Apogeo y crisis de la república metálica en el Perú
Muchos aún recuerdan cómo eran los conciertos de metal en los 80 y primera mitad de los 90 en el Perú, en particular en la Capital. Eran shows, las más de las veces, desorganizados, baratos, sin equipos adecuados, con bandas amateurs, sin instrumentos de calidad. Hubo excepciones a esa norma, claro, probablemente los más obvios sean los conciertos en la casa Marsano en el 88 y los del grupo Pacifico en 1991 y 92. Pero la norma era el caos. Sin embargo, para compensar esa realidad teníamos enormes cantidades de entusiasmo, energía y pasión. Los conciertos de metal congregaban cientos y luego hasta casi un par de millares en asistencia. No era demasiado ni siquiera entonces, pero era una pequeña masa movilizada por el amor al metal. Recordemos que entonces eran conciertos esencialmente nacionales. Almas Inmortales, Masacre, Orgus, Sacra, Jerusalen; luego, Mortem, Hadez, Kranium, Sepulcro, Armagedon, Curriculum Mortis; y más luego Desarme, Necropsya, Mortala, Contumacy, etc. El metal jalaba su gente como todos en Lima lo sabían. Los escenarios eran humildes, o en todo caso generalistas, pero la tribu metálica los reventaba. Aún recuerdo cuando fui en micro desde mi casa en La Perla hacia la Concha Acústica de San Miguel al primer Concierto Organizado del grupo Pacífico y por toda la Av. La Paz iban subiendo docenas de seguidores del metal, jovencitos como yo lo era entonces, con sus ropas implementadas por ellos mismos, incipientes cabelleras largas (el colegio, el colegio y sus reglas), pero todos yendo con ganas y expectativa a ver no a Iron Maiden o Metallica, ni a Sepultura o Slayer, sino a las bandas de nuestra escena, algunos a oírlas por primera vez, pues ninguna tenía un disco oficial circulando, a lo más demos y maquetas no tan fáciles de conseguir. Pero allí íbamos a hacer nuestras colas y a disfrutar del metal..
Bonitos recuerdos, pero debemos aceptar que son eso, recuerdos, parte de la historia, que quedará consignada en textos para su preservación, pero que ya no volverán. Ese periodo romántico de la primera escena metal peruana es maravilloso, sobre todo porque marcó nuestra juventud, pero ya quedó atrás, como ocurre con todo y es necio echarnos a llorar por ello, pues es la naturaleza y destino de todo acontecimiento humano: perecer. ¿Eso significa que el metal en el Perú ha muerto? ¿Qué, como algunos advierten, está en peligro? ¿Qué quizás está muerto, como alguien ya sentenció, comparándolo a la Nueva Ola? Muchos se hacen estos fúnebres cuestionamientos en virtud de la escasísima asistencia a conciertos en los últimos tiempos y que este año viene señalado con sonoros fracasos de público, conocidos por la comunidad headbanger. Shows cuyo cartel debería haber congregado 900 personas, que llevan a 90, bandas con 30 años de existencia a la que van a ver 20 personas. Es verdad, a juzgar por dichas asistencias el metal en el Perú al menos en presentaciones, viviría sus últimos años.
Por ello me plantee hace unos días recopilar opiniones sobre esta situación con gente esclarecida y amigos míos en el metal para indagar sobre esta realidad, cómo interpretarla y como revertirla, si es necesario y posible aún. Varios factores hay que tomar en cuenta en este análisis y uno de ellos es que en el pasado los conciertos de metal eran muy baratos, crisis económica, amateurismo de las bandas, ser todas nacionales casi siempre, y una menor cantidad de conciertos contribuían a que las asistencias fueran mayores, además del no menos importante factor del entusiasmo juvenil ¿cuánto habrá tenido el metalero más viejo entonces? ¿23 años?, ¿24? Virtualmente sin carga familiar y mantenidos por los padres, las propinas alcanzaban y sobraban para una entrada de 250 mil intis (Warpath, Curriculum Mortis, Sepulcro, G3), o unos años más tarde 5 nuevos soles (Sadism, por ejemplo), y un trago barato. El entusiasmo hacía el resto.
Hoy en día la situación, incluso a nivel mundial, es otra. Las bandas ya no ganan mucho dinero por los discos, se venden muy pocos, sino sobre todo por las giras y presentaciones, por ende su frecuencia y alcance ha aumentado, y eso ha beneficiado también al Perú. Ahora hay conciertos internacionales casi cada 15 días, o menos, y de todos los estilos, incluso con grandes y pequeños clásicos. Frente a esa posibilidad, las audiencias metálicas tienen que optar por alguno, y rara vez es más de una cada dos meses, por las cargas familiares que también sobrellevan, ya no somos unos adolescentes, y las entradas pocas veces están a menos de 100 soles.
