Ambicioso festival de clase mundial en Bogotá
Por Gonzalo Tello, desde Bogotá
Subir al ascensor de un hotel y compartir el espacio con el concertino de la Filarmónica de Berlín, aplaudir de pie a la famosa violinista Isabelle Faust al final de un concierto e inmediatamente después sentarme junto a ella en un recital, o desayunar junto a una brillante pianista y preguntarle por el ‘bis’ de su exitoso concierto de la noche anterior, son situaciones que sonarían comunes en un festival europeo, pero todo eso me ocurrió mucho mas cerca, durante el Segundo Festival Internacional de Música de Bogotá. Esta edición fue titulada “Bogotá es Mozart” pues se interpretaron solamente sus obras durante 4 días, nada menos que por 600 músicos ofreciendo 63 conciertos en 15 escenarios de esta ciudad.
¿Cómo es posible que un evento de música clásica de nuestra región pueda congregar a 70 mil personas en Semana Santa, con artistas de primera y enorme apoyo público y privado? La clave está en varios factores. Primero, la decisión y empeño del Teatro Mayor Julio Mario Santo Domingo, dirigido por Ramiro Osorio, de organizar un evento de gran envergadura para la ciudad. Luego, el apoyo de la Alcaldía mayor de Bogotá y su apuesta durante años por proyectos sostenidos a largo plazo en favor del desarrollo musical. Por eso recibieron el reconocimiento “Ciudad creativa de la Música” de la UNESCO. La ciudad fue cubierta en publicidad y todos sabían del evento. Una capital que no apuesta ambiciosamente por la cultura no logrará desarrollarse quedando relegada.
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El nivel artístico fue superlativo. Isabelle Faust, Julian Rachlin, Lars Vogt, Stefan Vladar, Louis Langrée, Josep Caballé, Camerata Salzburg, Staatskapelle Halle, Kölner Akademie, Wiener Kammerorchester, Cuartetos Auryn, Szymanowski y Simón Bolívar, y muchos más, brindaron espectáculos extraordinarios, presentando cada uno hasta cuatro programas diferentes. Pudimos comparar obras como la sinfonía no. 40, interpretada con estilo barroco por Kölner Akademie, así como en una versión muscular de la Camerata Salzburg. Aunque la cantidad de conciertos simultáneos y distancia entre escenarios hizo complicado disfrutar de atractivos programas, muchos eventos registraban colas de varias cuadras, por lo que miles sobrepasaron capacidad en iglesias o colegios.
Lo sorprendente es que todos los conciertos se dan a sala llena y el público bogotano es sumamente educado. Aplaude efusivamente la entrada de los músicos, guarda silencio sepulcral entre movimientos, si alguien hace ruido se disculpa, niños muy pequeños concentrados mueven los dedos siguiendo el compás, y se aplaude con algarabía al final de las piezas a lo que los músicos son generosos en ofrecer bises. Todos los artistas coincidieron en que “Bogotá tiene el mejor público del mundo”, según dijo Osorio durante sus palabras de clausura. No pueden estar más acertados.
Críticos de los principales diarios y revistas del mundo fueron invitados a presenciar este evento. Todo lo vivido entusiasmó a este grupo que decidió formar una red de intercambio de información para compartir lo que ocurre musicalmente en la región, algo único y especial que interesa sobre todo a americanos y europeos.
La dimensión del evento permitió que se organizara un circuito regional que incluyó México y Chile, quienes recibieron a varios artistas siendo sucursales de este Festival. Dentro de poco nuestro Gran Teatro Nacional firmará un acuerdo de coproducción con el Teatro Mayor, lo cual, entre otras cosas, nos permitiría ser parte de su próxima edición 2017, mucho más ambiciosa y dedicada a la Rusia Romántica, con música de autores como Tchaikovsky, Rachmaninov, Mussorgsky, Glinka y Scriabin. Para esto, es preciso que el GTN cuente con una dirección autónoma y un presupuesto, ya que los beneficios de entrar en este circuito son enormes en turismo, economía y generando puestos de trabajo.