¿El cerebro de Albert Einstein no tiene nada de asombroso?
Albert Einstein fue una de las mentes más brillantes del siglo XX. Su inteligencia fue tan grande que concibió una teoría que revolucionó todo el conocimiento científico, incluso, hasta nuestros días. Mostró un universo en el que el espacio y el tiempo ya no eran estáticos —como hasta ese entonces se creía— sino dinámicos y estrechamente relacionados uno con el otro; y que la gravedad no era más que una consecuencia de la distorsión o curvatura de esa unidad espacio-tiempo. Pero eso no fue todo, además reveló los secretos de la naturaleza de la luz y explicó cómo esta era capaz de generar una corriente eléctrica (el Efecto Fotoeléctrico, por lo que ganó el Premio Nobel en 1921), descubrió la equivalencia entre masa y energía (de aquí su famosa ecuación E=mc2) y desarrolló las ecuaciones del movimiento browniano; todo esto en el mismo año (1905).
Al morir, Einstein deseaba ser incinerado y que sus cenizas sean esparcidas en secreto para disuadir a los idólatras. Sin embargo, cuando el trágico día llegó, un 18 de abril de 1955, el patólogo encargado de hacerle la autopsia, Thomas Harvey, abrió su cráneo y se llevó el cerebro a su casa. Días después, logró obtener el consentimiento retroactivo de la familia a través de Hans Einstein (el hijo de Albert). La condición era que cualquier investigación que se realice en el cerebro de su padre sea exclusivamente de interés científico (más sobre esta espectacular historia aquí).
Harvey cortó el cerebro de Einstein en 240 tajadas, los puso en dos frascos de galletas con celoidina (una sustancia viscosa usada para almacenar muestras biológicas) y las guardó bajo su cama. El patólogo, que para ese entonces había perdido su trabajo en el Hospital de Princeton y su esposa lo había amenazado con tirar el cerebro a la basura si no se deshacía de él, fue repartiendo los trozos a unos pocos científicos en el mundo para que lo estudiaran en profundidad.
Aquí un pequeño video de cómo el científico japonés Kenji Sugimoto emprende un viaje en busca de Thomas Harvey para conseguir un trozo del cerebro de Einstein. La odisea fue filmada por Kevin Hull para un documental de la BBC.
A la fecha, se han publicado cuatro grandes estudios sobre el cerebro de Einstein y docenas de comentarios a esos estudios. Un psicólogo llamado Terence Hines de la Pace University en Nueva York, EEUU, ha hecho una extensiva revisión de todo esto y ha publicado sus hallazgos en Brain and Cognition. Aquí les muestro las principales conclusiones:
Estudios histológicos
El primer estudio fue publicado recién en 1985 (30 años después de la muerte de Einstein) por el propio Harvey y colaboradores de la Universidad de California en Berkeley. Los investigadores concluyeron que el cerebro de Einstein tenía más células gliales que los cerebros “normales”. Sin embargo, este resultado se basa en una única diferencia significativa en una pequeña porción del cerebro. Es decir, de los 28 estudios realizados al cerebro de Einstein (7 mediciones en 4 porciones diferentes), sólo uno mostró resultados estadísticamente significativos (p<0.05).
Por otro lado, los controles no eran los más adecuados. Einstein murió a los 76 años, mientras que el promedio de edad a la que murieron las personas del grupo control —que tampoco eran de la misma condición socioeconómica de Einstein— fue de 64 años (47 – 80). Asimismo, los analistas sabían que muestras correspondían al cerebro de Einstein, lo que podría haber generado un sesgo involuntario al hacer las mediciones.
En 1992, otro estudio realizado por Sachi Sri Kantha del Instituto de Biociencias de Osaka explicaba que la dislexia de Einstein era debido a una baja proporción de neuronas con respecto a las células gliales en la corteza parietal izquierda. Esto generaba una contradicción ya que, para Harvey y colaboradores, el mayor número de células gliales era la fuente de su gran inteligencia; mientras que para Kantha esto era responsable de su dislexia. Lo cierto es que daños en esta parte del cerebro podrían ocasionar una dislexia adquirida, pero no una dislexia del desarrollo que era lo que Einstein pudo haber tenido. La dislexia del desarrollo está asociado a lesiones en el lóbulo temporal y occipital y no en la corteza parietal.
