El desafío de Werther en Lima
La magnífica ópera de Massenet, obra cumbre del romanticismo francés, llega en una extraordinaria producción de la Ópera de Colombia, para abrir la Temporada de Ópera 2019 del Ministerio de Cultura. (Fotos: GTN)
Gran Teatro Nacional, Perú. Werther de Jules Massenet. Jonathan Tetelman, Carol García, Ximena Agurto, Xavier Fernández, Fernando Vizcarra, etc. Coro Nacional de Niños. Dirección: Mónica Canales. Orquesta Sinfónica Nacional Juvenil Bicentenario. Dirección: Oliver Díaz. Dirección de escena: Alejandro Chacón. Vestuario: Adán Martínez. Escenografía: Nicolás Boni. Iluminación: Caetano Vilela. Dirección General: Javier Súnico.
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Por Gonzalo Tello (Ópera Perú)
Jules Massenet se inspiró, junto a los libretistas Milliet, Blau y Hartmann, en la extraordinaria obra homónima de Goethe para componer esta ópera llena de lirismo, intimidad y dramatismo. Aunque su éxito tuvo que darse fuera de Francia para que finalmente llegara a presentarse en París, llegó a convertirse en la obra cumbre de Massenet, además de una de las mas complejas, y hasta podría decirse, “experimentales”.
Y es que a diferencia de las otras óperas de su basta producción, que contienen melodías exóticas, o un estilo mas “delicado”, Werther es una composición contundente, que no solo presenta una complejidad wagneriana, sino que predice a Debussy en su estilo orgánico y amalgamado, aquel que este produjo con su trascendente “Pelleas…”. Y es que de Wagner, Massenet aplica los leivmotivs y el protagonismo de la música como un personaje principal, combinado con esa eterialidad y sonido espacial que la orquesta debe manejar a la perfección para presentar a loa personajes y sus situaciones, como lo hace Debussy.
Mi primer y único Werther a la fecha lo vi una matinée de sábado (que fue transmitida por radio), una helada mañana del 10 de enero del 2004 en la Metropolitan Opera de Nueva York, en una clásica producción de Rudolph Heinrich, con Roberto Alagna y Veselina Kasarova en los protagónicos, junto al legendario Paul Plishka como Le Bailli. La producción fue extraordinaria, tanto cantantes como orquesta, de los mejores del mundo. Sin embargo, ver este Werther esta vez en Lima fue revelador en cómo una ópera así puede sonar de lo más natural en una orquesta de ópera de primer orden, y en una que enfrenta esta partitura por primera vez. En este sentido, la Orquesta Sinfónica Nacional Juvenil Bicentenario se enfrentó por todos los frentes con una partitura colosal, que bajo la batuta del director del Teatro de la Zarzuela de Madrid, Oliver Díaz, supo hacerle justicia en ciertos momentos, en volumen y brillo, aunque no termina de cuajar del todo en su interpretación como un personaje mas, debido precisamente a que esta no es una orquesta de ópera. A su favor tienen el esfuerzo y el saber que otro elenco adulto local no hubiera logrado tal resultado.
A diferencia de aquel Werther del 2004, una producción de los 70s, ambientada en la época del mismo Goethe, (1780 en adelante), y que tenía todos los elementos físicos que remiten a la época, esta producción de Lima, a cargo del trio Chacón-Martínez-Boni, presenta varios retos.
La última vez que estos tres artistas trabajaron juntos en Lima fue en 2012 en la legendaria producción de “Don Carlo” de Verdi, que el Festival Granda presentó en el Teatro Municipal, en una producción magnífica estelarizada por Giuseppe Filianoti, Ildar Abdrazakov, Daniela Barcellona, Marco Spotti, Marco Caria y otros grandes artistas. Aquella puesta fue muy similar a esta de Werther en minimalismo y simbolismo en su estructura.
Esta producción original de la Ópera de Colombia y que también se ha visto en el Solís de Montevideo, no muestra ningún elemento de época, solo grandes tablas pintadas que forman las escenas, con los textos escritos a mano y extraídos del libro de Goethe, precisamente las cartas que se refieren al tiempo en que transcurre la ópera, entre mayo, julio y diciembre de 1780. Por ende, la puesta nos envuelve del todo en la literatura de la obra. La realización de Nicolás Boni es como siempre muy estilizada y la iluminación de Vilela crea las atmósferas deseadas. El extraordinario vestuario de Adán Martínez (QEPD) nos remite a la época original, sin embargo este minimalismo y el carácter propio de la ópera, suponen un reto para el regista Alejandro Chacón, para que sus protagonistas transmitan toda la emoción e intención de sus personajes, que no siempre se hace obvio a través de la música, y que debe enganchar al espectador en la primera parte de la ópera, para llevarlo efectivamente hasta el clímax del desenlace.
