Operación Diciembre
Me he propuesto una misión esta Navidad. Tiene que ver – como todo lo bueno- con comida. Las fiestas son, indudablemente, la mejor excusa que existe para llevar a nuestras bocas todo aquello que se nos antoje sin sentir remordimiento. (Ok, sin mucho remordimiento). La ocasión lo justifica y no seré yo quien diga lo contrario. Diciembre es época de fiesta…o lo que es mejor: es época para dejarnos festejar. Así que deja la dieta para enero; hazte ese favor.
Faltan 4 semanas para el 24. Mi tarea en ese lapso es aprender, al menos, 4 nuevas recetas que refresquen mi mesa navideña y que, además, no tengan que ver con lo abajo mencionado:
a) Panetón.
b) Chocolate caliente.
c) Pavo.
No me malinterpreten. No tengo nada en contra. Me pasa más bien como ocurre con las relaciones largas: la costumbre hace que la pasión se esfume, pero eso no significa que no haya cariño. Tengo que volver a enamorarme, es todo. Aunque confieso que no se trata solo de una cuestión sentimental. De hecho, la cena navideña nunca ha sido de mis favoritas como cena per se. (Mensaje a ti que me lees y también te sientes así: PUEDES pensarlo y no sentirte como un monstruo sin corazón. Puedes odiar el pavo y aún cantar tu villancico con sentimiento navideño. Créeme, todo está bien). La razón es muy sencilla: ¡es un menú repetitivo!
Todos los años sin excepción sé por adelantado qué platos voy a encontrar en la mesa, en qué fuentes se servirán y el orden en que serán saboreados. Lo sé de memoria. Pero a pesar de eso, resulta inevitable no esperar la Nochebuena con ilusión casi infantil. Es con esa dualidad con la que celebro mi festividad favorita. (Con esa dualidad y con todo el champagne que sea posible; estrés navideño, que le llaman. Saben a qué me refiero).
Muero por el arroz morado de aceitunas negras y pecanas que hace mi abuela. Me encanta la ensalada waldorf (siempre y cuando lleve huevo duro, ese es mi pequeño engreimiento), el arroz tahitiano que se ha convertido en un plato estrella de mi mamá, el puré de camote con marshmallows…los disfruto de corazón porque sé que son platos que solo como una vez al año. Pero preferiría tantísimo tener un poco más para escoger. No creo que uno deba sacrificar tradición por novedad, pero sí podemos empezar a salir de nuestros parámetros. Cuando se trata de comida, no encuentro mejor consejo para mantener encendida la pasión. Incluso en Navidad.
Repasa rápidamente todo lo que se suele preparar para la mesa navideña y te darás cuenta de una cosa: falta postre. Y a mí se me hace muy necesario. Así que le pedí ayuda a mi amigo, el cocinero –y maestro panadero- Renato Peralta, para que me dé algunas ideas. Renato, como yo, siempre soñó con tener una Navidad más variada. De chico le rogaba a su papá que busque panetones con ingredientes distintos, una tarea difícil pero no imposible en la Lima ochentera. Hoy está en sus manos el dar rienda suelta a su imaginación para que su menú nunca sea aburrido. Y, de paso, el tuyo tampoco. Abajo encontrarás lo que ha armado para la ocasión.
Aconsejo ir preparándolo. No se necesitan varios intentos para perfeccionar la receta; de hecho es bastante sencilla. Solo ten en cuenta que el espíritu navideño nos invade desde hoy…y esa es la única excusa que necesitas para comerlo cuantas veces quieras.
Queque de chocolate con glasé de menta
Para el queque:
250 g de harina preparada.
5g de bicarbonato de sodio.
30 g de cocoa en polvo.
5 g de maicena.
225 g de azúcar blanca.
2 g de sal.
60 ml de aceite vegetal.
2 ml de esencia de vainilla.
2 ml de esencia de menta.
Menta fresca.
Para la salsa de manzana:
1 kilo de manzanas verdes.
Canela en polvo.
Corta las manzanas en cuatro y llévalas al horno por 30 minutos a 160Cº, controlando que no se quemen. Una vez enfriadas, licúalas y tamízalas. Tendrás como resultado unos 300 gramos de puré de manzana, que luego deberás incorporar a la masa del queque. Si quieres añadir azúcar al puré, reduce 50 gramos del azúcar del queque y añádelos aquí. De otra manera, quedará muy dulce.
Para el glasé:
2 claras de huevo (fresco).
500 g de azúcar impalpable seca y tamizada.
2 cucharitas de jugo natural de limón.
1 cucharadita de esencia de menta.
Coloca las claras en un bowl y bátelas suavemente. A mano -con una espátula- o en la batidora a velocidad baja. Ve incorporando de a pocos el azúcar. Luego, añade el jugo de limón y la esencia de menta y sigue batiendo hasta que tome un aspecto consistente. Si cada vez que levantas la cuchara se forma un pico, ese es el punto. Ojo, es importante que se mantenga cubierto con un film para que no se forme ninguna costra.
Procedimiento:
1. Mezcla a mano todos los ingredientes secos del queque en un bowl. Es decir: harina, bicarbonato, cocoa, maicena y azúcar. Reserva la sal para el final.
2. Una vez hecho esto, incopora los líquidos. Primero, el puré de manzana, seguido de las esencias de vainilla y menta. Finaliza con el aceite para que se una todo. Recuerda que no debe quedar ningún grumo.
3. Añade a la mezcla algunos trocitos de menta natural cortada con los dedos. Mientras, pon a calentar el horno a 170Cº.
4. Lleva toda la preparación a un recipiente, previamente enharinado y enmantequillado, por unos 30 a 35 minutos a horno de 160Cº.
5. Cuando esté listo el queque déjalo enfriar y cúbrelo con el glasé. Empieza untándolo con una espátula de metal.
6. Termina bañándolo todo, para cubrir bien los bordes.
6. Reserva un poquito más de glasé para decorar cada pedazo una vez servido. Bienvenida la Navidad.
Aquí Renato a punto de inaugurar la temporada. Puedes probar más de sus creaciones en su nuevo local en La Molina, Eggo. (Calle Tahiti 175, La Planicie). Estás advertido: te va a gustar.