Hogar dulce hogar
El título elegido es un cliché, yo sé. Prometo que cuando explique de qué se trata la siguiente receta entenderán que la expresión está bien empleada.
Quienes crecimos durante los ochentas y noventas tenemos que haber probado al menos una vez este postre durante la infancia. Digo al menos una para no exagerar con la expresión y ser justa con quien no haya tenido esa suerte (oye, en algunas casas preferían el flan o la gelatina, qué puedo decir yo). Lo cierto es que la insuperable combinación de pudín de vainilla y chocolate, separados entre sí por mojadas y suavecitas galletas de vainilla (nos gusta la vainilla, ¿no?), simplemente no tiene par en el colorido universo de postres caseros. Aquellos postres que garantizan la satisfacción de cualquier niño goloso -y adulto, valgan verdades- sin comprometer tiempo o bolsillo. Es la humilde opinión de esta servidora.
De esos postres deben saber bien nuestras madres. Al menos la mía: con dos niñas pequeñas y poco tiempo para estar en la cocina había que saber sacarle provecho a los recursos. Fueron muchas las veces que lo preparó, mi memoria así me lo asegura. Poco me queda por decir sobre esta receta, más que esto: la primera cucharada es suficiente para transportarme a la cocina de mi abuela, en cuya casa vivíamos esos primeros años, y escucharme a mí misma decir, “¿mamá, ya está listo? ¿yaaaaa?”.
Eso mismo repetían los hijos de Johanna Solís, los pequeños José Mariano y Rafaella, de 4 y 3 años, mientras su madre terminaba de colocar la última capa de galletas sobre la cremosa mezcla que reposaba en el pírex cuadrado. Es la receta que hacía la madre de Johanna y viene con una sorpresa. Manjar blanco al medio. Así de bueno como suena. José Mariano y Rafaella lo agradecen. Lo mismo hacen algunos suertudos comensales de La Picantería, local donde Johanna trabaja junto a su esposo -el gran cocinero Héctor Solís- y sirve este postre. No pierdas un solo minuto y haz como hacen ellos. Comparten en familia. Mejor manera para ir recibiendo el otoño, aunque sol se resista a dejarnos, no se me ocurre.
Necesitas:
-Pudín de Vainilla. Hay distintas marcas en el mercado, intenta que tanto vainilla como chocolate sean de la misma. En cada bolsa vienen 110 gramos; de eso usaremos la mitad.
-Pudín de chocolate, la misma cantidad.
-Leche (de caja preferentemente). 2 tazas para la vainilla, 2 ½ para el chocolate.
-Azúcar blanca. Johanna pone una cucharada al pudín de vainilla y una al de chocolate para que estén un poquito más dulces.
-Manjar blanco, de los que vienen bien espesos.
-2 paquetes grandes de galletas de vainilla.
-Coco rallado y cerezas marrasquino -la cantidad que gustes- para decorar.
Lleva a fuego la leche y el pudín (vainilla y chocolate por separado, evidentemente) y mueve bien hasta que hierva.
Debes esperar a que espese, cuidando que no se formen grumos. Esto te tomará algunos minutos así que paciencia. Si puedes, hazlo con los dos a la vez. Sino, pide que alguien te ayude o prepara cada pudín por separado.
Una vez listos, empieza el armado. En un pírex de vidrio cuadrado coloca una pequeña capa del pudín de chocolate, solo para que la galleta pegue.
Es momento de poner la primera capa de galletas de vainilla. Puedes partir algunas para cubrir las partes vacías, o dejarlas tal cual. No te compliques.
Terminada la primera capa, vuelve a bañar con pudín de chocolate. Espera unos 30 segundos y coloca la siguiente capa de galletas.
Es en este momento en el que viertes todo el pudín de vainilla. Dale, sin miedo.
Toca la tercera capa de galletas. Pero ojo, no es una capa cualquiera: a esta le vas a poner manjar blanco.
Tapa cada galleta como si fueran un sanguchito.
Y vuelca el resto del brillante y (cada vez más tentador) pudín negro de chocolate. Mi participación esta vez consistió en lamer la cuchara, pero también hice mis aportes. Las fotos de abajo lo demuestran.
Deja que se enfríe todo y lleva el pírex a la refrigeradora unas 3 horas antes de servir. Johanna sugiere esperar de un día a otro para tener más consistencia. Si puedes resistir el antojo, dale.
Cuando esté bien frío, decora con coco rallado. Puedes colocar encima algunas cerezas marrasquino, pero si no las tienes, el coco será suficiente.
Pide toda la ayuda que necesites. La familia de Johanna, compuesta por Héctor, los pequeños Jose Mariano y Rafaella, fueron más que felices de hacerlo.
Ahí lo tienes. Máximo disfrute, poca complicación. Hazlo la tarde del sábado o hazlo a mitad de semana, no importa realmente cuándo o dónde. Pero hazlo. Tu niño interior lo agradecerá. Y hay que tenerlo contento siempre, ¿no?
Las fotos, una vez más, son de @tahuano
Más de mí, aquí: @nsugobono