Entonces ¿el problema es esencialmente económico? No, es solo uno de sus componentes. Pues como alguien se puede apresurar a señalar, los conciertos con bandas peruanas son mucho más baratos y raras veces están a más de 50, y pueden llegar a costar 15 o 10 soles, apenas el doble que hace 26 años. Lo que sucede también es que aunque hay bandas nuevas de metal, el público no se ha renovado y los que asisten siguen siendo casi la misma generación que ahora no tiene menos de 35 años. Como me dijo mi amigo Paul Alan Pinto, no puedes tener una escena solo de viejos “trues” y eso es verdad.
Por otro lado, mi compañero de batallas, Richardo Choy Kifox me dice extrañado ¿dónde están los seguidores de las bandas? Hay grupos que tocan temprano solo para fotógrafos y el sonidista, ¿por qué no va ni su familia? Y eso apunta hacia otra dirección: la falta de creación de público por parte de las bandas. Hoy en día las facilidades para editar trabajos de buena calidad, así como la mejora evidente en las condiciones de vida de la clase media peruana comparada con la situación de juicio final en la que estábamos alrededor de 1990, permiten a las bandas contar con instrumentos musicales y soporte técnico de primer nivel, además de editar discos de buena calidad, profesionales, bien grabados, buenas portadas, buenas fotos y hasta alguna publicidad. ¿por qué no hay muchos nuevos seguidores? Hay que señalar que la mera edición de un trabajo, por muy bueno que sea, no es per se algo mágico. Es tan grande el caudal de lanzamientos en el metal mundial cada mes que individualmente se pierden en las marismas del género, que el solo sacarlo a venta no atraerá gente a los conciertos.
Y en esa línea de renovar las audiencias en el metal, el productor Luis Saenz me dice que hemos hecho lo contrario, hemos trabajado bastante para rechazar nuevos adeptos, con gestos de algunas bandas que proyectan una actitud antisistema muy chabacana, y así es evidente que la escena no solo no va crecer sino que decrecerá. Por otro lado, el espíritu under, elitista (una de las razones del título de esta nota), de vocación minimalista en cuanto a llegada, hace que muchas agrupaciones actuales no trabajen suficiente para que sus proyectos crezcan sino para lo contrario: lanzar ediciones ultralimitadas (50 por ejemplo) si es posible en cassette, ya que casi nadie tiene hoy reproductores de cintas. Un actitud en la que pareciera que la norma es “entre menos gente me conozca más autenticidad” y eso también conspira contra un incremento de gente nueva en las audiencias.
El siguiente elemento de la discusión es ¿hay con qué atraer gente nueva al metal? Si tomamos en cuenta que la naturaleza del arte es esencialmente comunicativa y que las diferentes formas del metal son arte, entonces su naturaleza es también comunicar y la comunicación no tiene sentido si no hay un receptor de ella. Esto viene a cuento porque el metal peruano tiene mucho que dar aún, mucho por decir, que pese a las actuales magras asistencias sigue habiendo presentaciones y tanto las viejas glorias como las bandas nuevas sacan buenos trabajos, dignos de oírse y que ya no solo radican en Lima, sino que los hay en todo el país ¿Quien podría negar hoy la calidad de Mudra, Mandrágora, Despondent Chants entre muchos otros?. Hoy grupos como M.A.S.A.C.R.E. Sepulcro, Mortem, Hadez siguen preocupados en el lanzamiento de nuevo material o en rescatar su viejo legado con soportes de calidad. Grupos de la generación intermedia como Psicorragia continúan en la brega con buenos trabajos y bandas como Cobra, Blizzard Hunter o Fallen Symmetry tienen un enorme potencial todavía por explotar. La irrupción cada vez más importante de la mujer en el estilo, algo que da variedad a las propuestas. En cada estilo del metal, heavy, thrash, death, black power, doom, etc. el metal peruano continúa creando esta vez más y mejor que antes. Los productores son millones de veces más serios, los equipos de sonido son de calidad internacional y ya aparecemos con frecuencia en las giras de las bandas internacionales, no solo Lima, sino otras ciudades, como Arequipa, Trujillo o Juliaca. Hay con qué.
