El año que me comí
El 2014 fue, sin duda, pura comida. Más que cualquier otro, debo confesar. Lo curioso es que no he llegado a esa conclusión por algún incremento en mi volumen corporal -que lo hay, pero realmente no es algo que me moleste- sino más bien porque basta con acceder a mi cuenta de Instagram (@norasugobono) para darme cuenta de la cantidad descomunal de platos que he llevado a mi boca durante todo ese período. Algunos por trabajo, otros por decisión propia, pero todos por placer al fin y al cabo.
Es la primera vez que armo algo como esto. No me fue fácil buscar entre los cientos de fotos que he logrado subir durante 12 meses, aunque creo que, en el fondo, ya sabía qué era aquello que merecía destacarse. Siendo enero todavía me doy la libertad de mirar hacia atrás y repasar qué se queda conmigo del año que pasó. ¿Cuál es el propósito? Inspiración, querido lector. Que el 2015 esté cargado de recetas, cucharas llenas y buena compañía.
Va mi selección 2014, sin ningún orden o preferencia. Hay de todo un poco, pero he intentado ser justa con mi clasificación. De lo gourmet a lo urbano, pasando por la sazón familiar. Una tiene un apetito, digamos, muy saludable.
¿Armas un ránking tú también y me cuentas?
1. Ravioles con tuco de mi abuela. Una receta que tengo pendiente publicar (ya, viene, lo juro) y que debo compartir con la humanidad porque no hacerlo sería una muestra de egoísmo. Me refiero al tuco, no a los ravioles (esos los podemos comprar). Un sabor que bien podría resumir toda mi existencia.
2. Esta isla flotante de vainilla en el restaurante Allard, en París. Para entendernos: algo parecido a un bavarois, pero este vino acompañado de un coro de ángeles y láminas de almendras caramelizadas por encima. ¿Han visto esa famosa escena de Meg Ryan? Ya, así.
3. Esta sopa de ja kao al vapor (o ha kao, no me juzguen) en el Wa Lok de Capón. Fue amor a primera vista.
4. Vóngole, vóngole y vóngole. Una maravilla de la mesa de Arlotia, restaurante que fusiona las gastronomías peruana y vasca, en Barranco. Uno de mis puntos preferidos en la ciudad.
5. Sudado de mero, de la genial Paisana de Magdalena. ¿Mencioné que lleva chicha de jora? Eso. (Ah, también les enseñé cómo prepararlo, aquí)
6. Paella de mariscos en una pequeña cala de la isla de Ibiza, España. Todo el sabor del mediterráneo (y una siesta de aproximadamente 4 horas y media) en esta poderosa muestra de afecto compartida con mi hermana y mi cuñado.
7. El pie de limón de doña Isolina Vargas, madre del cocinero José del Castillo. De esos postres que se deben atesorar y preparar con más frecuencia. Como hicimos en este post.
8. Fish and chips de Kerbisher & Malt, en Londres. Una divertida sorpresa del 2014. Vino con puré de alverjitas, mayonesa al limón y tártara con alcaparras. Siempre hay que abrirse a cosas nuevas (aunque en principio no despierten tanto interés).
9. El chupe de camarones de La Lucila, en el distrito de Sachaca, Arequipa. Donde haya chupe, ahí estaré yo. Un clásico que se mantiene. (Muy cerquita llegó el chupe de quinua de La nueva Palomino, eso sí)
10. Linguini con erizos, en La Mar, Miraflores. ¿Pasta y mariscos? Plato imbatible. Que salgan dos más.
11. El arroz tapado de mi madre. No cocina con frecuencia, pero cuando lo hace, lo hace tan, tan bien. ¿Me mandas un táper, ma?
12. Media palta con aceite de oliva, sal gruesa y pimienta fresca. Viene con pan tostado para untar. Mi mejor desayuno para cualquier día del año. Pan de la Chola, Miraflores.
13. Sé muy bien que a La Picantería, en Surquillo, uno va a comer pescado. Pero la causa de pollo es una entrada que no consigo olvidar. A veces, las cosas sencillas, pero bien hechas, se elevan a niveles que desconocemos. Eso es lo que es esta causa y por culpa de ella ya no puedo probar ninguna otra.
14. El arroz con huevo de Gastón. Con huevo frito y crujiente en aceite de oliva, arroz con mantequilla y choclo y un chorro del juguito de lomo saltado. El cielo.