Viajes a Europa de los seleccionadores: ¿Trabajo o placer?
Esto de los viajes del entrenador de la selección a Europa para mirar jugadores, a muchos no les hace mucha gracia. A mí, la verdad, me da lo mismo. ¿Es un paseo? Vamos a decirlo sin eufemismos: Sí, lo es. Pero admito que casi todos los seleccionadores sudamericanos lo hacen. Y los anteriores a Gareca en nuestro medio, todos: Autuori, Uribe, Del Solar, Markarián. Es como un ‘derecho adquirido’ a sola firma del contrato, como la canasta navideña (pero tipo Congreso) para el empleado público.
Tómenlo en el plano casero como un ‘beneficio laboral’ del contratado de turno, una pequeña y tácita ‘indemnización’ por adherirse a una selección habitualmente aporreada que lo más probable es que prestigio no le va a sumar. “Son cuatro años de tortura –pensará el firmante- al menos un viajecito por año al Viejo Continente amaina los sinsabores”. En el caso del resto de selecciones, no sé, si yo fuera argentino o colombiano y veo que Tabarez o Pekerman hacen eso, sí pensaría que es una frescura. Bueno, muchos dirán en esos países que es un premio por el buen trabajo. Acá, veámoslo como un resarcimiento, una cortesía de desagravio por los malos ratos. En ese tipo de viajes, muchas veces te acuerdas hasta de los que no vas a llamar. Vas para decirle: “Mira, por ahora, contigo no cuento”. Es muy importante comunicarlo cara a cara, claro que sí, por más que eso signifique el sacrificio de estirar el viaje un poquito, la cosa es cumplir con el deber.
Lo voy a revisar acá pero sin ánimo de personalizarlo en Gareca porque no es la idea, insisto, lo hicieron todos, acá no hay que lo aguantan porque es extranjero o porque es peruano. En general, las razones para ese tipo de ‘visitas’ son diversas. Generalmente se argumenta que “es muy importante afianzar el compromiso del futbolista con su selección”. Claro, el técnico llega a Portugal, Rusia o Suecia y tras desenfundar seguramente algunos discos de música criolla (eso ‘te pone’) a modo de fondo musical para ‘la conversa’, le pregunta al futbolista visitado con tono solemne: “¿Estás comprometido?”. Obvio le dirán que sí, supongo, “No se oye, dilo más fuerte”, insistirán: “Sí, profe, lo juro”, tendrá como respuesta, y cerrarán el juramento de lealtad entonando juntos el infaltable ‘Contigo Perú’. Primer objetivo del viaje, cumplido. El jugador queda más motivado que Rambo con dos metralletas en las manos. Claro que sirven esos viajes, qué creen.
Una forma de conocer
Luego, también se arguye que es importante que el seleccionador conozca ‘in situ’ cómo entrenan sus convocados en sus respectivos clubes, el tipo de cancha, si el pasto es alto o corto, si le mojan la cancha, si hace los recorridos con toperoles altos o normales. Ah, y también se conversa con el entrenador del club que lo cobija para saber qué opina de la figura que fue a ver, eso es clave. Si lo piensa poner el fin de semana, si le sirve o si está dispuesto a cederlo de inmediato para que lo acompañe en el viaje de retorno a Lima. Los seleccionadores a veces desean sacarse la duda de si acaso no son solo ellos los que creen en las virtudes de su potencial convocado. Sobre todo cuando ven que en el club militante no los ponen ni en los amistosos donde se permiten 15 cambios por equipo.
También se habla con el preparador físico para ver si están corriendo como es debido, y con el nutricionista para conocer cómo hizo para bajarlo de peso si en Videna en tres días más bien sube. Ah, y cómo duerme también es clave, estos viajes son para eso, si requiere colchón ortopédico para mandarle a poner uno en la concentración, almohadas plumas de ganso, también. De todas esas cosas uno se entera solo en este tipo de visitas. Además permite una convivencia más personalizada, el futbolista desliza con quién le gusta jugar, a quién llamaría si estuviera en el puesto de su interlocutor, a quién perdonaría para que vuelva al grupo y, por supuesto, quién ‘le cae gordo’, qué colega no llamaría jamás por ‘patero’ y por entrenar más tiempo que el resto en vez de acompañar a la ‘mancha’ a comer un cebichito. El jugador a solas se sincera como no tienen idea. No olvidemos que Markarián confesó una vez que inclusive hablaba hasta de sexo con sus convocados y también les lanzaba sugerencias en tal sentido. Él decía que eran “como sus hijos”, por tanto es fácil asumir que los dotaba de instrumentos preventivos. Todos esos detalles refuerzan el ‘compromiso’ del jugador.
Algunos dirán: “¿Y para qué diablos se inventó el skype?”. Ah, pero muchos responderán también que “no es lo mismo”. No hay como mirar a los ojos (espejo del alma) al futbolista en vivo y en directo para saber lo que siente, conocer sus sueños, sus ideales, sus dudas. “Pero para eso está la concentración en Videna”, insistirán los escépticos. “No, es que ahí están todos juntos” Sí pues, ahí no hay tiempo para compenetrarse con cada uno en la tranquilidad de una charla de a dos en Videna sin la posible interrupción del asistente técnico preguntando: “Profe, profe, ¿le aviso a la gente para que vaya al comedor?” o “Profe, ¿Hoy día vamos a usar los chalecos verdes o amarillos?”
En suma, si bien he comentado que, en lo particular, los viajes de los seleccionadores en todos los casos me resulta un ‘tour’, entiendo que no le hacen daño a la selección, quizá con las justas a la tesorería, pero no más que eso. Ni quitan ni ponen, son ‘parte de’, excusas para hacerlos siempre habrá. El primer año para conocer a los jugadores, el segundo para afianzar convicciones, el tercero para renovar el compromiso, ya en el cuarto si estás eliminado, lo llamas por teléfono nomás para preguntarle si quiere venir a jugar lo que falta. En esas citas algunas veces se establecen pactos secretos, concesiones de privilegios, promesas no divulgables. Pero también contemplan en nuestro caso particular, la necesidad que tiene el futbolista peruano de que lo engrían, lo ‘apapachen’ y lo hagan sentir importante. Un par de horas al día dedicadas al tema motivacional y el resto queda para conocer el mundo y disfrutarlo.
Después de eso, si te requintan en el estadio cuando pierde Perú, el mal rato, igualito, está recompensado, ¿no creen?