¿Qué tan carismático eres?
Cada vez que hablo de la importancia del carisma a grupos de ejecutivos o de personas en procesos de transición laboral, siempre veo cara de sorpresa en muchos. Parece que piensan: ¿qué tiene que ver el carisma con
la carrera, el éxito o el liderazgo?
Creo que es porque mucha gente entiende mal el carisma y lo asocia como necesario solamente para los políticos o como una habilidad con la que se nace o no se nace. Y nada más lejano que eso.
Una investigación realizada por Amy Cuddy, Susan Fiske y Peter Glick, de la Universidad de Princeton, presenta un análisis de la forma en que se perciben los niveles de calidez y competencia. Se trata de un interesante análisis de ejes donde se indica que no solo es importante ser competente o muy competente en el trabajo, sino también es necesario ser cálidos en la vida profesional.
¿Por qué? En la investigación se determina que, si uno es muy competente y también muy cálido con las personas en general, lo que se genera es la admiración de los demás y, sobre todo, sus deseos de apoyarnos activamente. En otro cuadrante del análisis, se indica que, si se es muy competente, pero percibido como frío o distante, puede generarse en los demás envidia (una mezcla de respeto con resentimiento), lo que no es positivo. Otro escenario analizado señala que, si uno se concentra solo en ser cálido y no en ser competente o efectivo, al final se genera lastima, y tampoco queremos eso.
Indistintamente de la personalidad en ser cálidos con los demás. El carisma y la calidez están íntimamente asociados. La calidez genera confianza, permite que las personas se abran a nosotros, y me refiero, por supuesto, a una calidez auténtica, genuina, que viene del respeto, del interés por el otro y del cariño bien entendido con las personas con las que interactuamos. La calidez es energía positiva, y es leída por los demás como aceptación y aprobación. La calidez permite que las relaciones fluyan, que las personas se sientan bien consigo mismas y mucho más cómodas interactuando con nosotros.
Es muy importante no tratar de fingir calidez. Se trata de genuinamente tener una actitud positiva y un interés real hacia las personas con las que interactuamos.
Calidez es sinónimo de dar afecto, aprecio y valoración por el otro. El carisma y la calidez pasan por la disposición y la voluntad de dar energía positiva a los demás, tanto en el trabajo como en la vida personal. No cometamos el error de vivir esperando recibir aceptación, valoración, reconocimiento y aprobación de los demás, olvidando lo más importante: que nos toca dar “todo eso” a nosotros primero.
¿Podemos todos ser carismáticos? Claro que sí. Podemos desarrollar esta habilidad con la convicción genuina de querer serlo, comprendiendo que primero debemos dar calidez, respeto, atención y consideración a los demás, antes de esperar recibirlos. La calidez con la que manejemos nuestras relaciones será clave para ganar la confianza de otros y así generar un círculo virtuoso de calidez, respeto y buenas actitudes.
Ciertamente, el carisma no reemplaza el talento, las competencias, el esfuerzo, los logros o los resultados, pero cuando, por ejemplo, se compite con personas de similar nivel por una posición o un negocio, la ventaja competitiva sí la ponen la calidez auténtica y el carisma genuino.
*Publicado en América Economía, 28/01/2020