La historia narra el enamoramiento y posterior obsesión de Werther con la joven Charlotte, prometida a su amigo Albert. A través de la poesía, se lamenta de su destino y la historia se vuelve cada vez mas obsesiva hasta el trágico final, todo esto dentro del contexto de la preparación para la Navidad con Villancicos infantiles, y la creciente tensión por los celos de Albert sobre la obsesión de Werther sobre su esposa y su duda sobre los sentimientos de ella. Uno de los giros originales de esta versión de Chacón, es la presencia de Albert al final del acto, con semblante amenazador, dejando el final abierto en si él decidirá tomar venganza sobre su esposa o quizá habría una reconciliación.
Esta ópera debe tener cantantes y actores extraordinarios. En esta producción tuvimos la suerte de contar con el extraordinario tenor Jonathan Tetelman, una joven figura que ya recibe excelentes críticas e inicia su carrera en los grandes teatros. Su presencia sobre el escenario es difícil no compararla al joven Jonas Kaufmann de los 2000s, justo antes de ser la superestrella de hoy, con una voz en la transición del repertorio ligero al lírico-dramático. La oscuridad de la voz, correcta pronunciación, presencia, y hasta el volumen de la voz me resultaron muy parecidos. Por supuesto que el resultado de este tenor, que interpretará importantes roles en Londres, Montpellier, Buenos Aires, Turín y Moscú, estuvo a la altura del difícil rol, especialmente en sus monólogos del segundo acto, su gran escena recitando el poema de Ossian en el tercero, y a mezzavoce en una gran rendición del cuarto.
La mezzosoprano española Carol García interpreta a Charlotte, una inocente muchacha comprometida a un hombre mayor, que debe cuidar de su familia y a la vez, sufrir en silencio amando a quien no puede tener. Su personaje va creciendo, en desarrollo dramático, desde un discreto ingreso en el primer acto, su interacción en la escena de medianoche con Werther, hacia su impresionante tercer acto, en el cual la voz crece hasta llenar el teatro con dramatismo puro y gran oficio.
Sería injusto seguir hablando de la soprano peruana Ximena Agurto como una joven voz en ascenso ya que ella vuelve a nuestro primer escenario convertida en una cantante consagrada con gran experiencia internacional, dando vida al personaje de Sophie, la inocente e ingenua hermana de Charlotte. Ella da el contrapeso a los personajes femeninos. Su voz lírica luce muy ubicada, la experiencia la demuestra en una interpretación interiorizada, incluso en una excelente interpretación que rompe el hielo del drama de Charlotte en el tercer acto, con una bella coloratura y contundente voz.
Otro gran resultado lo da el barítono Xavier Fernández como Albert, el esposo de Charlotte que se convierte durante la obra de un hombre bondadoso en uno desconfiado y vengativo. Su interpretación le da consistencia al personaje.
La interpretación de Le Bailli de Fernando Vizcarra resulta poco preparada, teniendo en cuenta que este es un rol breve pero importante, que comúnmente es reservado a los grandes bajos en su últimos años de carrera, por lo que debería ser mas imponente. Entre los roles secundarios destaca la bella voz ligera del tenor Juan Pablo Marcos. Dieron una correcta interpretación, aunque pueden mejorar lo escénico y la pronunciación del francés.
El Coro Nacional de Niños tiene una participación importante y da buen resultado al inicio y final de la ópera.
Este “Werther” es un reto para nuestro público, ya que a pesar de su popularidad internacional, no es el tipo de ópera que se hace comúnmente en nuestro país. La exigencia al público es mayor y este buen montaje logra gustar. Es importante notar el desarrollo de nuestros cantantes locales, que se ven cada vez mas preparados y con nivel internacional. El tener una temporada de ópera verdaderamente nacional que coordine y traiga producciones de los teatros de la región y produzca las propias para exportar (El caso de “Alzira”) y nos permita entrar de lleno en el circuito internacional, es la culminación de un trabajo arduo que debe continuar. Ojalá esto haga posible que en el futuro veamos óperas más exigentes. Me animaría a proponer óperas tempranas y corales de Verdi como Il Corsaro o I Lombardi, trayendo a voces peruanas que están dando frutos en el exterior, como la del tenor Iván Ayón que canta hoy en primeros teatros, o la mezzo Jimena Llanos, con amplia experiencia en Europa. Alguna del repertorio lírico que pueda protagonizar Ximena Agurto, o algunos títulos que bien podrían montarse, como Fidelio, o Ariadne auf Naxos. Eso dependerá del público y de su interés en conocer obras nuevas, y su respuesta en la taquilla.