La antigua fábrica de actores
Fue una tarde de noviembre de 1956 cuando los jóvenes Carlos Gassols, Herta Cárdenas, Lucía Irurita y José Velásquez decidieron formar un grupo de arte escénico en el cual el amor por el teatro fuese el eje de su “doctrina”. El nombre del grupo sería echado a la suerte en forma de papelitos dentro de una bolsa; después de agitarla, escogieron aquel escrito por Gassols: así nació Histrión, el grupo y academia de teatro que gestó en sus talleres y puestas en escena a muchos actores que a inicios de la década del 80 dieron el gran salto de la tarima teatral al plató televisivo.
Para Carlos Gassols y Herta Cárdenas, 1956 fue un gran año. En junio, la pareja decidió contraer matrimonio y en noviembre fundó una fábrica de sueños llamada Histrión para interpretar la vida de múltiples personajes de ficción sobre los escenarios.
“Ya habíamos estudiado y trabajado en el teatro de la ENAE (Escuela Nacional de Arte Escénico), pero nos faltaba mayor impulso, por eso creamos Histrión”, cuenta Gassols. Aunque su estadía en Histrión no duró mucho tiempo porque un contrato con la Universidad Nacional San Agustín de Arequipa lo llevaría junto a su esposa hasta esa ciudad para dedicarse a la docencia escénica, el recuerdo que Gassols tiene presente es la disciplina con la que ensayaban las obras. “Con el grupo se montaron muchas obras de corte costumbrista; la mayoría de ellas, de Sebastián Salazar Bondy. Por entonces, requeríamos de mucho ensayo antes del estreno”, agrega.
Gassols reconoce que el grupo tuvo una época de gloria que llegó hasta inicios de la década del 80. Sin embargo, lamenta que la falta de disciplina de los integrantes del cuerpo artístico y los problemas dentro de la organización trajeran el fin de este semillero de artistas: “Con la muerte de José y Carlos Velásquez, la institución quedó prácticamente huérfana; ya no hubo la exigencia que años atrás habíamos tenido los fundadores o quienes nos sucedieron en el grupo”.
Según Gassols, Histrión, más que un centro de formación escénica, significó una inigualable cátedra de ética teatral en la que también se incentivó el respeto por el trabajo de los compañeros actores; aun cuando ya no era integrante de Histrión, siempre estaba pendiente de ellos.
El grupo creció en figuración y calidad a pasos agigantados. Cuando a principios de los años 80 este experimentado actor reconoció en la pantalla chica a los jóvenes Adolfo Chuiman, Efraín Aguilar, Analí Cabrera y Rodolfo Carrión (“Felpudini”), entre otros, supo que el trabajo de aquel elenco dedicado a la comicidad tendría el éxito asegurado porque representaba la disciplina y calidad propias de las canteras de Histrión.
HISTRIÓN Y SALSA
Cuando en 1980 el elenco de “Risas y salsa” ingresó a los hogares limeños, con personajes como Avelino, Felpudini o Betito, muy poca gente era consciente de que tras esas jocosas caracterizaciones había rutilantes actores teatrales, muchos de ellos formados en Histrión.
Precisamente Efraín Aguilar, quien no solo se apoderaba del auditorio fungiendo del pícaro e insolente Betito, sino que también se desempeñaba como productor del espacio televisivo, tuvo su nacimiento artístico en Histrión, cuando a los 17 años, recién salido del colegio, se integró al grupo como asistente de escena, a fin de aprender las buenas artes de la interpretación, de la mano de Delfina Paredes o los hermanos Velásquez, mientras él se ocupaba del vestuario o barría el escenario al final de cada acto. “Ni bien terminé la secundaria, me metí a Histrión y estuve ayudando en la utilería, por eso cuando llevaron la obra “Santiago, el pajarero” a Chile no lo pensé dos veces y me fui con ellos”, sostiene Aguilar.
Según el hoy productor televisivo, el ascenso en Histrión era totalmente meritorio. Las pruebas que debían pasar sus integrantes para llegar al escenario como parte del elenco principal no solo se remitían al plano artístico, sino también al personal, había casi un cariz castrense al dar las órdenes y ejecutarlas. “En mi promoción de la academia Histrión entramos casi 47 alumnos, pero la exigencia era tal, que solo egresamos unos cuantos; menos de la mitad”, comenta Betito.
Esta férrea preparación hizo que en ese entonces el inexperto Efraín no pisara el escenario de Histrión como actor del elenco principal hasta 1963. Siete años después de su incorporación al grupo, sus sueños se verían cristalizados en el teatro La Cabaña cuando asumió el rol del Dios Mercurio en la obra “Un Dios durmió en casa”, del dramaturgo brasileño Guillermo Figueiredo.
Los aplausos que recibió fueron el mejor respaldo para su ascenso en la institución que lo vio nacer como actor. En 1965 asumió la dirección de la academia del grupo teatral y en 1978 fue elegido presidente de esta asociación cultural. Este fue el último cargo dentro Histrión, pues luego aceptó la producción general de “Risas y salsa” en 1980, para el cual Aguilar no dudo en convocar a algunos de sus más destacados alumnos de Histrión o a sus talentosos compañeros de tarima: Rodolfo Carrión, Aurora Aranda, Analí Cabrera y Adolfo Chuiman estuvieron entre los elegidos.
ÚLTIMO ACTO
Todos los que dan fe de la época de gloria de Histrión concuerdan en que esta acabó a inicios de los 80. En el 2004, el local del Pasaje García Calderón 170, hoy atestado de hostales de dudosa reputación, fue vendido a una institución gremial y las actividades artísticas del grupo fueron cesando paulatinamente, por lo que ahora Histrión solo vive en el recuerdo de aquellos que formaron parte de todo este movimiento que empezó como un sueño y terminó muriendo en el más completo anonimato.
Dick Cáceres
(Fotos: Archivo HIstórico El Comercio)