Muerte sobre los cielos de Escocia
El 21 de diciembre de 1988 el terrorismo internacional origina una tragedia sobre los cielos de Lockerbie, Escocia, cuando el avión de Pan Am con 259 pasajeros a bordo se desintegra y cae en pedazos, matando en tierra a otras 11 personas más. A 25 años del atentado terrorista, los familiares de las víctimas siguen buscando justicia.
El vuelo entre los aeropuertos de Londres y Nueva York se interrumpe cuando 450 gramos de explosivo plástico detonan en la bodega de carga a los treinta y ocho minutos del despegue. Los restos de la nave quedaron regados en un corredor de 103 kilómetros; y un ala golpeó la superficie abriendo un cráter de 47 metros de largo.
Más que un sablazo de Moscú a Washington – la Guerra Fría no había terminado- todo apuntaba a un ajuste de cuentas del fundamentalismo islámico contra Estados Unidos. La sospecha internacional puso el ojo en el dictador de Libia Muammar Gaddafi, quien habría respondido así al bombardeo estadounidense sobre Trípoli, en 1986.
Por eso nadie se extrañó cuando las investigaciones apuntaron sobre dos agentes de inteligencia libios: Abdel Baset al Megrahi y Al Amin Khalifa Fhimah. Ambos son acusados del crimen y se refugian en las faldas de Gaddafi.
La ONU reacciona y asedia al pequeño país cortándole las vías económicas y lo obliga a poner la cabeza en el suelo. Al final Gaddafi entrega a los dos sospechosos, quienes son procesados en Holanda bajo leyes escocesas. En enero de 2001, después de un juicio de ochenta y cuatro días, Fhimah resulta absuelto y Al Megrahi es sentenciado a cadena perpetua.
Se presume inocente
La muerte de Al Megrahi en 2012 significó un signo de interrogación adicional para uno de los capítulos más trágicos de finales del siglo XX. El único condenado por el atentado de Lockerbie falleció de cáncer en Trípoli a los 60 años, y se llevó bajo el brazo la verdad.
Su liberación en 2009 generó estupor entre los familiares de las 189 víctimas estadounidenses. Además, se especuló sobre un canje de negocios petroleros con Occidente a cambio de una maquillada política al régimen de Gaddafi. Asimismo, el gobierno libio accedió a compensar con varios millones de dólares a los deudos de los fallecidos en Lockerbie.
Tras su regreso triunfal a Trípoli, donde fue recibido como un héroe, el agente secreto se instaló en una villa de la capital y llegó a participar en manifestaciones de apoyo al dictador.
En agosto de 2011 Gaddafi huía de la ciudad y en octubre moría a manos de los sublevados. En esas circunstancias Al Megrahi declaró que Occidente había exagerado su papel y que la verdad saldría a la luz pronto. El convaleciente Al Megrahi se había quedado sin su benefactor.
¿Qué dijo la justicia?
El tribunal escocés concluyó que existió una perversa y planificada confección del atentado. Todo empezó con el envío de una maleta Samsonite– color bronce – cargada con explosivos desde un aeropuerto de Malta hasta el de Frankfurt, y luego a Londres. Allí el artefacto fue colocado en el vuelo 103 de la Pan Am con destino a Nueva York, explotando y destruyendo la aeronave.
Parece que la verdad sobre los autores del exterminio también ha desaparecido, como las 270 almas que se fueron de este mundo sin saber por qué. Los familiares exigen pruebas concretas y culpables de carne y hueso que paguen por el asesinato de sus seres queridos. La justicia, en 25 años, luce impotente para convencer al mundo con sus sentencias. Al Megrahi colaboró con este descrédito gritando hasta sus últimos días su inocencia.
El Consejo Nacional de Transición libio, que gobierna tras la caída de Gaddafi, ha dicho que colaborará con las autoridades escocesas para hallar otros autores del atentado.
Lo cierto es que tras la entrega de Al Megrahi, Libia empezó a sacar cabeza en la escena internacional. Sobre la memoria del fallecido, en cambio, pesará siempre el oprobio de haber sido —presuntamente— el hombre que apretó el gatillo contra 270 inocentes.
(Miguel García Medina)
Fotos: Agencias