Victoria Santa Cruz, la cultura negra hecha mujer
Su nombre completo es Victoria Eugenia Santa Cruz Gamarra, y sus primeros pasos los dio en las calles del tradicional distrito de La Victoria, donde nació el 27 de octubre de 1922. Cumple 90 años de edad y Huellas Digitales recuerda pasajes importantes de su trayectoria artística.
La composición musical es, para ella, como un hábito inseparable, la coreografía es el adorno de su imaginación y el amor por la cultura negra en el Perú, un oxígeno que le ha permitido vivir como quiso.
Es hija de Nicomedes Santa Cruz Aparicio, hombre culto, escritor y dramaturgo, y de Victoria Gamarra, de familia muy ligada a la pintura y gran bailarina de zamacueca y marinera. Con esas figuras tutelares, Victoria se convirtió en una verdadera heroína del arte negro peruano, ese espíritu defensor le viene justamente del entorno familiar que le supo inculcar el ritmo desde la vida cotidiana.
En una entrevista televisiva de hace algunos años, Victoria contó que mientras esperaban el almuerzo de su madre, ella y sus hermanos se entretenían golpeando la mesa, inventando ritmos inusuales. Entre plato y plato el arte surgía desde el juego fraternal.
Tuvo diez hermanos, entre los que destacaron Rafael, torero de gran clase, que muchos conocieron como “La maravilla negra del toreo”; Nicomedes, el eximio decimista y estudioso del folclore afroperuano como ella; y César, músico y compositor.
Pero su camino profesional empezó reciamente en los escenarios que iluminó el grupo de danza y teatro Cumanana, que había creado su hermano Nicomedes en 1957. Dos años después, ya participaba como codirectora del grupo, compartiendo horas de creación y talento junto con su hermano menor (por tres años), quien siempre la sorprendía por su natural maestría en el arte de la décima.
Dejó Cumanana en 1961, allí había colaborado en la investigación musical y en la recuperación de las raíces africanas del folclore negro peruano. Su alejamiento se debió a que fue becada por el Gobierno Francés para seguir estudios especializados.
Victoria recordará siempre que en ese grupo pudo desplegar su genio artístico, como cuando creó el hermoso musical ‘Callejón de un solo caño’, en el que hizo prácticamente de todo: composición musical, dirección escénica, coreografía, hasta el diseño y la confección del vestuario.
Hacia Europa
Antes de cumplir los 40 años, la ‘Ciudad Luz’, París, la acogió y allí estudió en la Universidad del Teatro de las Naciones y en la Escuela Superior de Estudios Coreográficos.
Pocos saben que es una degustadora de la moda. Pero este conocimiento no le llegó del cielo, ella se preparó a lo largo de la década de 1960 en el Viejo Continente; participó allí en el diseño del vestuario para la puesta en escena de muchas obras como ‘El retablillo de don Cristóbal’, de Federico García Lorca, una farsa para guiñol en un acto de 1930; y destacó también en la creación de la vestimenta de ‘La rosa de papel’, que Ramón del Valle Inclán había escrito en 1924.
La travesía europea fue clave en la vida de Victoria, la centró, la ubicó en el mundo del arte, y poco a poco fue reconociendo sus orígenes, así como la gran riqueza de la cultura negra del Perú. Regresó al país con una fuerza creativa impresionante y pensó de inmediato en hacer algo grande, para ello necesitaba una compañía propia.
Entonces fundó en 1968 Teatro y Danzas Negras del Perú, comenzando una nueva etapa del estudio de la cultura negra en nuestro país. El elenco se presentó en todos los teatros nacionales e inundó de color y ritmo la joven televisión peruana.
Con su talentoso grupo nos representó en los festejos de los Juegos Olímpicos de México 1968; en esa ocasión los danzantes peruanos obtuvieron una medalla y un diploma por su impecable labor.
La década de 1970 se inició con una serie de giras en diversas localidades de los Estados Unidos; bien pudo quedarse a radicar en esos lares, con todas las comodidades del caso, pero su espíritu solidario la llevó al retorno, consciente del trabajo que debía hacer en la tierra que le vio nacer.
De esta manera, el regreso al Perú no fue en vano, la nombraron directora del Centro de Arte Folclórico. Esos años fueron de gran productividad artística. Victoria participó brillantemente en el Primer Festival y Seminario Latinoamericano de Televisión en 1970, que organizó la Universidad Católica de Chile, donde recibió el premio como la mejor folclorista. Al año siguiente, 1971, fue invitada por el Gobierno Colombiano al Festival de Cali, donde hizo sentir que las raíces negras de la región no son patrimonio de un solo país sino de muchos.
Con esa estirpe de defensora de la identidad cultural en el país, el Gobierno de turno la nombró, en 1973, directora del Conjunto Nacional de Folclore del Instituto Nacional de Cultura (INC). Su función en ese importante cargo fue reconocida por tirios y troyanos, puesto que dejó siempre en alto el nombre del Perú.
Desde el Perú al mundo
Conocieron su talento y carácter firme países como Estados Unidos, Canadá, El Salvador, Guatemala; además de Francia, Bélgica, Suiza y el Principado de Mónaco. En todos esos lugares las giras que empezaron en 1975 fueron verdaderas celebraciones a la danza, al arte de la palabra, pero a la vez significaron demostraciones de un auténtico culto al ritmo ancestral que solo una memoria con conciencia e identidad puede conservar. Eso lo sabía bien Victoria.
Por eso no se sorprendió de que un buen día el crítico de arte de The New York Times opinara que el elenco que dirigía era “la mejor y más interesante compañía de danzas folclóricas que se haya visto en muchos años”.
Estuvo, pues, en el cargo de directora del conjunto nacional hasta 1982, ya en el segundo gobierno de Fernando Belaunde Terry. Su febril actividad intelectual la llevó a emigrar y buscó en la enseñanza y difusión la mejor manera de expresar su amor por el Perú.
En Estados Unidos, en la Universidad Carnegie Mellon de la ciudad de Pittsburgh, Pensilvania, estuvo de profesora invitada en 1982; pasando luego a profesora asistente de 1983 a 1989; y finalmente profesora vitalicia de 1989 a 1999.
Su inquietud artística e intelectual no podía apaciguarse, y en los últimos 15 años -radicada en el Perú- ha viajado a dictar talleres de ritmo y teatro en Nueva York y Connecticut (EE.UU.), invitada por el Teatro Latinoamericano; y en Europa por el Teatro del Sole, de Italia, ofreciendo su sabiduría en importantes ciudades como Milán, Ferrara, Módena y Bolonia.
De toda España, de Madrid, Valencia, Sevilla, Huelva o Tenerife, las invitaciones de cesaban de llegarle hasta hace pocos años, ya octogenaria. Hasta de Israel la convocaban para dictar cursos en Jerusalén y Tel -Aviv.
En una hermosa composición musical titulada ‘Me gritaron negra’, que cantaba Victoria con una potencia, gracia y dignidad sin iguales, se decía en las líneas finales:
“Al fin / Al fin comprendí / Al fin / Ya no retrocedo / Al fin / Y avanzo segura / Al fin / Avanzo y espero / Al fin / Y bendigo al cielo porque quiso Dios / que negro azabache fuese mi color / (…) ¡Negra soy¡”.
Esa es y será Victoria Santa Cruz Gamarra.
(Carlos Batalla)
Fotos: Archivo Histórico El Comercio