Los 50 años de El Agustino
Al lado del río Rímac, en el que fuera un productivo fundo, se formó el distrito de El Agustino. Hoy, entre casas construidas en el llano y en lo alto, entre la música del ‘Agustirock’ y el estruendo de la modernidad, El Agustino celebra los 50 años de su creación. Con los recuerdos de quienes le dieron el nombre y el característico Poncho Negro que se apoderó de sus territorios, conoceremos en Huellas Digitales un poco más de su historia.
En la tierra que en algún momento albergó flores y árboles, hoy se erigen casas en el llano y en las alturas. Grandes centros comerciales y avenidas que permiten interconectar distritos. El Agustino encontró su nombre mucho antes de su establecimiento oficial, cuando en 1551 los religiosos de la Orden de san Agustín llegaron al Perú.
Los frailes agustinos habitaron las chacras de la margen izquierda del Río Rímac, donde actualmente se ubica el distrito. Bajo la mirada de los cerros El Pino y El Agustino se albergaban haciendas de familias criollas, indígenas y limeñas. Allí se trabajaba la tierra para producir maíz y alfalfa y, se confeccionaban ladrillos y adobes.
A inicios del siglo XIX, las tierras son vendidas a Simón Díaz de Rávago, para iniciar así una cadena de propietarios. Ello, hasta que a fines de dicho siglo, Enrique de la Riva Agüero hereda la propiedad de manos de su tía Dolores de la Puente. Aunque el fundo era alquilado antes de la muerte de Riva Agüero, en 1930, su esposa lo continuaría arrendando a empresas asiáticas, las mismas que las daban a pequeños agricultores.
Sería en la década del cuarenta que el fundo El Agustino cambiaría su rumbo con la expropiación por parte del Estado de un sector del fundo Ancieta, que sería destinado al cementerio Presbítero Maestro, y con el inicio de las migraciones.
La toma de terrenos
Con el establecimiento del primer Gran Mercado Mayorista y Minorista de Lima (La Parada) en 1945, se abre paso a la llegada de miles de peruanos que dejan sus viviendas al interior de país para forjar una nueva vida en la capital.
Aunque ya se habían formado las primeras barriadas, como la Asociación de poseedores y ocupantes de tierras de El Agustino, Santoyo y Ancieta, la noche del 15 de abril de 1947 no sería como cualquier otra. Liderados por Ernesto Sánchez Silva, mejor conocido como “Poncho Negro”, pequeños comerciantes y migrantes invadieron el sector sur del cerro El Agustino en una primera acción organizada.
Así, entre esteras y padecimientos, nacerían barrios como Santa Clara de la Bella Luz o las asociaciones Pro Casa propia o la Mutualista de pobladores. Centenares de manos comenzarían a escribir la historia de un nuevo distrito, en el que construían con su esfuerzo un mejor lugar para vivir.
Un nuevo distrito
La historia de El Agustino se oficializó el 6 de enero de 1965, con la Ley 15353. En el distrito se encuentran también rastros de la historia del Perú, como el Bastión Santa Lucía, que formaba parte de la Muralla de Lima. Además, el “Cuartel de los Barbones”, que originalmente era el convento de la orden de los Betlemitas; o el Cuartel La Pólvora, inicialmente una fábrica de pólvora y cañones que fue ampliada a cuartel por Ramón Castilla. Y los cementerios El Ángel y Presbítero Maestro.
La vida musical de este distrito es el “Agustirock”, emblemático festival de rock iniciado a fines de la década de los ochentas. Y entre los rostros más queridos está el del sacerdote español Ignacio Mantecón, el padre ‘Chiqui’, quien ayuda a los jóvenes a regresar al rebaño.
Con alrededor de 180.262 habitantes al 2007, El Agustino reúne diversas caras de la Ciudad de los Reyes, por un lado el viejo rostro del distrito con todos sus problemas sociales y por otro, el acercamiento del avance económico con la instalación de centros comerciales y negocios.
(Pamela Loli Soto)
Fotos: Archivo Histórico El Comercio
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