En 1996, nuevamente Harvey —esta vez con Britt Anderson de la Universidad de Alabama— publicaban un estudio en el que concluían que la corteza prefrontal derecha era más delgada de lo normal por lo que la densidad de neuronas por milímetro cuadrado era mayor que en los grupos control. ¿Aquí radicaría la gran inteligencia de Einstein? Pues un estudio realizado en 1998 sugiere que los esquizofrénicos también tienen una mayor densidad de neuronas en la corteza prefrontal. ¿¡Esinstein era esquizofrénico!? Nada que ver.
Diez años después, un equipo liderado por Jorge Colombo de la Unidad de Neurobilogía Aplicada de Argentina, estudiaron cualitativamente otra porción de la corteza del cerebro de Einstein. Las diferencias que encontraron con respecto a los cuatro controles (cerebros de personas que murieron casi a la misma edad que Einstein) no eran fuera de lo normal.
Estudios morfológicos
Gracias a que Harvey tomó varias fotos al cerebro de Einstein antes de rebanarlo, él y un grupo de investigadores de la Universidad McMaster en Canadá, en 1999 analizaron las imágenes y vieron que el cerebro presentaba un patrón inusual de giros y surcos, y un lóbulo parietal inferior más grande. Sin embargo, unos meses después, un neuroientífico de la Escuela de Medicina de Harvard llamado Albert Galaburda también analizó las imágenes y dijo que no veía nada extraño en el cerebro de Einstein. La respuesta no se hizo esperar, y Sandra Witelson —autora del estudio en el que participó Harvey— dijo que Galaburda no había reconocido bien las regiones en la imagen. Lo cierto es que con fotografías de la década de 1950 no se puede hacer mucho.
Diez años después, en el año 2009, Dean Falk de la Universidad Estatal de Florida revisó las imágenes y halló un “botón” extraño en el giro poscentral del hemisferio derecho del cerebro, donde podía radicar la habilidad para tocar el violín que tenía Einstein. En el 2012, Falk logró obtener 14 nuevas fotos del cerebro de Einstein, desde ángulos nunca antes vistos. El análisis detallado mostró que el cerebro tenía surcos más largos y gruesos por ahí, nuevas circunvoluciones por allá, surcos que se bifurcan por acullá y otras características “inusuales”.
Sin embargo, ¿hasta que punto estas diferencias en el cerebro de Einstein son responsables de su gran inteligencia? Variabilidad en los surcos, giros, tamaños de los lóbulos, grosor de la corteza, densidad de neuronas, etc. lo vamos a encontrar en diferentes personas, sin necesidad de que estos sean genios. Por ejemplo, muchas de las características del cerebro de Einstein que Falk asociaba a su gran inteligencia también se presentan en personas bilingües. Einstein era bilingüe y esta podría ser la explicación de por qué su cerebro era así.
El cerebro es tan complejo que aún no podemos asociar directamente una determinada característica del cerebro con una habilidad cognitiva especial. Muchos de los estudios realizados en el cerebro de Einstein no fueron diseñados adecuadamente. Había mucho sesgo al interpretar los resultados, ya que siempre se partía de la premisa que cualquier “diferencia” encontrada sería la responsable de la gran inteligencia de este gran físico. Además, se debe considerar que el cerebro de Einstein cuando tenía 30 no era el mismo cuando murió a los 76, así que habrán cosas que podrían alterar los resultados.
Entonces, respondiendo a la pregunta del título: El cerebro de Einstein tiene características interesantes pero no únicas.
Referencia:
Terence H. Neuromythology of Einstein’s brain. Brain and Cognition 88: 21-25 doi: 10.1016/j.bandc.2014.04.004