Hasta que se parta el cuello
Nunca me interesaron las baladas o las melodías suaves. Y ni hablar de bandas que empiecen con la palabra “enanitos” o terminen en “cadillacs”. Aunque trato de escuchar, aunque sea una vez, toda la música nueva que cae en mis manos, suelo regresar violentamente al mismo género: Metal. Si no me duelen los tímpanos y me retumba la cabeza luego de escuchar un disco, pondré mi cara de recogimiento y diré: “Genial, pero no es para mí”. Ver a Metallica tocando a tan solo unos metros hizo que reconociera, finalmente, que nada me puede gustar más en la vida que un potente riff o un doble bombo.
Foto: Eggybird
Básicamente, el metal me relaja y me divierte. Y me parece un género sincero, potente y conciso que te exige estar atento al momento de escucharlo. Sí lo haces a la volada podrías perderte todos los detalles de discos como el “Sabbath Bloody Sabbath” o la vulgar potencia del “Cowboys From Hell”. Creo que para experimentarlo hay que tener paciencia y tolerancia. Algunas bandas pueden ser más pesadas que un bulldozer y tal vez necesiten una segunda oportunidad antes de hacerse un sitio en tu reproductor digital. Otras, harán que tu familia te obligue a bañarte en ruda y agua bendita.
Aunque la desastrosa banda que mis mejores amigos del colegio y yo fundamos hace más de una década no llegó a ningún lugar, siento que escuchar las mismas bandas y soñar con los mismos conciertos nos hicieron mantener una divertida y demencial amistad. Y es que el metal tiene esa capacidad de unir a la gente, de hacerlos usar el mismo polo negro bajo el cálido sol de verano y hasta tener el mismo logo de la banda tatuado.
Es música en el fondo, pero en la superficie hay mucho más. Pasión, claro que sí. Orgullo, bastante. Obsesión, definitivamente. Y no hay nada como un buen “headbanging” para disfrutar de nuestras bandas e himnos favoritos. Es tan importante que existen hasta tutoriales en la web para realizarlos de la mejor y más potente manera. Eso sí, alejarse de puertas y esquinas que pudieran convertir un grato momento en una emergencia médica.
Escribir el blog Metallica en Lima fue una genial experiencia. Por momentos era imposible controlar la angustia y me pasaba horas con la página de word vacía, dedicando mis retinas a ver sus videos en YouTube. Admito que me divertí leyendo sus comentarios y eliminando todos y cada uno de los mensajes que los revendedores escribían sin cansancio en el blog. Genial que sea su negocio, pero a otro barrio.
La gran cantidad de visitas al blog, comentarios y fans en la página de Facebook demostraron que el metal, y todas sus variantes, nunca estuvieron más vivos en nuestro país, y que hay una gigantesca fanaticada dispuesta a compartir sus propias experiencias y gustos musicales. Pues este será un lugar para hacerlo.
La opción para dejar comentarios en este post ha sido cerrada porque el blog ha cambiado de autor. Esta entrada fue escrita por Renato Arce, antiguo responsable del espacio