Crónica de una expedición en moto por la ruta de Diego de Almagro
En junio de 1535, después de la conquista del Tahuantinsuyo, Diego de Almagro recibió el título de gobernador de Nueva Toledo, un territorio que comprendía hasta las 200 leguas al sur del Cusco. Ansioso de llegar al límite de sus dominios, Almagro inició la expedición en busca de la tierra prometida.
Cinco siglos después, con un grupo de amigos decidimos cambiar caballos por motocicletas para emprender esta gran aventura. La ruta de Almagro es la misma, pero la historia fue otra.
Por fin, después de mucha expectativa, partimos de la Plaza de Armas del Cusco, recorriendo sus tradicionales calles e imponentes restos arqueológicos como Sacsayhuamán, Qenqo, Puka Pukara y Tambomachay. Después seguimos rumbo al sur, pasando por el templo de Racchi construido por el inca Pachacútec y dedicado al dios Wiracocha, para terminar el día en la ciudad de Puno.
Muy temprano por la mañana partimos rumbo hacia el lago Titicaca. Avanzamos bordeándolo y a medida que aumentaba la visión fuimos descubriendo su belleza, su tamaño y el color turquesa de sus aguas. En el camino nos detuvimos en la ciudad de Juli, llamada la Roma de los Andes, para apreciar sus antiguas iglesias, lamentablemente en ruinas.
En Juli la emoción se fue incrementando pues la frontera con Bolivia se acercaba y era nuestra primera vez fuera del país en moto. Pasamos el lago por el estrecho de Tikani en unas barcazas de madera muy grandes.
Una travesía increíble, con la vista del Titicaca rodeado de la Cordillera Real cubierta de nieve. Una maravilla. Nuestro equipo de aventureros estuvo conformado por Diego Ipince, Rafael Belmont, Edwin Derteano, Leonardo Gonzáles, Aldo Pedrarios, Marco Peter, Henry Mitrani, Fred Fuentes, César Llaza y yo.
La idea inicial era pasar la frontera por Desaguadero y visitar la ciudadela de Tiahuanaco, pero los problemas entre comunidades bolivianas nos hicieron desviar el camino por el lado de Yunguyo para ingresar a Bolivia por Kazani, camino a Copacabana. Al dejar Oruro, el último tramo boliviano asfaltado, empezaron los problemas. La carretera estaba en pésimas condiciones, sin contar con que la falta de gasolina era una constante en todo el tramo boliviano. Decidimos cambiar la ruta y conocer el salar de Uyuni, el desierto de sal más grande del mundo, al que llegamos después de un sacrificado viaje. Allí nos hospedamos en un hotel construido y amoblado íntegramente con sal. Impresionante. Un hermoso amanecer nos despertó en Uyuni y su paisaje lunar. Aprovechamos la oportunidad de probar nuestras motos a máxima velocidad en el salar cuyos límites se pierden en el horizonte.
VIAJE HACIA TUPIZA
Luego de abastecernos de gasolina –había que tener cuidado pues en algunos lugares las adulteran con agua y eso nos generó un retaso tremendo- partimos rumbo a Tupiza, el tramo más difícil del viaje y en el que a veces teníamos que adivinar qué ruta tomar. Era de noche y estábamos a 5 grados bajo cero en medio de la nada cuando una de las motos nos falló. Tuvimos que desmantelarla para encontrar el fusible quemado y continuar camino a Tupiza, una ciudad donde ancestralmente habitaban los chichas que fueron conquistados por los incas en tiempo de Túpac Inca Yupanqui hacia 1478, a la que Diego de Almagro había llegado y que se hizo famosa a principios del siglo pasado cuando mataron a los famosos bandoleros Butch Cassidy y Sundance Kid. Después de recuperar algo de fuerzas y conocer un poco de la ciudad, partimos hacia la frontera boliviano-argentina. La carretera asfaltada por fin llegó cuando ingresamos a las pampas argentinas. Ya de noche llegamos a Jujuy, donde hasta la actualidad se puede apreciar la enorme influencia inca en su cultura.
Al partir de Jujuy, Leo decidió adelantarse. Pero nuevamente una de las motos nos falló y tuvimos que quedarnos a descansar en Tucumán con Leo perdido en algún lugar, al menos eso era lo que pensábamos. Arreglamos el motor de la moto de Rafael gracias a los conocimientos de mecánica de Edwin y Diego, que decidieron ponerle una batería de auto para que arrancara finalmente y para felicidad de todos. Ese día recorrimos más de mil kilómetros y estuvimos 17 horas manejando. Estábamos agotados. Leo nos esperaba en La Rioja y teníamos que avanzar. Encontramos a Leo sentado cómodamente en las bancas de la Plaza de Armas de La Rioja y, después de un fuerte abrazo y un apretón de manos, seguimos camino.
Pasamos por lugares desérticos y bastante calientes. Fue el tramo más largo del viaje pero el más lindo por sus paisajes y sus increíbles atardeceres. Seguimos rumbo a Mendoza, a donde llegamos de noche; sin duda alguna es una de las ciudades más hermosas de Argentina. Desde aquí solo nos faltaba cruzar la Cordillera de los Andes para llegar a nuestro destino final: Chile. La expedición iba llegando a su fin. Iniciamos viaje rumbo a Santiago. La ruta es increíble, especialmente en el cruce de los Andes por el Paso de los Libertadores, desde donde se puede contemplar el Aconcagua, el pico más alto de América. Las montañas y la nieve nos regalaron uno de los paisajes más espectaculares. Llegamos al valle del río Mapocho. Por fin estábamos en Chile. Cinco siglos después habíamos recorrido, al igual que Diego de Almagro, estos cuatro países, pero en esta oportunidad nuestro motivo no fue la conquista de riquezas, sino la de hermanar a los pueblos.