El verano se disfruta mejor en la playa
Cuando los días se tornan más claros y de pronto la grisácea Lima se ve más iluminada al amanecer, es que ha llegado el verano. Y nadie escapa o resiste a los 28 ó 30 ºC pronosticados por Senamhi, todos queremos ir a la playa con la familia o los amigos, no importan los medios, la consigna es divertirse. Desde épocas anteriores, el veraneante ha disfrutado a sus anchas del día de playa. De ahí que cada fin de semana, nuestros principales balnearios luzcan abarrotados por los playeros, que con sus cervecitas en mano y luciendo los más variopintos trajes de baño, llenan de vida la costanera limeña, que despierta de un aletargado invierno.
Los veranos de ayer
Según las historias de los abuelos, las vacaciones de antaño eran otra cosa. Los paseos y excursiones a la playa se preparaban con anticipación y esmero.
Los balnearios de La Punta en el Callao y la mágica Ancón, eran los más concurridos en la décadas de los 30, 40 y 50. Las caminatas por el malecón, los paseos en bote y la elegancia que mostraban las damas limeñas para asistir a la playa, ataviadas con llamativos sombreros, marcaban la nota pintoresca de aquellos días.
(1957) Waikiki fue una de las playas más concurridas por las limeñas en la década dorada del 50.
A finales de los años sesenta e inicios de los setenta se añade a la diversión playera la cuota musical. Así en la Costa Verde comienzan a surgir pequeños restaurantes que ofrecían al público sus rocolas para amenizar el ambiente.
Más adelante, esta iniciativa se convertiría en pequeños festivales o ferias, en donde grupos o cantantes del momento aprovechaban la ocasión para dar a conocer su mejor repertorio. Así nacería el famoso Festival de la Canción de Ancón, el cual fue todo un boom en los 70 y descubriría los talentos de la Nueva Ola.
Del tranvía al bussing
A inicios de los años 80, la migración andina hacia la capital debido al naciente terrorismo, hizo que nuestra población playera creciera.
(1975) Para los nuevos pobladores de la capital refrescarse en el mar constituía toda una aventura.
La moda redujo aún más los trajes de baño y si bien el tranvía fue el transporte más utilizado para llegar a la playa en años pasados, este había sido reemplazado por el interminable bussing, curioso bus acoplado (también conocido como ícaro), que recorría toda la Vía Expresa y tenía como destino final la Costa Verde.
(1964) El perro es el compañero fiel del hombre que incluso lo lleva a veranear, en este caso a la playa chalaca La Arenilla. El Comercio realizó una campaña para concientizar a los veraneantes de los riesgos que trae para salud el llevar mascotas a la playa.
Las playas de moda en esta época eran La Herradura y Agua Dulce. Así pasamos de la elegancia de antaño a la nueva cultura popular, que incluye en el domingo de verano, un cargamento de comida (en ollas o tappers), sombrillas multicolores, juguetes y hasta mascotas.
Las noches no eran ajenas a la diversión, pues por aquellos días nuestros famosos balnearios también eran visitados cuando ya no alumbraba el sol. Entusiastas empresarios vieron la oportunidad de negocio inaugurando discotecas y salsódromos. Los más recordados de estos tiempos son La Máquina del Sabor y Canta América, movida que duró hasta mediados de los noventa.
(1981) En la playa Ancón se realizaban concursos donde se elegía al castillo de arena más creativo.
Vámonos al sur
Con la llegada del nuevo siglo, las jóvenes generaciones reclamaban más playas. Los soñados balnearios del ayer perdieron el encanto, debido al descuido de la población y la desidia de las autoridades locales que no las cuidaron.
Esto hizo que la gente expandiera sus rutas playeras más hacia el sur; siendo entonces San Bartolo, Pucusana, Asia, León Dormido, El Silencio, entre otras, las playas más visitadas.
(2009) En el boulevard de Asia la diversión no termina con la puesta del sol, sino que continua en sus bares y discotecas.
En el 2003, este éxodo veraniego se vio reforzado con la construcción de un moderno boulevard en el distrito de Asia, provincia de Cañete. Éste concentraría los más exclusivos locales comerciales, salas de cine y discotecas. Y al igual que en épocas pasadas volvería el glamour de la clase media-alta que vive el verano tanto de día como de noche.
Este repaso veraniego nos indica que la costa limeña nos está quedando chica. Afortunadamente para los peruanos, nuestro inmenso litoral nos ofrece una gran variedad de hermosas playas, que abarcan de Tumbes a Tacna, y que poco a poco los limeños nos estamos animando a explorar.
(2010) Con la llegada del verano, la costa peruana es invadida por sombrillas multicolores.
Las vacaciones de verano son para disfrutarlas en el mar. Las modas y costumbres pueden cambiar, pero la alegría de la familia, la diversión con los amigos, los paseos románticos con la pareja y el espíritu de aventura, nunca se alejarán del sol y de la arena.
(Rosa Hermoso Alvarado)
Fotos: Archivo Histórico El Comercio