De resultas de lo anterior es evidente que la crisis no es de bandas, propuestas o calidad de las producciones. En el plano creativo, diversidad y de producción estamos mejor que nunca antes en la historia del metal nacional. No tenemos entonces por qué estar ante una situación de crisis final o definitiva, pero tampoco debemos ignorar la situación de las audiencias a los conciertos pues implica graves riesgos. No se trata solo de decir que mientras haya gente que vaya a los conciertos el metal peruano no morirá. Ni de fustigar a la gente por su falta de compromiso y lealtad, los sermones no crean adhesiones sino rechazos ¿por dónde ir entonces? Una primera ruta que deberíamos seguir, sobre todo las bandas nuevas aunque no solo ellas es cultivar fans, crear audiencia particular para su propuesta, no solo tocar en conciertos y lanzar discos sino interactuar de formas más cercanas a los fans o interesados en la música. Anoche en el Metal United Worldwide mientras tocaba la muy buena joven banda Vulture, un muchacho (solo uno) saltaba enfervorizado con la presentación; era evidente que conocía los temas y alguien de la producción de la banda le dio desde el escenario un set list, él lo recibió alegre. Así se crea fidelización y un vínculo con la audiencia. He visto otros ejemplos, pero no demasiados. Hoy existe la tecnología para guardar una relación estrecha con el público. Aprovéchenla. Eso llevará nuevos seguidores al metal y a los conciertos y no habrá solo viejos trues.
Otra es trabajar la publicidad de manera más creativa. Es evidente que quedarnos solo en redes sociales de Internet tiene una eficacia limitada. Las redes difunden pero a la vez enclaustran pues todo se limita a los contactos que tenemos y entre metaleros resultan ser contactos redundantes. Somos los mismos con el mismo grupo de amigos o conocidos, así no se va a llegar muy lejos. Además hay que crear afiches llamativos cuando se peguen en las calles, los nombres deben ser legibles, si el logo es intrincado, ponerlo en letras latinas debajo, unas frases indicativas sobre la importancia de las bandas o su nacionalidad de ser el caso, pueden ayudar a ilustrar al que no sabe pero podría querer saber y quizás ir. No andamos como para rechazar asistentes. Que los facebooks de los eventos tengan información clara y nutrida de los conciertos y no asumir que todos conocen a las bandas en cuestión. Tratar de penetrar en espacios informativos menos tradicionales para el metal para promocionar los shows. Hay que jalar más gente.
En el nivel de la organización todavía falta ajustar algunos tornillos importantes. Ha quedado demostrado que la cantidad de bandas no es lo que atrae a la gente. Muchos que podrían ir por una o dos, no desean hacerlo cuando ven un cartel de 9 o 10 grupos porque se imaginan, con razón, que los grupos que quieren ver, tocarán recién a las 2 o 3 de la mañana. Y ese no es un temor infundado, ha sucedido. Entonces pagar por una entrada para ver dos bandas que al final no verás no resulta atractivo para nadie. A veces menos es más. La cantidad ya no es el factor determinante, salvo en shows internacionales muy grandes, y con nombres de tal magnitud que la gente se quedaría hasta el final. En esa misma línea hay que perder el miedo a comenzar puntualmente los shows. La gente ya no se queda hasta las 3 de la mañana así nomás.
En ese mismo plano, a las productoras les falta trabajar el post show. Luego del evento hay pareceres, gente que la pasó bien, por lo general las buenas performances impactan al público. Es bueno que se hagan eco de las reacciones. Que se produzca aunque sea un breve balance, agradecimiento y videos luego del concierto y no que la página simplemente pase a otra cosa, sin mayor comentario,
Finalmente, todo aquel headbanger que tenga algún medio como para difundir eventos, más allá de su Facebook, pues trate de aprovecharlo para hacer más repercusión de ellos. Comunicar y pasar la voz de conciertos, discos, lanzamientos en general y noticias relativas al metal que ayuden a ilustrar sobre su actualidad.
Es bonito pertenecer a una subcultura tribal exclusivista, pero a la larga eso mismo es lo que la destruye. La renovación es necesaria y posible. Hay con qué.
He dejado de lado a propósito consejos como que debe haber más unidad o que debemos ser como una hermandad metálica sin “maleteos” y otras apelaciones románticas y utópicas pues son palabras vacías y van hacia problemas que todas las escenas padecen en el mundo. El problema no se soluciona ni con la unidad ni con la ausencia de crítica.
*El título del articulo es una paráfrasis libre del clásico trabajo de Manuel Burga y Alberto Flores Galindo, Apogeo y Crisis de la República Aristocrática.