El cruce de los Andes
Una ultramaratón (también llamada distancia ultra) es cualquier evento deportivo que incluye un recorrido mayor que una maratón tradicional de 42,195 kilómetros.
Hay dos tipos de eventos de ultramaratón: los que cubren una distancia determinada y los que tienen lugar durante el tiempo específico (cuando el ganador cubre la mayoría de distancia en ese momento). Las distancias más comunes son 50 km, 80 km, 100 km y 160 km. Otras distancias y/o tiempos incluyen carreras de 24 horas y las carreras de varios días.
El formato de estos eventos incluye circuitos a varias vueltas (algunos tan cortos como una pista de 400 metros), carreras de punto a punto por caminos o senderos, o atravesar un terreno o frontera. Muchas ultramaratones, sobre todo las de desafíos, presentan obstáculos severos, tales como las inclemencias del clima, cambio de elevación, o lo accidentado de los terrenos.
Una de estas ultramaratones es la clásica competencia “El cruce Columbia”, cuyo objetivo es cruzar los Andes uniendo Argentina y Chile en una distancia de más de 100 kilómetros divididos en 3 etapas. Dado que la cordillera de los Andes ofrece muchísimos pasos por donde unir ambos países, el recorrido cambia todos los años, manteniendo siempre marcos geográficos únicos en el mundo. Los lugares en los que se desarrolla el evento son de una belleza inigualable. Los corredores atraviesan montañas y volcanes, cumbres nevadas, bosques, lagos, valles y zonas rocosas.
A pesar de realizarse durante el verano, las variaciones climáticas son enormes. Algunas ediciones han sido acompañadas de días de sol espectacular, con una temperatura que puede llegar a los 20º centígrados. Otras, sin embargo, enfrentan a los corredores con situaciones climáticas verdaderamente adversas que pueden incluir frío, nieve, intensos vientos y lluvias copiosas.
Por todo esto, la exigencia física para los corredores es enorme y requiere de un intenso entrenamiento previo. Es una carrera para quienes aman la aventura y están dispuestos a enfrentar tres días corriendo y viviendo en medio de las montañas, soportando todas las dificultades que ello implica.
Si bien se trata de una carrera de aventura extrema, logra atraer a una enorme cantidad de corredores de todo el mundo. En la última edición participaron más de 1.500 corredores de 25 países distintos, un verdadero récord para una carrera de montaña de 3 días. Entre los competidores se mezclan hombres y mujeres de distintas edades, la mayoría amateur y algunos de elite, que comparten su pasión por adentrarse en una aventura que pondrá a prueba sus propios límites.
La carrera se corre en equipos de dos personas (damas, caballeros o mixtos) que deben permanecer juntos durante todo el recorrido. En la edición XII debido a la gran demanda, se agregó la categoría individual.
El esfuerzo y la dedicación de tiempo, energía y recursos que demanda la carrera hacen que se vivan en ella emociones intensas y se generen recuerdos imborrables.
Conversando con Vanna Pedraglio súper atleta, gran amiga y directora de Vanna Coach -un centro de acondicionamiento físico diferente, no es son un gimnasio convencional sino un lugar donde utilizan la base del entrenamiento atlético y el coaching deportivo para ayudar a crear y alcanzar tus metas mejorando tú desempeño, bienestar, confianza y competitividad- me contó que mientras buscaba nuevos retos le llegó la información de esta carrera en junio del 2012.
La competencia significaba un alto grado de dificultad; pero a la vez se trataba de una carrera internacional en una zona de montañas, bosques de araucarias y volcanes. ¿Cómo no aceptar el reto? Eran 100 kilómetros en tres etapas acampando y compartiendo la experiencia con gente de muchos otros países. No lo pensó mucho y decidió meterse en esta gran aventura de competir en el Cruce Columbia 2013.
Ella tenía siete meses -hasta enero del 2013- para prepararse. Entonces decidió armar un plan de entrenamiento mezclando la carrera 4 o 5 veces por semana y complementándolo con cross training. Las tres etapas serían duras, sobre todo la segunda, de mayor distancia y desnivel. Era la primera vez también que correría entre bosques y la información que tenía era que predominaban las bajadas en la montaña. Teniendo todo esto en cuenta había que entrenar la musculatura de la forma más variada posible y sobre todo la musculatura posterior del cuerpo, así que armó un plan de entrenamiento para lograrlo.
Otra de las cosas que no podía dejar de lado es que era obligatorio llevar una mochila con tres litros de agua como mínimo, ya que en el recorrido no la encontraría, por lo menos no en todos los tramos. En algunas de las etapas la organización no sería capaz de llegar si no es en helicóptero, así que tendría que cargarla o rellenarla en los ríos que encontrara en el camino. Además del agua era obligatorio llevar un botiquín de seguridad, un vivac por si te perdías, su comida, una camiseta de manga larga, una maya larga y palos para trepar, entre otras cosas. Esto implicaba prepararse para llevar encima una carga no menos de cinco kilos.
