero es vital disfrutar la experiencia de cada trabajo. Eso impacta no solo en nuestra calidad de vida, sino en la de todos los que nos rodean. Desde la familia que nos escucha a diario, hasta quienes también quieren trabajar con personas con una buena actitud, gente positiva, que aporta, que anda siempre pensando en dar algo más. Esa actitud de que estamos de paso en cada trabajo para aportar, para contribuir, para dar, para ayudar a otros a crecer y brillar, para crecer y aprender, nos cambia la perspectiva y nos brinda un espíritu diferente. Esa actitud de disfrute nos da también ese brillo en los ojos, que contagia a los demás y los inspira.
Al final, de eso se tratan los trabajos, son aventuras de doble vía, en la que todos ganamos.