Como para muchos que no habían estado nunca en Pucón, para Vanna fue divertido llegar hasta allá. Decidió ir en bus desde Santiago. Llegó a la capital chilena a las 3:30 a.m. y la estación de bus recién abría a las 6 a.m, así que tuvo que esperar en el aeropuerto hasta esa hora. De ahí se fue en un transfer a la estación de bus y su sorpresa fue grande -venía de casi no dormir nada y por supuesto sin tomar en cuenta que era temporada alta en Chile- cuando se dio cuenta de que no había espacios hasta Pucón en el bus hasta el sábado, fecha que debía estar en la carrera. Tomó una decisión rápida, pidió un taxi que la regresara al aeropuerto para ver si había vuelos hasta allá. El taxista le dijo que no encontraría vuelos y que el la llevaría por el módico precio de $600 hasta Pucón. Cansada y muerta de sueño insistió en que la llevara al aeropuerto y le dijo que si no había vuelos podría llevarla él a Pucón. Cruzando los dedos llegó al aeropuerto y pudo conseguir vuelo por $170. Gran diferencia. Se embarcó a Temuco, una ciudad a 2 horas de Pucón. Llegando consiguió un transfer (dicho sea de paso, un excelente medio de transporte y servicio) que compartió con otros pasajeros. La dejaron en la puerta del hotel.
Ya en Pucón, dos días antes de la carrera, debía terminar de armar el equipo y la acreditación. En ella uno debía presentar un examen médico y una prueba de esfuerzo para que vieran que estabas apto para un esfuerzo físico. Luego pasó a pagar los derechos de competir en la carrera. Tras una charla y ver un video sobre la carrera pasada, Vanna se sintió increíblemente emocionada y preparada para lograrlo. Quería cruzar los Andes.
El día de la partida había un calor muy fuerte, el cuál no se sintió hasta pasar los 15 kilómetros de bosque. Corriendo por ellos en lo único que pensaba Vanna es que “siempre había soñado correr por paisajes así”. De los 15 primeros kilómetros de bosques, ¾ partes fueron bajada, una bajada súper técnica esquivando raíces y donde ponía el ojo era donde tenía que poner el pie sino su tobillo la sufriría. Vanna corrió acompañada de unos argentinos por varios kilómetros, y luego del primer punto de hidratación, como al kilómetro 18, ya no los vio hasta llegar al campamento. Sobre este tramo Vanna nos cuenta: “Algo que me dio mucha risa es que me estaban llamando ‘la canadiense’, pero omo estaba escuchando música no me percaté… hasta que paramos en el punto de control y se sorprendieron que hablaba castellano. No sabes la carcajada, habían confundido la bandera del Perú con la de Canadá, la cosa es que me quedé como la canadiense que no es de Canadá”. Luego del bosque pasaron por unos campos de lava, piedra negra que hacía que el ambiente fuera más caluroso todavía, vino una subida de unos 3 km y luego los últimos km ya en bajada. Al finalizar el tramo la organización llevó a los competidores al primer campamento al pie de una laguna gigante en el medio de las montañas, donde uno podía bañarse, lavar su ropa, comer y dormir temprano. Ese primer día Vanna terminó en el puesto 219 de la general, con 4 horas y 30 minutos de recorrido.
Al día siguiente se llevó a cabo el segundo tramo, el más difícil y el más largo. Los primeros 13 a 17 km serían de pura subida. “Te juro que pensé que no podría correr, la mochila me pesaba mucho, pero una vez que empiezas ya no quieres parar”, cuenta Vanna. Pasaron por más bosques y algunas lagunas. Lo más difícil de este tramo es que el cansancio y tu mente te pueden jugar en contra, porque siempre faltando unos 5 kilómetros piensas en dejarlo todo sin importar que falta solo un día más. Vanna se había puesto una meta personal de bajar las 6 horas. Iba bien, se sentía fuerte y tenía que completar 38.7 km. Pero de pronto llegó una subida en la que no veía el final. Mentalmente casi se quebró, no sabía cuánto faltaba y su reloj marcaba 5:54min. “No voy a llegar a hacer menos de 6 horas”, se dijo, pero justo cuando su reloj marcó 6 horas vio a lo lejos la meta. Logró terminar la etapa más difícil, solo faltaba una. En esta etapa bajó al puesto 119 de la general con 6 horas y 3minutos. Supo que esos kilómetros también frustraron a varios competidores, pero es parte de estas carreras, tienes que estar preparado para todo.
El último día a las 4:50 a.m. ya Vanna quería salir a correr. Ya faltaba poco. Los organizadores llevaron a los competidores al último tramo. Era todavía de noche, así que tenían que esperar el amanecer. Había una fogata enorme para que todos se calentaran. El cansancio y el frío era una mala combinación para arrancar este último tramo. Se inició la carrera, con una subida interminable hasta llegar a la puna. Era la parte más alta de la carrera, con vientos helados que no te dejaban ni respirar. El frío se convirtió en lluvia, así que había que parar para ponerse el impermeable. La lluvia no paró nunca. Los últimos 10km fueron planos y faltando 5, después de haber pasado la frontera de Chile y aduanas en Argentina, Vanna estaba desesperada por llegar.
Vanna describió así la emoción cuando pasó la meta: “¡Ha sido la mejor carrera que he hecho en mi vida, qué tales lugares! La verdad que en esos momentos doy gracias a ser deportista porque estar de manera tan salvaje en montañas como esas es un sueño”, dijo.
Quiero darle las gracias a Vanna por compartir esta experiencia con nosotros.
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